Víctor Heredia y Abel Pintos escuchan atentamente la grabación de la noche en que Jorge Cafrune, sin permiso, cedió parte de su espacio para que por primera vez Mercedes Sosa cantara en el Festival de Cosquín. “Aunque se arme bronca”, dice el cantor y presenta a quien después de ofrecer “Canción del derrumbe indio”, ovacionada por esa plaza que por entonces era el fiel de la balanza del folklore, terminaría de entrar en el corazón y el gusto del público masivo.
“Esa actitud de ‘yo te doy mi escenario’ que tuvo Cafrune es la misma que ella mantuvo a lo largo de toda su carrera”, reflexiona Fabián Matus, hijo de Mercedes, contrapunteando el asombro del momento. “La gente de una punta a otra de la Argentina empezó a apoyarme. Entonces yo dije: este es el camino”, dice la misma Mercedes desde una entrevista de archivo.
Este es uno de los tantos pasajes emocionantes del capítulo que Bios. Vidas que marcaron la tuya, la serie realizada por National Geographic Original Productions, dedica a la gran cantora tucumana y que ya está disponible en la plataforma Star+. Todas las voces todas, o por lo menos muchas, son las que rearman la vida y la figura de Mercedes Sosa, en un relato sólido y bien articulado, cuidadosamente direccionado a resaltar cualidades y describir circunstancias a través de testimonios de familiares y colegas.
Abel Pintos es el conductor, el encargado de ordenar la trama biográfica de la cantora, que en estricto orden cronológico se va urdiendo con los testimonios de su hijo Fabián y también de sus nietos Araceli y Agustín Matus; de su sobrina, la periodista Maby Sosa; de su biógrafo, el escritor Rodolfo Braceli, y del historiador Felipe Pigna. Hay también fotografías y filmaciones de época y en la larga lista de artistas que aportan recuerdos, anécdotas o reflexiones, están Gilberto Gil, Víctor Heredia, Teresa Parodi, Charly García, Liliana Herrero, Popi Spatocco, Soledad Pastorutti, Fito Páez, Pedro Aznar, David Lebon, Julia Zenko y Charo Bogarín, entre muchas y muchos otros.
La vida y el canto
Desde ese guiño feliz del destino que la hizo nacer en mismo día y en el mismo lugar en que la patria declaró su independencia --en Tucumán, un 9 de julio--, hasta el saludo final de octubre 2009, con honores de embajadora en el Congreso de la Nación y rodeada del afecto de un pueblo doloroso y agradecido, hay un arco vertiginoso de tiempo, que el documental hilvana entre la biografía de la protagonista y contexto del país que la contiene.
Una infancia materialmente pobre, pero rica de afecto familiar; su presentación en un concurso de cantores con el nombre de Gladys Osorio --nombre de una tía y apellido de una vecina-- para que en casa no se enteren; el casamiento con Oscar Matus, padre de su hijo; el traslado a Mendoza y la concepción del Manifiesto del Nuevo Cancionero, marcan la primera etapa de la cantora, que después de su primera aparición en Cosquín alumbraría una dimensión moral distinta para el oficio del canto.
“Tuvo la sensibilidad de saber que es posible producir un horizonte sonoro novedoso”, dice Liliana Herrero en un momento del relato. “Cuántas mujeres, en el interior del país, nos mirábamos en Mercedes y pensábamos que porque ella estaba haciendo ese camino, para nosotras también era posible. ¡Se puede hacer ese camino! Aunque tengas hijos, aunque tu rol en la sociedad sea culturalmente otro”, agrega Teresa Parodi más adelante.
El abandono de Matus; la peregrinación por pensiones con su hijo y por las peñas con su bombo; la llegada de Pocho Mazzitelli, el compañero de vida que también le ordenó su carrera; los repertorios siempre bien elegidos y el protagonismo en Mujeres argentinas, la obra de Ariel Ramírez y Félix Luna, son otros momentos que jalonan la historia. “En ese repertorio ella reflejaba una parte de lo que había vivido como mujer. En ‘Alfonsina y el mar’ o en ‘Juana Azurduy’ está hablando de ella misma”, comenta Víctor Heredia.
Vendrían después otros hechos importantes, como el disco dedicado a la obra de Violeta Parra --sobre el que Pigna destaca la coincidencia con el mandato de Salvador Allende en Chile--, o en 1972, cuando cantó en el Teatro Colón y no tuvo el mínimo gesto hacia el dictador Lanusse, que de todas maneras se paró para aplaudirla.
El compromiso de vivir
Comenzaban lo ardientes años ’70 y Mercedes cantaba como pensaba, prolongando su natural conflicto con la idea tradicional y dominante de folklore: “Hay gente en este ambiente que no quiere pensar”, dice en un momento la cantora, cuando todavía no hacía caso a las primeras amenazas de la Triple A. La muerte de Mazzitelli en febrero de 1978 --“Pocho se me murió en lo mejor de la vida”--, el episodio de Almacén San Jorge en octubre de ese año, cuando fue llevada presa con el público; la prohibición de cantar en Pinamar en enero del ’79; el exilio y sus dolores. “Sacarme a mí fue una equivocación muy grande. Porque largaron al mundo a una artista que ya era famosa en Europa a hacer una prensa en contra de ellos”, reflexiona Mercedes.
El relato del regreso triunfal en febrero del ’82 marca la segunda parte de la vida de Mercedes y del documental. Abriéndose a repertorios diversos, la cantora fue capaz de reunir sobre un mismo escenario personalidades artísticas tan distintas como Ariel Ramírez, Charly García, Antonio Tarragó Ros, León Gieco. Es el momento en el que empieza a tomar forma otra historia para la música argentina, hasta ahí, salvo algunas excepciones, celosamente fraccionada en géneros. “Mercedes Sosa le recordó al rock que debe ser libre”, dice Fito Páez. Las puertas abiertas de Brasil, la soledad, la salud, la tristeza, la depresión, la grieta emocional y varias peripecias artísticas son otros expedientes que se abordan en un relato que durante sus casi dos horas de duración mantiene un registro expresivo uniforme, celebrando más que problematizando.
Escenas del velorio en el Congreso, donde Maradona sintetiza “murió la diosa de libertad”, encaminan hacia la conclusión un documental que logra retratar sin dobleces a una figura que caló hondo en la sensibilidad de un pueblo que no olvida a los que le cantaron bien. Una vida hecha del a veces doloroso compromiso de vivir y la inalterable alegría de cantar.