Seguramente Cortázar tenía muchas facetas. Pero el ojo de Sara Facio lo inmortalizó con tal potencia en su serie Escritores de América Latina que es inevitable pensar el nombre “Julio” sin esos ojos que miran de frente, con el cigarrillo algo suelto en los labios, como si se guardara un secreto o una trampa a punto de ser descubierta. Y lo mismo sucede con ese retrato intervenido de María Elena Walsh (con un gesto y colores bien de fines de los '80, comienzos de los ’90, como corresponde a la época de ese click) de la serie De brujos y hechiceras. Hay una picardía calma y sabia en esa mirada, también al frente, como si acabara de contar una confidencia al espectador.
Si Sara Facio es Sara Facio es justamente por esa capacidad para convertir en iconos a figuras de la cultura argentina y latinoamericana. La perdurabilidad del libro, un soporte en que ella plasmó su trabajo con constancia, debe haber ayudado. Pero la fuerza de sus imágenes supera la mera constancia y accesibilidad que ofrece el volumen que descansa en una biblioteca cualquiera. De algún modo, cada vez que tomaba una fotografía, Facio se las arreglaba para entronizar nombres ya consagrados. Es una operación de dominio del lenguaje, fotográfico en este caso, que muchos no alcanzan nunca en su vida, mucho menos una y otra vez.
Todo esto a propósito de los 90 años de Sara Facio –los cumplió el pasado 18 de abril- y de los muchos reconocimientos que se le brindan por estos días en la cultura argentina. El más importante, sin dudas, es el del Museo Nacional de Bellas Artes (Av. del Libertador 1473), que exhibe en el primer piso 39 obras de la artista, que bajo el sobrio título de Sara Facio: Fotografías 1960/2010 guarda joyas de series como Mis premios Nobel, la íntima Autopaisajes, la histórica Funerales del Presidente Perón, Actos de Fe en Guatemala, Humanario, varias de Pablo Neruda y las mentadas de escritores, brujos y hechiceras, entre otras. Todas corresponden a su colección personal.
Además de fotógrafa, Facio fue editora y gestora cultural, y siempre cultivó una visión de largo aliento sobre el trabajo del arte y de la cultura. Por eso, desde el Museo confían en que la muestra, en cuya selección participó la propia Facio, es un digno homenaje a su obra, pero también a su legado dentro de la misma institución. Es que el MNBA comenzó su colección de fotografías a instancias suya, cuando donó medio centenar de obras de colegas que pertenecían a su colección y promovió el entusiasmo entre otros fotógrafos y coleccionistas privados. Al día de hoy el patrimonio del Museo cuenta con más de 1500 piezas, incluyendo otras varias que fue donando a lo largo de los años. También ofició como curadora de esa parte de la colección del Museo hasta 2012. Y como si no alcanzara con eso, ahora la artista donó al Museo su biblioteca personal de más de mil volúmenes dedicadas al lenguaje de la fotografía, con historia del medio, ensayos fotográficos y publicaciones especializadas de todo el mundo. Sin dudas, Facio es uno de los grandes nombres dentro de la historia del principal museo público del país.
Por otro lado, en ocasión de su cumpleaños, dos lugares emblemáticos de la cultura porteña también rindieron homenaje a la fotógrafa. El Centro Cultural Kirchner, por un lado, dedicó toda la tarde del lunes a proyectar obras suyas sobre la fachada del edificio.
Desde el Gobierno de la Ciudad, en tanto, proyectaron sus imágenes más icónicas en las pantallas de los teatros –públicos y privados- de Avenida Corrientes, en una selección curada por Graciela García Romero. Allí desfilaron Cortázar, Walsh, Sábato y Quino, entre otros. Además, la fotógrafa fue homenajeada en un acto junto a autoridades del Ministerio de Cultura porteño en el Teatro General San Martín. Para ella, ese es otro lugar importante, pues allí creó en 1985 la Fotogalería del teatro, que dirigió hasta 1998. Desde el Ministerio anticipan la inauguración de Buenos Aires, mi ciudad, mi gente, una exhibición de las obras con las que Facio retrató vecinos y actividades típicas de Buenos Aires a lo largo de los años.
Facio nació en la Argentina en 1932 y se graduó a los 21 como profesora nacional de Bellas Artes. Pronto una beca la llevó a París a estudiar artes visuales donde se involucró en la fotografía junto a Luis D’Amico primero y Annemarie Heinrich luego. Siempre dedicó especial atención al retrato, y buena parte de su producción terminó en las páginas de diarios y revistas de la Argentina, Europa y Estados Unidos. De hecho, parte de su obra está en lugares claves de las artes visuales, como el Museo de Arte Moderno de Nueva York o el Museo Nacional Reina Sofía, de Madrid. Y está, también, al alcance en pleno centro de Buenos Aires.