La Organización Mundial de la Salud (OMS) confirmó la primera muerte de un niño a causa de hepatitis aguda infantil. En total, como producto del brote en Europa y EEUU, se notificaron 190 casos, de los cuales el 10 por ciento debió ser intervenido quirúrgicamente para recibir un trasplante de hígado. Aún se desconoce el origen de las inflamaciones que sufren los pequeños en ese órgano, por lo que la comunidad médica y científica trabaja contrarreloj, con el objetivo de calibrar el diagnóstico y, de esta manera, especificar cuáles podrán ser los tratamientos más adecuados.
La hepatitis aguda infantil ya está presente en una decena de países y la OMS, en medio de una pandemia de covid-19 que parece retroceder en algunas regiones, levanta la guardia con el propósito de prevenir una futura epidemia. A Reino Unido (con 114 casos), se le sumaron Israel (12) por un lado y España, Dinamarca, Irlanda, Países Bajos, Italia, Francia, Noruega, Rumania, Bélgica y Estados Unidos por otro con menos de diez cada uno. Aún no hay datos ni evidencia contundente que permita afirmar qué enfermedades previas predisponen a los individuos a afrontar de una peor manera el cuadro de esta hepatitis.
“Contar con eventos de hepatitis fulminante constituye un hecho extremadamente raro en niños. Por eso, es natural de que exista un seguimiento de la situación a nivel global. También preocupa que emerja en varias naciones, porque implica que no se trata de un fenómeno localizado”, señala en diálogo con este diario Humberto Debat, virólogo e investigador del INTA en Córdoba.
Según informó el Centro Europeo para el Control y la Prevención de Enfermedades, los síntomas más comunes que identificaron en niños, niñas y adolescentes afectados fueron la diarrea y los vómitos, acompañados por dolor abdominal, ictericia (coloración amarilla en la piel) y niveles elevados de enzimas hepáticas. “Es una hepatitis que genera casos no tradicionales, en la medida en que en el hígado y en los fluidos de las personas infectadas no se detecta ninguno de los virus que sí se observan en el resto de las hepatitis que conocemos”, apunta Mario Lozano, virólogo del Conicet y de la Universidad Nacional de Quilmes. “Primero apareció en Gran Bretaña y después en varias naciones más. Es probable que también aparezca en Argentina. Si bien no son cifras alarmantes, reviste la particularidad de que afecta a la población infantil y eso la vuelve más peligrosa”, añadió.
Las hipótesis sobre el origen
En Europa, los científicos y las científicas buscan establecer nexos con alimentos o sustancias tóxicas que podrían haber desencadenado el problema.
Al momento, en 74 de los 170 casos fue identificado un adenovirus (“F41”) similar a los que pueden producir cuadros respiratorios y gastrointestinales leves. “En los análisis de Reino Unido, en el 75 por ciento de los primeros 100 casos se detectó un adenovirus, que suele generar gastroenteritis, por lo que los cuadros clínicos que se están observando con los problemas hepáticos no son muy típicos de este virus en particular. La ictericia indica fallas en el hígado”, expresa Debat. “Al detectarse este adenovirus en una cantidad importante de los afectados, hace pensar a los especialistas que podría estar relacionado con él. Pero es confuso, porque los adenovirus, casi nunca generan hepatitis. Sería una rareza si así ocurriera, pero no podemos descartar nada”. acota Lozano.
Ante la merma en la propagación del Sars CoV-2, otros virus comenzaron a propagarse. Si los niños y las niñas, durante la pandemia de la covid, no desarrollaron defensas para este adenovirus, puede que en la actualidad presenten cuadros más graves. Algo similar, para citar un ejemplo local, podría estar ocurriendo con el virus sincicial respiratorio, con brotes que emergen antes de lo previsto. Asimismo, también están los investigadores que apuntan que en el presente hay más casos, porque –gracias a la pandemia– mejoraron las estrategias de vigilancia epidemiológica.
¿Tiene que ver el Sars CoV-2?
“En Reino Unido, en 10 de 60 casos examinados de hepatitis también detectaron Sars CoV-2. Sin embargo, no es una variante distinta ni nada por el estilo. Al momento, se avanza con las tareas de secuenciación genómica para poder sostener con mayor evidencia cuál podría haber sido el desencadenante; quizás alguna toxina. Tampoco se descarta que pueda haber surgido una nueva cepa de adenovirus con características distintivas”, opina Debat. Otra de las hipótesis que vincula a la hepatitis con la pandemia actual es que “a mediano y largo plazo, la covid podría generar un cuadro hepático como producto de una reacción autoinmune”, propone Lozano.
Algo similar sucedió hacia 1920, cuando la famosa pandemia de gripe española (mal llamada de este modo porque surgió en Kansas, EEUU), se solapó con la encefalitis letárgica. “Es un cuadro neurológico, cuya causa no se conoce con precisión, aunque se supone que tuvo que ver con una respuesta autoinmune en algunas personas que padecieron la influenza pandémica de ese momento. Algo similar podría estar sucediendo con esta hepatitis”, menciona el virólogo del Conicet. Tampoco hay pruebas que señalen una conexión de la extraña afección con la inoculación de la vacuna anticovid. Según el Instituto Superior de Sanidad Italiano (ISS), que examina los casos de aquella nación, la mayoría de los individuos afectados no había sido previamente inmunizado con la vacuna contra el Sars CoV-2.
La hepatitis en el mundo
La hepatitis se caracteriza por una inflamación del hígado que potencialmente es mortal. Las cepas principales son la A, B, C, D y E, que se diferencian entre sí por sus modos de transmisión y la gravedad de la enfermedad que desencadenan. Según especifica la OMS, los tipos B y C ocasionan enfermedad crónica en cientos de millones de personas y, en esta línea, constituyen la causa más corriente vinculada a cirrosis hepática, cáncer y hepatitis viral. En el planeta, el organismo internacional estima que alrededor de 325 millones de personas sufren de la B y/o C.
Mientras que la A y la E se transmiten principalmente a través del contacto con alimentos o agua contaminados con las heces de una persona infectada; la B, la C y la D lo hacen a través del contacto con la sangre de alguien que tiene la enfermedad. La B y la D también se propagan a partir de fluidos corporales, por compartir jeringas o en relaciones sexuales sin protección. La buena noticia es que algunas hepatitis, como la A y la B, son prevenibles con la vacunación.
La estrategia mundial tiene el objetivo de reducir en un 90 por ciento las nuevas infecciones y en un 65 por ciento las defunciones por hepatitis entre 2016 y 2030. Según se estima, de aquí hacia el final de la década, se podrían evitar 4,5 millones de defunciones prematuras en países de ingresos bajos y medianos, mediante vacunación, pruebas de diagnóstico, medicamentos y campañas de educación.