En dos horas de entrevista, Alejandro Schuster se muestra eufórico, emocionado, molesto, inseguro y esperanzado. Invita el almuerzo. Se declara fanático de Adrián Dárgelos y de Babasonicos. También de Manuel Moretti. Asegura que Andrés Calamaro es lo más grande que hay. Recuerda a Palo Pandolfo, imita su voz. Elogia a Joaquín Levinton y a su capacidad de componer temas populares. Reconoce que él, en cambio, todavía no se ganó un lugar en el mapa cancionero argentino. Lagrimea un poco cuando reflexiona sobre su carrera. Sus ojos se enrojecen y pide disculpas. Reconoce que nunca es feliz del todo, que sabe que eso es imposible. Que igual lo intenta. Considera que tiene trastorno de ansiedad. Nadie lo diagnosticó. Dice que necesita destruir todo lo que construye. Confiesa que Al fin será, el inminente disco de su banda, Viva Elástico, le permite flashear por primera vez con la música que hace. Le da play al álbum en una computadora que tiene la pantalla destrozada. Escucha, canta y baila como si fuera el fanático número uno del grupo. Nombra las referencias que tomó para componer y producirlo: Suede, David Bowie, Air, Spiritualized, Tame Impala, Arcade Fire, Bryan Ferry, Virus, The Horrors, Kaputt de Destroyer, Julian Casablancas, “Another One Bites the Dust”, de Queen. No almuerza.
El cuarto disco de Viva Elástico se publicará el 19 de mayo. Al fin será es el sucesor de No es privado (2017). En el álbum, la banda que completan Jean Jacques Peyronel, Juan Manuel García Del Val y Emanuel Saez vuelve a mostrarse versátil. Va al pop sin dejar las guitarras y ofrece algunos de los estribillos más pegadizos de su historia, lo cual es bastante en un grupo que siempre hizo canciones que se instalan en la mente y no se van con facilidad.
“Es el mejor disco en el que yo trabajé”, dice Schuster en su departamento de Villa Crespo. Está motivado y entusiasmado. Sabe que cada vez que su discografía se renueva surge una idea que ya es un lugar común: que Viva Elástico es una de las bandas más interesantes del rock argentino actual. “Nadie te va a decir que Viva Elástico es malo. Todos te van a decir que es buenísimo y que yo soy un genio”, reconoce con escepticismo, como si esos elogios fueran solamente palabras hechas, palmaditas en la espalda que en el fondo no significan nada porque después de todo, después de que el grupo fuera considerado el próximo gran hit, Alejandro hoy tiene que mezclar y producir artistas ajenos para pagar las expensas.
“Yo en la juventud creía que era el mejor y que existía Oasis acá en Argentina, ¿entendés? Ahora me doy cuenta de que la música se trabaja”, dice. Alejandro habla de cuando tenía 25 años, la época de Agua, sal y fiebre, su segundo álbum, el momento en que Viva Elástico parecía el grupo al que se le iba a prestar atención para siempre. Eso pronosticaba la prensa especializada, que lo ubicaba en los primeros lugares de la fila hacia la masividad. Rock de guitarras, indie, post punk, new wave y una oscuridad que se mezclaba con letras inteligentes y melodías irresistibles. Todo liderado por un cantante y letrista capaz de llevar a sus fans hacia la tristeza y a la felicidad en un solo verso. Al fin será, con ese título que quiere ser profético, es un nuevo intento de conseguir la canción perfecta sin perder la esencia. Una lucha que nadie hubiera asegurado que iba a tardar tanto.
Hoy Alejandro tiene 35 años. En un pequeño cuarto de su departamento reproduce “Al fin será”, la canción que le da título al disco. “Ahora viene el himno del brit pop”, anticipa. La describe como una piña en la cara. “Contando los pasos no importa llegar/ Desata el nudo de tus zapatillas/ No creas pavadas/ Y volvelo a atar”, dice la letra. Cuando termina la pone de nuevo. Pide atención. El sol otoñal de las tres de la tarde se mete por un costado de la pieza pero Alejandro es el que brilla. Flota sobre sus temas. “Al fin será/ Todo lo que fuimos será”. Sube el volumen, canta encima de su propia grabación. Cierra los ojos. La intensidad va en aumento. No es un show pero podría serlo.
Viva Elástico amaga con Al fin será desde hace rato. “Rebeldía y swing” fue la primera canción en ser publicada, en 2019. Desde entonces la banda soltó singles que armaron el camino hacia el disco. “Reo y solitario”, “Ardiendo en la arena” (“Amo esta canción, ponelo en la nota”), “Algo de mí, algo de vos”, con Jorge Serrano, y el reciente “Siguiendo la huella no llego a París”. En el medio pasó de todo: cambios de formación, excesos, shows erráticos y varios videos.
Alejandro canta que “atrás quedó el delirio”. Busca una estabilidad sincera. Advierte que “no existe la cordura si la usan para caretear”. Así dice uno de sus versos preferidos del álbum. Está en “Vos sos lo más”, un tema dedicado a Nico, uno de sus grandes amigos, ya fallecido. Cita la frase más de una vez durante la entrevista. Pero hay otras. Algunas podrían resumir su presente. “Ya no quiero nada y eso es bueno”, es una ellas.
“Mi fantasía de la vida es poder ver el cielo sin compromisos, porque estoy muy preocupado por la realidad. Es una paz muy grande cuando siento que puedo quedarme tranquilo. Lamentablemente eso también tiene que ver con las adicciones. Con el consumo del alcohol y de las drogas”, dice.
El grupo trabajó con Álvaro Villagra y Héctor Castillo. Alejandro está particularmente fascinado por el trabajo del venezolano. No puede creer que alguna de sus canciones hayan sido mezcladas por el ingeniero de Cerati. Sin embargo, no se dejó intimidar. Entre risas reconoce que presionó para que sus ideas se plasmaran. “Yo soy re manija. Ellos no están acostumbrados a esto, pero yo soy pasional”. dice.
Alejandro cree que las mejores canciones del disco son las que todavía no fueron publicadas. Como “Rascacielos pacifistas”, con coros de la patagónica Sol Fernández, voz del grupo Enero Será Mío. Allí se escucha “Puede que no tenga prisa/ Pero siento la presión”. Al estar todos juntos, los singles anteriores cobran otra dimensión. Mejoran. Con los temas inéditos conforman un gran álbum.
“¿Sabés qué me hizo mejor músico? La dignidad de poder lograr reivindicarme conmigo mismo”, dice Alejandro, aunque enseguida agrega que todo el tiempo siente que le falta algo. Cuenta que a veces, debajo del agua de la ducha, se habla y se pide una pausa. “Estás haciendo lo que te gusta. ¿Qué más querés?”, se pregunta. Por supuesto, la respuesta, como en su música, no agarra por el camino de la comodidad: “Y... quiero más”.