“No hay pureza. Los modos del hacer capitalista nos cansan física y afectivamente. Queremos construir un paréntesis, una suspensión en el corazón de la bestia, para poder respirar. Encontrar las hendijas en las paredes del cuarto propio, desgastar con paciencia sus cimientos, ir y venir por sus porosidades, agrandar los agujeros del tejado. Nada menos propio que las palabras y el cuerpo”, dice un fragmento del manifiesto elaborado por Un cuarto Impropio, la red editorial que funcionará en el stand 1401 de la Feria del libro. Se trata de una alianza entre ocho sellos que vienen impulsando gran parte de las voces más representativas de la escena del libro independiente. En desafío a los formatos tradicionales y al motor mercantilista de la Feria -por encima de los reales intereses culturales-, esta red propuso una intervención muy concreta.
Desde marzo, Un cuarto impropio abrió una convocatoria, que no cerró aún, a editoriales de todo el país que por razones económicas y/o geográficas no puedan integrar la feria. La llamaron “Probador de libros” y será un espacio cómodo para la lectura -dispone de un sillón y una biblioteca-, destinado a la exposición y consulta, no venta, de los títulos que forman parte de estos catálogos indirectamente excluidos.
“La idea es que este probador esté en funcionamiento durante los 21 días de la feria, incluso en las jornadas profesionales. La convocatoria sigue abierta y pueden ir y dejar sus libros. Nosotrxs ya venimos participando activamente desde hace varios años de la feria, pagando de forma colectiva nuestros stands. El metro cuadrado de piso para alquilar a la Fundación del Libro sale alrededor de $30.000, entonces pensamos esta acción preguntándonos cuántas editoriales coordinadas por personas que se salen del mercado capitalista y heteronormado pueden participar. No son tantas. Maricas, queers, trans, lesbianas, no binaries, mujeres transfeministas que están de nuestro lado, nos unimos para generar un espacio anticapitalista y participativo. Los stands están pensados como pequeñas librerías; la feria se parece a un casino por esa cosa adrenalínica, nunca te sentás a leer (digo esto aunque hace mucho que trabajo en la feria y la amo)”, cuenta Dafne Pidemunt, editora, junto con Leticia Hernando, de La mariposa y la iguana, sello que junto con Documenta/ Escénicas, Gog y magog, Maravilla, Paisanita, Hecht, Monada y Nebliplateada, integra la impropiedad de este cuarto abierto.
“Casi todas las editoras que estamos ahí somos personas que leemos y escribimos y por eso tuvimos la idea de armar un espacio de calma -continúa Pidemunt-. Empezamos a pensar esta idea de impropiedad, de abrir el juego, de desterrar la idea de lo propio. Tenemos todas un pensamiento político anárquico, pensando en la anarquía originaria no en lo que vemos en los últimos años y que es bastante triste. Desde ahí parafraseamos el amado libro de Virginia Woolf y decidimos que el cuarto sea impropio”.
Ante la pregunta sobre la continuidad de esta red, una vez pasada la vigencia de la Feria, Dafne responde: “La idea es que sea el inicio de una red federal de editoriales que nos salimos de la heteronorma y de los sistemas de producción capitalistas, poder pensar en acciones colectivas como compras en Bibliotecas populares y generación de nuevos espacios. Yo tengo un montón de ideas y no paro de cranear y hacer gestiones. La idea es que esto continúe, que sea apenas un vestigio de lo que será la red. En los últimos años sabemos muy bien que los dos grandes monopolios han hecho una utilización de producción de literatura gay, trans, lesbiana. Tenemos el gran ejemplo de Las malas de Camila Sosa Villada, que venía siendo editada por Caballo negro, o Documenta escénica –que sacó lo que para mí es su mejor libro, El viaje inútil-. Gabriela Cabezón Cámara y Julián López pasaron de Eterna Cadencia a Random House. Tenemos mil ejemplos. Ni hablar de la teoría queer. Y a mí hay algo que me empezó a hacer ruido hace unos años, respecto de un editor que tenía una perimetral y durante el tiempo del juicio que le hicieron publicó libros feministas, de maternidades disidentes, sin pedirle permiso a las autoras. Nunca se sabe quién está detrás de la edición de un libro. Nuestro eje como editoras, al margen de lo que escribamos o publiquemos, es quienes estamos detrás”.