Argentina, Alemania y Cuba acercaron nuevas propuestas a la Competencia Internacional del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici), que ya suma nueve largometrajes y una cantidad similar de cortos en el inicio de su segunda semana de exhibiciones en el centro porteño. Clementina fue dirigida a cuatro manos por Constanza Feldman y Agustín Mendilaharzu, debutantes ambos en la realización, aunque este último es un experimentado director de fotografía, la cuarta pata de la productora El Pampero Cine. Se trata de un proyecto que surgió en plena primera ola de la pandemia de covid-19, cuando las salidas al “chino” o a la farmacia eran casi la única posibilidad de tomar algo de aire, siempre barbijo de por medio. Pero Clementina no fue en su origen una película de largo aliento, sino un cortometraje, que la dupla fue luego desarrollando hasta llegar a una suerte de serie dividida en cinco entregas de duraciones variables. Así fue presentada hacia finales de 2020 en la plataforma Kabinett y ahora ha sido reconvertida, nuevo montaje de por medio, en un largometraje de 109 minutos.

La separación entre capítulos se mantiene gracias a una serie de intertítulos, mientras Clementina, interpretada por Feldman, intenta esquivar objetos y muebles en el departamento que comparte con su novio Guillermo (Mendilaharzu, quien se mantiene fuera de campo durante una buena parte de la historia). El humor de los primeros minutos abraza las situaciones absurdas y el slapstick, y en la banda de sonido los ruidos exagerados acompañan toda clase de acciones. Los nuevo rituales pandémicos tienen un lugar destacado: el saca y pone de las mascarillas, la rociada de alcohol en manos, picaportes y elementos traídos de la calle, el codito como reemplazo de los apretones de manos y besos. El arribo de una cuadrilla de aYsa –tomada de la realidad, según confirman los realizadores–, un corte de luz inesperado y la llegada de un albañil que finalmente pondrá a punto las paredes del baño forman parte del esquema central del relato, lleno de detalles cotidianos, muñecos de todo tamaño y tenor y una obsesión por la música medieval que tiene su correlato cinéfilo durante una función hogareña en VHS de Lancelot du Lac, de Eric Rohmer.

Luego llegan las bienvenidas salidas de Clementina a otro departamento, que debe dejarse listo para su alquiler, y la súbita necesidad de abandonar el nido para recomenzar en otro lado. El deseo de contar mil y una historias, un clásico de El Pampero, tiene así su primer ejemplar covidiano (el otro, La edad media, dirigida por Alejo Moguillansky, también se está viendo por estos días en el Bafici), y el resultado es una película que va erigiéndose de a poco, reflejando de alguna manera su propia hechura, y que más allá de un tono amable y ligero no esconde angustias y miedos frente al futuro. 

Le Prince es el segundo film germano con un título en idioma francés presente en la competencia, luego de L’Etat et moi. En el caso de la opera prima de Lisa Bierwirth –apoyada por la productora Komplizen Film, casa fundada entre otros por la cineasta alemana Maren Ade–, el nombre elegido está íntimamente ligado a la aparición de un inmigrante congolés en la vida de la protagonista. Pero el príncipe africano en cuestión no es precisamente azul, como lo comprueba más temprano que tarde Monica, una curadora de arte de cuarenta años que está a punto de tomar la dirección de una importante galería de Frankfurt, si es que resulta elegida por el consejo asesor. Cuando Monica conoce a Joseph se produce uno de esos chispazos que antes solían llamarse “amor a primera vista”, introduciéndose en un universo desconocido que, en otras manos, podría haber desembocado en el exotismo erótico.

Le Prince

La de Le Prince es una historia romántica llena de picos, valles, espacios vacíos y “recaídas” amorosas. Joseph no tiene los papeles en regla y en cualquier momento podría ser detenido por la policía, y su porte de empresario dedicado al negocio de la compraventa de diamantes no logra esconder una inestabilidad económica de envergadura. Bierwirth crea alrededor de sus criaturas un edificio narrativo realista, haciendo de las diferencias culturales un elemento de relevancia que se suma a la incomprensión entre dos seres humanos, tema universal y atemporal si los hay. En algún punto, se trata de una película frágil: su estructura tradicional puede hacer pensar en un típico drama romántico, pero es entre los pliegues e intersticios de la narración donde deben buscarse sus virtudes.

Con 30 minutos de duración, que la acercan al formato de mediometraje, la cubana Tundra habilita la posibilidad de que el color que cayó del cielo haya aterrizado en La Habana. Es que el universo de Lovecraft tiene bastante que ver en esta historia acerca de un inspector de la compañía eléctrica estatal cuya vida rutinaria es alterada cuando comienza a soñar con una mujer vestida de rojo. ¿Acaso ese baile sensual es una fantasía con dotes de bálsamo o bien una señal de alerta ante un peligro inminente? La ciudad que describe el realizador José Luis Aparicio se parece bastante a una pesadilla post apocalíptica, en la cual las paredes húmedas, las casillas semi derruidas y las plazas desiertas son acechadas por criaturas tentaculares y pulsantes. Tundra está abierta a varias interpretaciones posibles –las sociales y las psicológicas–, pero su mayor virtud es la creación consistente de un cosmos audiovisual alucinado.

  • Clementina se exhibe el martes 26 de abril a las 13.40 y el jueves 28 de abril a las 20.50 en el Cultural San Martín - Sala 1
  • Le Prince se exhibe el martes 26 a las 17 en Cine Multiplex Monumental Lavalle - Sala 1 y el viernes 29 a las 18.45 en el Cultural San Martín - Sala 2
  • Tundra se exhibe, junto a otros cortometrajes, el miércoles 27 de abril a las 21 en el Centro Cultural 25 de Mayo (función gratuita).
  • Entradas y más información aquí: https://vivamoscultura.buenosaires.gob.ar/