En la actualidad el fútbol femenino ganó mayor visibilidad y la presencia de la mujer en este deporte está fuera de toda discusión. Las conquistas han sido muy amplias y si bien todavía quedan varias cosas por revisar para terminar de alcanzar la ansiada igualdad, lo que se festeja es el cambio de mentalidad. Hace 25 años atrás no se podía decir lo mismo. Era impensado. Y Florencia Romano puede dar fe. Pionera en la batalla, allá por mediados de los ’90, en la mayor de las soledades, tuvo un enfrentamiento con Julio Grondona y plantó la bandera del primer cambio revolucionario en el fútbol argentino: consiguió dirigir el primer partido profesional de fútbol masculino.
Romano nació en Tucumán hace 51 años y su adolescencia la inició pateando una pelota. En su temprana juventud participó de una liga local con un documento falso, que decía que su nombre era Roque. Con el pelo corto y un habla discreto, el engaño perduró un buen rato. Cuando ya no se pudo ocultar más, decidió que su vínculo con el fútbol iba a seguir mediante el arbitraje y se inscribió en un curso que ofrecía la Liga Tucumana. Al momento de anotarse, la miraron de reojo y le preguntaron si era para su papá o su hermano, pero ella se mantuvo firme ahí y contestó simple: es para mí.
Terminó sus estudios con uno de los mejores promedios y cuando quiso empezar a dirigir, el presidente del Colegio de Árbitros de Tucumán le dijo que era imposible. Se mudó a Buenos Aires y fue directo al Sindicato de Árbitros Deportivos de la República Argentina (SADRA). Su promedio nuevamente no pasó inadvertido, pero los impedimentos continuaban: de AFA le pidieron más capacitaciones y le hicieron repetir un curso que ya había hecho en Tucumán. Concluido todo al pie de la letra, su incorporación a la nómina de árbitros AFA no llegaba y ahí dijo basta. Comenzó la disputa. Primero envió una carta documento a la sede de Viamonte y como no tuvo respuesta alguna, hizo una huelga de hambre frente al edificio del fútbol argentino.
"No es sensato que una mujer dirija entre hombres", fue la primera respuesta de Grondona ante el escándalo. Sus dichos no pasaron inadvertidos y luego de la denuncia por discriminación que elevó Romano, el ex presidente de la AFA tuvo que retractarse frente ante el Congreso de la Nación y la Secretaría de Derechos Humanos. La contienda la ganó la tucumana y tuvo su premio el 4 de abril de 1998. Ese día fue su debut como referí en un partido de la Primera D (Victoriano Arenas vs Muñiz) y marcó un antes y un después para las mujeres argentinas en el fútbol.
“En la actualidad hay muchas más arbitras y asistentes. La AFA en ese aspecto no está poniendo dificultades ni cerró ninguna puerta, porque en su momento me encargué de abrirlas para todas. Pero el arbitraje femenino no está profesionalizado, porque nosotras cobramos un quinto de lo que cobran los árbitros hombres. Tenemos los mismos estudios a nivel técnico, la misma preparación, pero cobramos menos por el hecho de ser mujeres”, le dice Romano a Líbero desde Tucumán. “En el caso de las que somos o fuimos árbitros FIFA, hay un básico que te pagan como árbitro FIFA, arbitro internacional, más los partidos. Lo que digo es que ese básico tendría que ser exactamente el mismo para los hombres y para las mujeres. Los partidos de primera división de hombres no se pagan igual que un partido de primera división femenino. Habría que igualar ese aspecto”, concluye.
Si bien Romano ya está retirada de su labor como referí, en la cuenta pendiente solo quedó dirigir un partido de primera división. Todo lo demás ya está hecho: llegó a ser internacional y fue convocada para los campeonatos sudamericanos femeninos de 2003 y 2006 y para la Copa Mundial Femenina de Fútbol de 2003. En la actualidad estudia cine, escribe y es artista plástica. “Ya no miro fútbol, salvo que esté con alguien o en un grupo. No me puedo concentrar en el partido, miro mucho lo que hace el árbitro y no disfruto el juego. Solo cuando juega Argentina puedo. En esos partidos me olvido de lo que hace el árbitro, pero igual es muy difícil evitar ver la parte técnica y la parte física: cómo es su desplazamiento dentro del campo de juego, su visión, su mirada con respecto a las jugadas. Me resulta bastante difícil despegarme de eso”, dice.
“Soy artista plástica y escribo poesía. He hecho algunas exposiciones colectivas y tengo publicados algunos textos. También me gusta mucho jugar al ajedrez. Mi papá me enseñó. Cuando puedo y tengo tiempo, suelo hacer algunas partidas”, revela. Romano hace dos años empezó a estudiar cine en el CIC (Centro de investigación cinematográfica). “Estoy guionando mi vida para hacer una película”, cuenta.
Romano dio el paso necesario para abrir un camino que parecía anegado. Avanzó con su lucha en una época en la que se miraba para otro lado y donde el silencio reforzaba la completa desidia. Hoy ese paradigma de predominio masculino en el fútbol se quiebra cada vez más y en los anaqueles de la historia de disputas, convive el nombre de esta precursora tucumana, que logró colgarse el silbato y empezar a expulsar las diferencias de género.