Desde el primer monento la intérprete asume que está frente a una platea. Por eso el discurso que podría ser parte de una ceremonia, de una entrega de premios inconclusa, se transforma en espectáculo. Belén Pasqualini se convierte en Christiane por un proceso que une el relato, la narración que la tiene como autora, con la identificación con esa mujer que crea como personaje.
Pero el lugar de la autoría en Christiane es ambiguo como en todo biodrama. La protagonista real de esta historia se convirtió en autora de su vida. Belén toma la vida de su abuela, Christiane Dosne de Pascualini, médica experimental y la deshace en el escenario. Los datos que la descubren en una celebridad de la ciencia (su trabajo con Bernardo Houssey, el hecho de ser la primera mujer en integrar la Academia Nacional de Medicina) le interesan como la excepcionalidad de una vida de la que forma parte.
Si la palabra clave en cada episodio de la biografía de su abuela fue sangre, la pregunta que jamás se dice es cuánto inspiró esa vida aventurera, arriesgada, siempre impregnada por la curiosidad de la ciencia, a Belén, la autora e intérprete de este biodrama que hace de la biografia de su abuela una semblanza musical. Y es allí, en el modo de ligar la exactitud de la ciencia con el canto, con las variantes espectaculares que hacen de Christiane un musical científico, una pieza donde las palabras que se ciñen a la investigación parecerian inimaginables, donde el trabajo de Pascualini encuentra su mayor originalidad.
Christiane es un pequeño drama sobre la pasión cientifca que sobrevive a todo pero también es la manera en que la fuerza de una vocación contagia cada aspecto de una vida. Si Christiane no acepta postergar su carrera más allá de parir seis hijos (estamos hablando de la Buenos Aires de los años cuarenta), si se anima desde muy joven a la experiencia amorosa sin recatos en Francia, en Estados Unidos o en Argentina, es también porque esa travesía que la hace amar a sus ratones e indagar sobre las células, preguntarse por qué un cuerpo sano puede generar un tumor, la lleva a ver cada aspecto de la vida de un modo diferente.
Christiane llegó a la Argentina en 1942 siendo una joven de 22 años nacida en los suburbios de París, que ya había hecho un recorrido científico en Estados Unidos, país en el que se había enamorado y había sufrido su primera (y última) desilusión amorosa. Desembarca con una formación y un propósito, con una avidez por vivir más allá de cualquier norma. Lo que descubre Belén en ella es una voluntad que anida ahora en un cuerpo de cien años. Su relato se traduce en un cuerpo (el de la actriz) que se rompe y se desdobla, que se mimetiza con una voz que nunca pierde el acento francés, pero también, la interpretación de Pasqualini está regida por la distancia.
Su abuela es un personaje que ella le muestra al público, que presenta sin perder la faceta expositiva del biodrama. Nunca se deja ganar totalmente por la historia que relata. Los momentos musicales le sirven como reflexión o comentario, como marco de algún instante que ella busca llevar a otra dirección para no quedar tan pegada a los hechos. De ese modo los momentos más oscuros, o los más felices, no quedan entrampados en la literalidad, por el contrario, forman parte de un relato más amplio. Un poco como si Belén descubriera la vida de su abuela por primera vez cada noche que la obra sucede frente al público.
Christiane se presenta los martes a las 20:30 en el teatro Metropolitan.