El sábado próximo, 7 de mayo, se inaugura en el Museo Marco de La Boca, la muestra “Un dibujo”, de Ernesto Ballesteros, con curaduría de Alejandra Aguado.
Se trata de murales muy sutiles, paradójicos y provocadores a su manera, porque si bien ocupan las dos grandes plantas del museo, están realizados con gran sutileza y configuran una suerte de cosmos de baja intensidad, que en conjunto resulta un reto para el ojo, dado que oscila entre la luminosidad y la invisibilidad. Para verlos hay que quedarse hasta que la vista se acostumbra y poder disfrutar de lo que se ve, como sucede cuando de noche, en el campo, se mira el cielo y de a poco se van descubriendo las estrellas.
Para el “mural de zócalo” de la planta baja, Ballesteros tuvo la colaboración de veinte asistentes (a su vez artistas). En el caso del dibujo a lápiz de la primera planta, lo hizo solo.
Página 12 entrevistó al Ballesteros ante la inauguración inminente.
-¿Cómo pensás esta muestra de compleja realización y al mismo tiempo 'baja intensidad'?
-Tengo conciencia de que este tipo de muestra presenta una baja excitación de lo visual. El arte está lleno de “impacto” y a su vez el campo de los visual en el arte es excitado por las exposiciones. El mundillo del arte está siempre “alto”, de una u otra manera. A priori, una muestra de baja intensidad podría parecer un partido perdido. Pero esto es lo mío. Me gusta que en un primer vistazo el observador pueda decir “Acá no hay nada ¿Dónde está la obra?”. Y luego vaya descubriendo. Es como cuando desde el campo se mira hacia arriba y se ve primero una estrella, después se observa otra; después otras más; y se ven las constelaciones, la vía láctea…
Desde hace décadas me la paso leyendo sobre astronomía, astrofísica, cuántica, haciéndome esas preguntas que plantean los científicos. Y como el arte lo llevo desde muy chico, fui incorporando y haciendo confluir todo ese otro conocimiento, sobre el mundo en el que estamos ‘flotando’, sobre el tiempo, etcétera. Todo eso fue ganando importancia para mí. Por ejemplo, el estudio de las partículas más pequeñas, al mismo tiempo que incluye la matemática pura, tiene mucho de intuitivo. Los científicos dicen que cuando tratan de explicarlo con palabras, se mueven en el lenguaje del mismo modo que los poetas. Es siempre interesante conocer el detalle del medio físico en que nos movemos. Estamos hechos de partículas muy pequeñas; estamos inmersos en eso: somos ese mundo, pero nos es vedado. Sin embargo podemos intentar dibujarlo.
-Volviendo a la muestra, podría pasar que algún visitante eche un vistazo y no vea nada.
-Podría pasar, sí. Tengo mucho respeto por los observadores, por eso no les tiro con todo. Si quiere entrar, tal vez descubra algo. Y si se va… tal vez no se pierda mucho (risas).
-Algo así como una elección mutua, en la que los observadores eligen la muestra, y la muestra elige a los observadores.
-No me molesta ser un poco provocador, porque hago algo genuino. Creo que elegí el camino más lento: el de hacer planos de color sobre la pared, con lápices.
-¿Cómo planeaste la obra de planta baja?.
-En la planta baja hay un mural que empieza desde el zócalo, por eso lo llamé “mural de zócalo”. La obra puede verse como el comienzo de un movimiento ascendente o el final de un movimiento descendente. Decidí hacerlo con muchos asistentes por necesidad. Al incorporar ayudantes, comencé a ver la riqueza que aportan, la variedad de líneas, trazos, intensidades, cómo entienden la premisa. Porque es muy distinto un dibujo hecho sólo por mí, que realizado junto con varias personas. Como las y los asistentes son artistas, le ponen mucha calidad a lo que hacen y al modo en que siguen las consignas e instrucciones que les paso para que hagan la obra. La obra de planta baja es amarilla (que por supuesto es no color que no es patrimonio de nadie). El amarillo está en el centro del arco iris, y en el centro de nuestro espectro de visión. Nuestra estrella, el Sol, irradia fundamentalmente el amarillo. Tiene mucha luz y por algo nos resulta tan vibrante. Marqué cada punto de las paredes buscando que los puntos no formen una figura (una constelación), que no se genere un patrón. No fue fácil.
-En el caso de la planta alta elegiste trabajar solo.
-Sí, me dejé fluir. Aunque hay trabajos míos que tienen una idea fuerte a priori, en estos dibujos dejé que me invada un no saber. En el caso de los núcleos y los puntos de la segunda planta, están más o menos a la altura de los ojos. También hay silencio visual. Por algo John Cage trabajó con el silencio. Es decir: donde no hay dibujo también me gusta pensarlo como algo elocuente. Fue todo un trabajo ver ser sobre qué zonas dibujar, para que no quedara una especie de empapelado; que no se formaran líneas ni figuras uniendo los puntos. Como si estuviera hecho sin intención. La muestra es al mismo tiempo una obra que fluye y también, provocadora. En ambas obras sería ideal que el observador se dejara fluir.
* La exposición “Un dibujo”, de Ernesto Ballesteros, se inaugura el sábado 7 de mayo a las 15, en el Museo Marco -Av. Almirante Brown 1031- y sigue hasta octubre.