"Tenés más pinta de rockero que de folklorista". Según cuenta la leyenda, la madre de Marián y el Chango Farías Gómez, lo miró cruzado al Ica Novo. Le cobró el peaje por llegar tarde al asado. El músico cordobés había tocado la noche anterior en un boliche del barrio de Córdoba y cayó pasadas las 17, justo cuando se estaba armando la guitarreada. Siempre se supo, Ica tenía su propio reloj interno. Entró y se sentó en el medio de Marián Farías Gómez y de Julio Paz y Roberto Cantos del Dúo Coplanacu. En un momento, Marián le pidió que la acompañara al bombo. Otra vez salió al cruce la madre de los Farías Gómez. “¿Cómo habiendo dos santiagueños presentes le vas a pedir a un cordobés que toque el bombo”. Marian niega que haya ocurrido así, pero la anécdota ya forma parte del folklore. Ica Novo, nacido en Dean Funes, criado en un hogar de musiqueros y poetas, discípulo del swing criollo que había aprendido de Adolfo Abalos en el piano, se fue de la casa tan enojado y frustrado que mientras caminaba por la calle imaginó una respuesta a manera de venganza.
En el camino hasta llegar a la casa de su madre le surgió la música completa y los primeros versos de una chacarera que se convertiría en bandera: “En Santiago la chacarera tiene la gracia que en el mar tiene el pez, pero escuchen esta que traigo del fondo del norte cordobés”. Dos años más tarde, “Del norte cordobés” circulaba en peñas y guitarreadas. Los primeros que la grabaron fueron Los Carabajal, iconos del linaje santiagueño de la chacarera. De alguna manera, la venganza del autor cordobés se había cumplido. Con ese mismo tema, Ica Novo se consagró en el festival de folklore en Cosquín en 1992. Cuatro años después, una joven de 16 años llamada Soledad la transformaría definitivamente en un clásico popular. De allí en adelante, el nombre del compositor se transformaría en el sinónimo de una canción nueva en el folklore.
Ica Novo murió a los 70 años en Córdoba y dejó un legado de obras que están instaladas en el sentir de los aficionados a la música popular: “Del norte cordobés”, “Zamba como la de antes”, “Persiguiendo al viento”, “Serenatero de bombos”, “La repiqueteada”, “Malambo argentino”, “Yo toco solo bombo”, y “Chacarera de Ischilín”. Lo grabaron desde Mercedes Sosa hasta Peteco Carabajal. “Del norte cordobés”, con unas sesenta versiones registradas en Sadaic, fue cantada hasta por un coro de niños en la India para la Madre Teresa de Calcuta, que pidió que le hicieran un bis del tema.
La noticia de su muerte la dio su hermana menor, María Elena. “Mi corazón está destrozado, después de pelearla como un campeón mi amadísimo hermano Ica Novo se fue de este mundo. Mi hermano mayor, el que me enseñó a oír buena música, me hizo fanática de Los Andariegos, de Los Nocheros de Anta, entre otros, y el que me inició en la militancia en el peronismo. Todo esto mamado en nuestra casa, con un padre de gusto exquisito por la música y una madre militante peronista. Ica, sos eterno en nosotros los que te amamos”, escribió en su cuenta oficial de Facebook, este martes a la mañana.
Julio Paz, cantante, bombisto, integrante fundador del Dúo Coplanacu y compinche de aquellos primeros años en una Córdoba efervescente de folklore en los años '90 recuerda esa época de bohemia. “El Ica fue un motor, un generador de cambios, pero también alguien que tenía una mirada profundo sobre las cosas tradicionales, lo anterior, una mirada muy aguda sobre esa historia. Pisando sobre la tradición hizo una proyección de esta música. También fue un generador de ideas como la peña joven. Nosotros agarramos una posta de lo que hizo el Ica junto al Bicho Díaz de la primera peña joven en Cosquín, en la Sociedad Española. Pero el recuerdo más lindo es cuando nos juntábamos a cantar a su vuelta de España. Andábamos cantando en alguna peña, un bar o en la casa de alguien. Eramos muy cumpas. Un día apareció a las 7 de la mañana. No sé de donde venía y me mostró la primera parte de 'Zamba como las de antes' y me pareció hermosísima. Después la grabamos con Coplanacu”.
Eran los años '90. Era la época que todos cantaban y bailaban sus chacareras y sus zambas. “Creo que parte del éxito era que son canciones compuestas por un bailarín, para los bailarines”, dijo en una entrevista. Ica Novo era uno de los autores que habían logrado una impronta moderna y renovadora, un gesto de arrebato distinto en el concepto de lo folklórico: letras que medularmente se sostenían en un lenguaje popular y un sentimiento bailable, pero que tenían una referencia con aquellos que lo habían modelado, como los Hermanos Abalos, Carlos Di Fulvio y Eduardo Lagos.
Formó parte de una cofradía musical cordobesa, hippie y memorable, a mediados de los años '80, cuando regresó al país después de estar diez años en España. Vivió en comunidad con otros músicos y participó de toda una atmósfera de experimentación criolla, entre la tradición y los sonidos eléctricos, que habían dejado agrupaciones como la MPA. También adhirió a una nueva corriente de bailarines sin las ataduras coreográficas de la academia. Ica Novo tomó ese renovado impulso de creación y espíritu joven que corría por las calles de Córdoba, y lo convirtió en un campo para desarrollar sus nuevas ideas dentro del baile y la música. “Toda mi vida intenté fusionar los sonidos y las vivencias de un mundo con los códigos nuestros, en nuestro idioma. Pero también busqué espacios donde nuestra música se bailara con naturalidad. Creo que las primeras peñas, que fueron muy participativas y con mucha juventud, las hicimos nosotros, en Cosquín, en 1995. Pusimos las mesas más atrás para que se baile; ése es uno de los ritos de encuentro más importantes. La idea no es establecer una relación vertical del arte entre la inspiración y la realización sino lograr que eso se expanda”.
Ica Novo formó parte de una estirpe de artistas como Raúl Carnota o el propio Chango Farías Gómez, que crearon nuevas reglas de juego para la música popular, donde la discusión semántica entre lo que es y no es folklore siempre quedó inhabilitada frente a su obra. A Ica Novo, un gran refutador de esos discursos, a veces incluso provocador con sus frases, y con una discografía errática, pero que siempre proponía una aventura musical nueva, le gustaba correrse de las etiquetas. “Soy una mezcla de campo y de zona urbana; de tierra, cielo, metal y madera; analógico y digital. Aunque es bueno adherir a algo. La pertenencia es importante para tener un idioma desde el cual traducirse a los demás”, le dijo al periodista Mauro Apicella en 2003.
Ica Novo, cantor, compositor, guitarrista, bailarín y estudiante de arquitectura, tradujo el ADN sonoro de su aldea con sus propios códigos, y se lo contó al mundo en zambas y chacareras.