El discurso religioso se metió de lleno en la campaña electoral de Brasil, que tiene al presidente Jair Bolsonaro intentando la reelección y al expresidente Lula da Silva como su principal oponente. Ha sido el actual presidente quien más utilizó discursos supuestamente religiosos para intentar legitimar sus posiciones neoliberales, moralismos, y la directa promoción de discursos de odio e intolerancia. Frente a esa situación más de un centenar de organizaciones religiosas de orden nacional y estadual, vinculadas a diferentes tradiciones cristianas, emitieron una declaración en la que denuncian el hecho, critican severamente a Bolsonaro y solicitan a las autoridades religiosas que se pronuncien sobre el particular. El documento difundido en Brasilia, lleva la firma –entre otros- de la Comisión Brasileña de Justicia y Paz, la Conferencia de Religiosos de Brasil, Católicas por el Derecho a Decidir, Caritas Brasileira y la Iglesia Anglicana Episcopal de Brasil.
En el texto se responsabiliza en forma directa al presidente Jair Bolsonaro de esta estrategia. “El apoyo del Presidente de la República a los grupos católicos ultraconservadores –dice- ha ocupado un espacio significativo en los medios y en la agenda política”. Y señala que dicha agenda “articula varios movimientos fundamentalistas y banderas discursivas contra el comunismo, la teología de la liberación, la CNBB (Conferencia Nacional de los Obispos Católicos de Brasil) por su papel en la Iglesia y en la sociedad, los ´obispos comunistas´, el Papa Francisco, etc.”.
En otro pasaje los firmantes aseguran que “hay una alianza de la extrema derecha pentecostal (protestante y católica) que intenta dominar y capturar el discurso cristiano con fines de manipulación del Estado y la sociedad, sin ningún fin que identifique con el Evangelio y el seguimiento de Jesús” y recuerdan que “el uso de la religión, en particular del cristianismo, ha caracterizado a la nueva derecha mundial”, observando que “los líderes políticos volvieron a utilizar el lema integrista, ‘Dios, patria y familia”, con el objetivo de movilizar a grupos religiosos fundamentalistas y ultraconservadores”.
Para refrendar lo anterior se señala que “la presencia del Presidente en celebraciones religiosas católicas (como el Cristo Redentor), en Río, y en la misa en el Santuario de San Miguel Arcángel, en Bandeiranes, Paraná), por citar algunos hechos recientes, deja claro el objetivo de movilizar grupos católicos para fines meramente electorales, sin ningún compromiso del Jefe de la Nación con una agenda ética que señale cambios que una agenda de gobierno marcada en los últimos tres años por políticas que generan muerte, destrucción de la Casa Común, precariedad de las políticas sociales y criminalización de los movimientos sociales y de las instituciones republicanas”.
En el documento se advierte que “el discurso supuestamente religioso con fines electorales se convirtió en un rasgo llamativo en las últimas elecciones” señalando que el mismo incluye “narrativas sesgadas, oportunistas, que producen sentimientos cargados de intereses no revelados, avanza una agenda falsamente religiosa conectada con el neoliberalismo excluyente y con rastros de reaccionario moral, que promueve la intolerancia y fomenta los discursos de odio”.
Por tal motivo y ante “el uso insistente de la religión con fines políticos, es necesario –sostienen -que las autoridades eclesiásticas se pronuncien contra los líderes políticos que, en las elecciones de octubre, utilicen la religión con fines meramente electorales, sin compromiso alguno con la ética cristiana, resumidos en la máxima de Jesús: ‘He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”.