Este martes 26 de abril se cumplen nueve años del más desquiciado ataque que se tenga memoria a un centro de salud pública de un estado democrático. En aquella fecha de 2013, una multitud de policías irrumpieron en el predio del Hospital Neuropsiquiátrico José Tiburcio Borda de la Ciudad de Buenos Aires. Durante horas, pacientes, médicos, psicólogos, terapistas, enfermeros, legisladores y hasta periodistas fueron víctimas de las balas, gases, golpes y bastonazos que las fuerzas dependientes del entonces jefe de gobierno Mauricio Macri aplicaron con saña demencial. En definitiva, un descomunal y delirante ataque por el cual una vez más quedaba demostrado lo arbitrario y falaz que supone la segregación como mera respuesta al fenómeno de la locura.
Por lo pronto, un reciente episodio habla del oscuro desvarío de quienes aún tienen a cargo la administración de esta ciudad. Pocos días atrás, en plena calle, un indigente que padece una seria afección anímica golpeó con un fierro en la cabeza a una mujer policía en el barrio de Palermo. Tras lo cual, este mismo hombre, que ya había atacado a varias mujeres (el loco del palo lo llamaban), tomó la pistola que portaba la agente y le disparó en nueve oportunidades sin lograr, afortunadamente, que las balas dañaran su cuerpo.
Bien, mientras el presidente de la Nación acaba de anunciar la Estrategia Nacional de Salud Mental que tendrá “una perspectiva de derechos, libre de violencias y con respeto a las diversidades”, el jefe de gobierno citadino --supuesto encargado de velar por la seguridad física y psíquica de los porteños--, emitió un tuit cuyo texto denomina “delincuente” a este indigente que ya había dado muestras por demás contundentes de necesitar asistencia psicológica, médica y un techo digno donde llevar adelante un tratamiento para restablecerse. Es decir, el funcionario emite un juicio por el cual se estigmatiza a una persona que sufre graves problemas de salud mental. Como bien indica el oportuno comunicado de la Asociación Argentina de Salud Mental sobre este tema: “Asociar la violencia y el delito al sufrimiento psíquico no es más que un acto de violencia simbólica”. Tamaña actitud se explica por el descuido que, en lo que a Salud Mental se refiere, caracteriza a la gestión del Pro en la capital de nuestro país, una de las pocas jurisdicciones “que no ha iniciado un proceso de reforma del sistema de salud mental”.
Un breve repaso de esta conducción neoliberal habla por sí solo. Sea el intento de subastar el Centro de Salud Mental N° 1; la drástica reducción de residentes y concurrentes en psicología; los intentos de restauración de la lógica manicomial con la consecuente desestimación del criterio interdisciplinar; la transgresión a la ley 448 de Salud Mental de la Ciudad de Buenos Aires y muchos atropellos más son muestras de que las balas, los gases, los golpes y los bastonazos del 26 de abril de 2013 forman parte de la política de Salud Mental en particular --y de Salud Pública en general-- que el neoliberalismo aplicó a nivel nacional y hoy pretende continuar en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires, con absoluta indiferencia y desprecio para con la salud de las personas, tal como el episodio de la agente agredida lo demuestra.
Lo cierto es que el indigente es hoy --tal como se dice en psicología institucional--, un analizador privilegiado, es decir un rasgo o una característica que por sí sola sirve para interrogar toda una época o circunstancia: un vivo testimonio sobre cómo llegamos al actual estado de cosas en el mundo. Por algo, Jacques Alain Miller plantea: “en nuestras calles de la sociedad de la abundancia se multiplican los mendigos. (...) Hoy no puede hacerse su elogio: son desempleados. Es muy difícil recuperar el valor eminente que el mendigo tuvo en la historia, antes que el trabajo se volviera un valor esencial, antes que entrara en el superyó. Hubo una cultura de la mendicidad, un mito del mendigo. En el Medioevo, volverse mendigo era un recurso. (...) Claro que hoy pueden caer bajo la crítica de ser una boca inútil. Hoy se trata mal a las bocas inútiles. Pues bien, es lo contrario: las bocas inútiles son muy útiles. Se consagran a hacer presente el agujero; un agujero con derechos sobre quienes tienen, sobre quienes están colmados. Es una invitación a que éstos se descompleten” (de hecho hoy en nuestro país se discute el impuesto a la renta inesperada).
Bien podemos concluir entonces que la agresión del indigente es un retorno --uno más-- de aquel demencial asalto al Hospital Borda: una persona con graves problemas anímicos desatendida que ataca a un agente de policía. Una vez más: ¿de qué lado del muro está la locura?
Desde este punto de vista, el ataque al Borda constituye el hito que testimonia los efectos de un mórbido discurso: la patética escenificación del daño que la retórica de los Ceos ha intentado ejercer ejercido sobre el sentido común de las personas; es decir: sobre los valores que --como dice Freud-- brindan cohesión a una comunidad hablante. “Qué locura”, dijo aquel día Macri, para desentenderse una vez más de su responsabilidad por los atropellos al bienestar de los ciudadanos. Se trata de que el gobierno de los Ceos buscó desorientar a la sociedad argentina con un discurso basado en hacer responsable al Otro de las defecciones y trampas propias, tal como hoy practica el Jefe de Gobierno al tratar de delincuente a quien necesita ser asistido con los derechos básicos que garantiza la Constitución Nacional: salud, vivienda y justicia.
Como es de público conocimiento, el oscuro motivo que palpitaba tras aquella barbarie no era otro que el de apoderarse de los terrenos del hospital para así concretar fabulosos negocios inmobiliarios a beneficio de unos pocos. Es que para la aberrante ideología de los Ceos la salud pública era y es un gasto al que llaman populismo. Nueve años después, la pandemia ha demostrado que el deterioro de la salud pública provocado por las políticas neoliberales resulta letal para la marcha de la economía. Una vez más quedaba claro que la binaria alternativa entre salud pública y economía es falsa: sin salud para los trabajadores no hay riqueza sustentable, a no ser el sórdido beneficio del que saca provecho una ínfima parte de la población mundial.
En suma, se trata de la maniobra perversa por excelencia, un recurso nefasto cuyo ulterior desenlace no es otro que el empobrecimiento simbólico por el cual las palabras pierden su capacidad para tramitar el dolor. Para decirlo todo: el neoliberalismo te hace hablar para que no digas nada. Desde esta perspectiva, el ataque al Borda --nombre emblemático de la Salud Mental en la República Argentina-- no obedeció a un hecho aislado gestado por un piquete de policías exaltados sino, antes bien, su comisión respondió al ánimo con que una dirigencia ruin pretende enloquecer a la sociedad toda.
Sergio Zabalza es psicoanalista. Doctor en Psicología de la Universidad de Buenos Aires.