Los temas de la Justicia vienen ocupando tiempo y espacio en el sistema de medios, Pero a pesar de su trascendencia el asunto está muy lejos de la agenda popular y de las preocupaciones de “la gente común”. Si bien es indiscutible la incidencia de la cuestión en la vida cotidiana de las personas el asunto no está en la agenda popular. Los pobres saben que “la justicia es para los ricos”.

Ni qué decir que sin justicia legítima la democracia se devalúa y puede terminar traicionada en su esencia.

Siendo así ¿por qué gran parte de la ciudadanía no se interesa por lo que hace el Poder Judicial?

Varios motivos. Uno de ellos radica en la deficiente educación cívica y ciudadana sobre la materia o directamente la ausencia de la misma. En la educación no se problematiza de manera adecuada y suficiente sobre la importancia de la administración de justicia. Tampoco hay una mirada crítica sobre el funcionamiento del Poder Judicial, lo cual implicaría –entre otros temas- desenmascarar los vínculos entre gran parte de los magistrados y el poder económico y político, pero también poner en tela de juicio los mecanismos de administración de justicia que privilegian –en todos los sentidos- a quienes tienen el poder institucional, político y/o económico.

Otra razón está emparentada con el funcionamiento corporativo de quienes integran el Poder Judicial. No en vano más de una vez se ha señalado la existencia de una “casta judicial” amparada en prerrogativas que no tienen otros ciudadanos y en fueros que exceden en mucho lo necesario para cumplir a cabalidad con las funciones asignadas. La corporación se abroquela, defiende sus privilegios e impone condiciones al resto de los poderes sin que nadie le ponga límites. Los ejemplos están a la vista.

Pero existe también un motivo comunicacional relacionado con los anteriores: no hay explicaciones claras para poner en evidencia los modos de actuar, las alianzas y las estrategias del Poder Judicial; que desenmascaren sus trapisondas políticas y jurídicas; que denuncien las maniobras y las ponga en evidencia. Casi que se podría decir que “de esto no se habla” de manera pública y transparente en el sistema de medios.

Porque existe una alianza expresa y manifiesta entre el Poder Judicial y los conglomerados concentrados de poder mediático; porque quienes ejercen la administración de justicia están al servicio de los poderes económicos y de éstos últimos dependen también las grandes corporaciones mediáticas. El discurso de los medios alimenta la lógica del Poder Judicial y éste coopera con los medios para construir un relato que sirva a los propósitos del poder. Una suerte de alianza siniestra y reñida con la tan mentada “institucionalidad democrática”. Más aún, con la división de poderes que es uno de los pilares de la democracia moderna.

Modificar esta situación es una responsabilidad política y una tarea atribuible a quienes ejercen la gestión del gobierno. Porque de ellos depende cambiar las reglas de juego, las condiciones estructurales de la comunicación, de manera tal de garantizar el acceso de otras voces al escenario público y a los oídos ciudadanos.

Pero también porque es necesaria una labor comunicacional y pedagógica destinada a esclarecer, a mostrar, educar y, por supuesto, denunciar poniendo en evidencia las inequidades que importa el ejercicio actual de la justicia. Esta es una responsabilidad que le compete en primer lugar a la política. Si los actores políticos no se hacen cargo de esta tarea y de modo tal que las conexiones queden explicitadas será totalmente imposible que el ciudadano de a pie incorpore los actos de la justicia a su vida cotidiana, salvo cuando es flagrantemente perjudicado. Pero para hacerlo también habrá que actuar sobre el sistema corporativo de medios, para desenmascarar alianzas y complicidades y para democratizar de una vez por todas la comunicación en el país, garantizando pluralidad y diversidad de voces y para que los y las que explican no sean siempre los mismos usando idénticos argumentos a los que utilizan los poderes concentrados.

Sin comunicación democrática tampoco habrá justicia democrática.

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