Luzifer 6 Puntos
Austria, 2021.
Dirección y guion: Peter Brunner.
Duración: 103 minutos.
Intérpretes: Susanne Jensen, Franz Rogowski, Theo Blaickner, Monika Hinterhuber, Erwin Geisler.
Estreno en MUBI.
El vienés Peter Brunner no es un jugador nuevo en el terreno del cine inquietante y alborotador, como lo demuestran sus películas previas My Blind Heart (2013), en la cual un joven aquejado por un extraño mal genético asesina a su madre en los primeros minutos de proyección, y la más reciente To the Night (2018), rodada en inglés y protagonizada por Caleb Landry Jones, como un hombre que sigue sufriendo el trauma de haber visto a sus padres quemarse vivos hasta morir. Luzifer, producida por el santo patrón del cine austriaco de riesgo Ulrich Seidl (Días de perro, la trilogía Paraíso), no es menos intensa en fondo y forma. En una zona alpina alejada de la civilización, dentro de una cabaña destartalada, conviven Maria, una ex alcohólica que ha superado la adicción a pura entrega religiosa, y su hijo Johannes, que a pesar de su edad biológica, unos treinta y pico de años, observa y comprende el mundo a partir de la mirada de un niño pequeño (su vocabulario se reduce a los monosílabos y algunas palabras sueltas).
Gran parte del ritmo cotidiano de Johannes gira alrededor de sus aves de caza, halcones y búhos que el protagonista alimenta y protege. Por las mañanas, las tardes y las noches, Maria y su hijo se entregan a extrañas ceremonias que entrecruzan el cristianismo con lo pagano: baños en agua purificadora, rezos bajo un traje hecho de metal penetrante, postraciones ante una efigie de madera a quien ambos llaman Papá (el padre fallecido de Johannes fue quien “salvó” a Maria del caos y la autodestrucción). Ese ritual diario casi sin variaciones, más allá de la visita esporádica de una veterinaria y de un hombre que les provee de gasolina para el grupo electrógeno, es radicalmente intervenido por las fuerzas de la modernidad. Un grupo de inversores desea instalar un teleférico que, inevitablemente, debe pasar por el terreno de la extraña pareja, pero la respuesta de los habitantes es un previsible y rotundo no.
Así comienza la invasión de drones que Johannes sólo puede ver como una manifestación del mismísimo demonio, parte de un acoso que irá creciendo en intensidad. A pesar de la descripción sinóptica precedente y de la tendencia de los sitios web a encasillar a Luzifer como un film de género, nada hay de previsible o derivativo en su relato. De hecho, varios de los caminos que la trama parece estar a punto de tomar son eliminados de cuajo velozmente, como la posibilidad del drama de violencias viscerales o el relato de venganza en ámbitos silvestres. En cambio, Brunner construye una película –por momentos fascinante, en otros irritante– concentrada en el poderoso y poco convencional vínculo entre esa mujer tatuada y calva que dejó atrás una vida de excesos y ese muchacho que, por momentos, parece salido de una fábula sobre un santo tonto, primo lejano de un Kaspar Hauser amante de los animales.
Más allá del inestimable trabajo de fotografía en pantalla ancha y la intensidad de la banda de sonido, Luzifer cuenta con dos intérpretes absolutamente entregados a sus papeles. Por el lado profesional, la estrella del cine alemán Franz Rogowski (Undine, Transit, la próxima a estrenarse en la plataforma Mubi Great Freedom) vuelve a demostrar su versatilidad en un rol extremo que requería de cierta sutileza para no caer en el trazo gruesísimo. Como Maria, Brenner escogió a una actriz no profesional, Susanne Jensen, una artista alemana y pastora de la Iglesia Evangélica de su país, cuyo pasado de abusos sexuales durante la infancia y adolescencia –reflejados en la ficción a partir de una serie de confesiones– la llevó por el camino de la entrega religiosa. Luzifer es un film difícil e incómodo, un tanto repetitivo en sus obsesiones y no siempre pertinente en sus provocaciones, pero definitivamente arriesgado y singular.