Para una parte importante de la ciudadanía porteña, en estos días ocurrió un hecho político muy significativo en relación a las expectativas de mejorar su calidad de vida. Se trata del fallo del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad que convalidó las más de 50 mil firmas que apoyan la Iniciativa Popular (I P) para anular la privatización de los terrenos de Costa Salguero. La resolución es un revés para una de las grandes iniciativas de Horacio Rodríguez Larreta, enfilada al armado de un gran negocio constructivo que implicaría una insalvable mutilación ecológica para la Ciudad y la calidad de vida de sus habitantes.
La propuesta popular no sólo impide la utilización de nuestra costanera para un proyecto faraónico y antiecológico; sino que propone una alternativa de gran progreso para el pueblo porteño: destinar las tierras de nuestra rivera a la creación de un gran parque público de acceso gratuito.
En estos días, el jefe de Gobierno porteño se lanzó a una fenomenal campaña publicitaria bajo el eslogan “la transformación no para”, al mismo tiempo que se ocupaba de atacar a los pobres que reclaman y peticionan por las necesidades más elementales para sus familias. Este ya antiguo reflejo de las aristocracias argentinas, ahora “actualizadas” por nuevos afluentes de súper millonarios de las finanzas, las nuevas tecnologías y los fabricantes de alimentos, retomaron el viejo prejuicio de culpabilizar a los humildes de las perturbaciones que “sufren los porteños” y reclamando con inusitada vehemencia que se les retiren los apoyos estatales a los trabajadores que piden algo más de ingresos para que sus hijos e hijas puedan alimentarse. Especulan con una narrativa racista, dirigida a ciertos sectores sociales de nuestra ciudad y del país, instalando la idea de que los pobres deben ser descartados y, consecuentemente, reprimidos cuando reclaman porque “trastornan el tránsito”. Pero en realidad hay otro costado ominoso. Su presencia desnuda y exhibe las consecuencias sociales e inhumanas del modelo económico y del proyecto político de las derechas. Así, en plural, ya que ahora el poder real, luego de fabricar al macrismo y vaciar al radicalismo, está en trance de crear una ultraderecha fanática que se nutre de otra de sus creaciones: la anti política, el individualismo extremo y la negación de todo proyecto colectivo de carácter solidario y democrático.
Justamente, el mecanismo de la Iniciativa Popular instala una nueva perspectiva de participación ciudadana, que fortalece y enriquece el derecho expresado en el sufragio. Esta notable experiencia política demuestra que siempre es posible encontrar respuestas que se nutran de la propia sociedad, dando soluciones a sus necesidades colectivas.
Lo cierto es que hace poco más de un año se unieron un conjunto de organizaciones políticas que están integradas en el Frente de Todos, con núcleos ambientalistas, culturales, barriales, universitarios, juveniles y legisladores/as de la CABA para impedir este despropósito del gobierno porteño de clausurar nuestra rivera con moles de cemento y una diversidad de negocios conexos. La iniciativa superó el plan de las 40.000 firmas, el 1, 5% del padrón, y ahora deberá ser tratada obligatoriamente por la Legislatura.
Pero en la Ciudad de Buenos Aires no solo “pasan cosas”, sino que pasan “otras" cosas auténticas que expresan los reclamos de nuestra ciudadanía; como el masivo paro de médicos y enfermeras exigiendo aumento de salarios y rechazando el despido de estas últimas, contratadas en los hospitales públicos durante la pandemia, reconociendo su notable esfuerzo y conducta solidaria.
Además, continúa el rechazo en las barriadas, tanto de las más populares, como las de sectores de la clase media, a las edificaciones que van destruyendo la historia, la identidad y el propio tejido social de nuestra Ciudad. Las últimas movilizaciones fueron las del Bajo Belgrano, Núñez y Caballito reclamando la cancelación del “Proyecto de Parque Lineal”. En esta cuestión crucial para el futuro porteño, la ciudadanía fue tomando conciencia de que la multiplicación de torres generaría pérdidas de espacios verdes, un grave daño ambiental y la expulsión de las casas bajas de los ocupantes originales de los barrios. Entre el dilema del reclamo ciudadano y el de los desarrolladores de negocios inmobiliarios que vienen arrasando el espacio público a puro cemento, ruido y pérdida de luz y vegetación, Larreta eligió apoyar a los empresarios.
Lo cierto es que actualmente el rechazo a esta política ha crecido y se han ido creando núcleos de resistencia que fueron logrando frenar esta carrera por erigir edificios lo más altos posible, con el único fin de incrementar la superficie del negocio inmobiliario.
Por otra parte, la comunidad docente retoma un estado asambleario ante el intento pertinaz de Larreta y su patética ministra de reformar el Estatuto Docente, terminar con los profesorados con la particularidad que se proponen hacerlo excluyendo a los verdaderos hacedores de la educación: las maestras, maestros y profesores, unidos a las familias del alumnado de primaria y secundaria. Nuevamente Larreta, como lo hacía su preferida, M. E. Vidal, intenta actuar aplicando otro viejo prejuicio reaccionario: el anti sindicalismo. Estos neoliberales que se presentan como “modernos”, en realidad tienen una visión ideológica de educación pre sarmientina y privatista, negadora del rol del Estado en la educación y subestimando a la docencia, que ha sido consecuente con su vocación de defensa a la escuela pública un aporte insustituible para conformar un país democrático e igualitario.
Ciertamente, hay que transformar a nuestra ciudad, pero de verdad, convocando a la ciudadanía a participar de la gestión en las comunas, agregando su impronta, su opinión, vida, creatividad y potente energía. Esto sería transformar con una concepción auténticamente democrática. El marketing no transforma nada solo se trata de un poco más de gatopardismo.
* Secretario General del Partido Solidario y presidente del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos