El 26 de abril es celebrado como el Día Internacional de la Visibilidad Lésbica en varios países del mundo. Desde su nacimiento en España en 2008 se ha ido extendiendo incluso por América Latina hasta Ecuador, Colombia, México, Perú y Venezuela entre otros.
Lesbianas por el mundo. ¿Por qué en Argentina el Día de la visibilidad se celebra en otra fecha?
En Argentina, en cambio, si hablamos del Día de la Visibilidad lésbica, la fecha indiscutible es el 7 de marzo, donde la comunidad lésbica lleva como bandera inclaudicable la cara de la Pepa Gaitán, asesinada, por ser una lesbiana visible, en esa fecha en 2011.
Otros países tienen los propios: en Brasil se celebra cada 29 de agosto, en Chile cada 9 de julio, en Paraguay los 16 de septiembre e incluso existe también el Día Internacional de la Lesbiana (no de su Visibilidad), que se celebra los 8 de Octubre desde 1990.
Esa palabra, visibilidad, es el quid de la cuestión. Representa el esfuerzo y el trabajo constante de tener que nombrarte lesbiana/e en cada espacio, combatiendo la trampa de la heterosexualidad obligatoria. No es una presunción ingenua que te llamen por otro nombre, un olvido o una confusión, es el borramiento continuo de un tipo de existencia.
Desde que nacemos transitamos todo tipo de instituciones plagadas de estereotipos, desde la familia, pasando por escuelas y universidades, hasta empresas, organismos o trabajos en los que se repiten siempre los dos casilleros M - H, se repiten las preguntas: “¿Y el novio?”, se repiten los castigos si no sos “normal” (heterosexual). En la televisión, películas o novelas se repite el beso paki tan esperado y sus pakidramas. En las publicidades la seducción del desodorante magnético y masculino que atrae chicas. La repetición del binomio tiene un rol central y picotea el inconsciente como un pájaro carpintero, generando incluso tanto odio introyectado que hasta modifica y regula el deseo, la sociabilidad, los gestos.
Ser una/e lesbiana/e visible entonces no solo nace como respuesta a la normalización y al disciplinamiento recibido desde la infancia, sino que también es una celebración de la resistencia, la puesta en práctica del orgullo. Aparecer orgullosamente en la escena pública como lesbiana/e es arrebatar el sentido en el que siempre la historia paki narró las disidencias, sacudir el mote de lo abyecto, del famoso closet. Aparecer. Simplemente. También para que otras/es sepan que no están solas/es.
Monique Wittig y la tercera posición: ¿Por qué las lesbianas no se consideran mujeres?
La violencia y el lesbo-odio están muy lejos de poder sintetizarse diciendo que el “problema” es “amar a otra mujer”. El problema es que las/es lesbianas/es no sólo no son heterosexuales, sino que la mayoría tampoco se considera mujer. Monique Wittig lo describe como “prófugas de nuestra clase” tomando al binomio hombre - mujer como categorías políticas a las cuales se le atribuyen diferentes obligaciones, privilegios y hasta capitales/ remuneraciones, funcionando de manera codependiente.
Una/e lesbiana/e se inscribe en ese contexto como una tercera posición, una categoría que rompe ese binomio y por lo tanto genera tanta incomodidad que debe ser urgentemente normalizada y disciplinada, como sucedió con Higui al grito de “lesbiana de mierda” o en el asesinato de la Pepa Gaitán. Lo que incomoda es una existencia rebelde que expone la violencia y el miedo que genera desestabilizar un sistema llamado patriarcado.
“Lesbiana lesbiana lesbiana lesbiana, decirlo tantas veces como las que se lo calló. Decir lesbiana es iluminar una porción de realidad, velada por las gruesas sombras de la dominación hetero, correr el cerrado horizonte de su normativa genocida. Nombrarse es la tumba de la opacidad, su combustión”, escribía Macky Corbalán, poeta lesbiana neuquina.
Mucho más que una opción de vida individual: ¿Qué significa ser lesbiana hoy?
La gama de lesbianismos queda así muy corrida de una opción individual de vida, o de cierta energía erótica/romántica dirigida a mujeres y lesbianas. Lo que se abre es una nueva manera de pensar el mundo, la posibilidad infinita de plantear otras vidas posibles desde la libertad de la fuga.
Al ser consultada sobre la militancia y la visibilidad, la periodista e histórica militante lésbica Adriana Carrasco, responde: “El término ‘visibilidad’ se queda corto cuando nos referimos a las lesbianas. Nuestra bandera, cuando empecé a militar lesbianismo desde el feminismo en 1986, era la ‘existencia’ lesbiana. La existencia, obviamente, es condición de posibilidad, de visibilidad, sonoridad, etcétera”.
La aparición de nuevos pactos sociales y vincularidades se hacen necesarios en los lesbianismos, dando la posibilidad de diseñarlos, sui generis. Desde jerarquizar las amistades por sobre “la pareja” hasta erotizarlas. Construir una hipótesis donde la familia sean los vínculos elegidos, incluso con la ex, por ejemplo, cosa que la heterosexualidad no admitiría jamás. Sumando el desafío de poder pensar una masculinidad que no sea solamente de varones o que incluso una persona no binarie pueda percibirse orgullosamente como lesbiane.
Más que nunca la existencia lesbiana se encuentra en una ebullición que exige imaginación política como desafío para lo que vendrá, y un esfuerzo interpretativo para lo que es hoy. La fluidez de las identidades contemporáneas, de quienes han crecido al calor de la Ley de Matrimonio Igualitario o La Ley de Identidad de Género llevan a su propio ritmo la transmutación de aquellas luchas ganadas en el pasado. Esas fechas que hoy celebramos, en todos los días en que sea posible, como excusa o derecho, decir una y otra vez, tortas, tortilleras, marimachas, lesbianas, lesbianes, lesbianxs: visibles.