“El tipo de cambio no es competitivo, las tasas de interés son altas, el mercado interno no reacciona y la recuperación de Brasil está en duda”, describe un industrial las preocupaciones de corto plazo del sector fabril. La proyección para este año en ámbitos empresarios es que la actividad manufacturera terminará con nuevas caídas en la mayoría de los bloques y recuperaciones puntuales en apenas un puñado, que se podrán contar con los dedos de una mano. El balance final arrojaría un crecimiento amarrete, como lo señaló el nuevo presidente de la Unión Industrial Argentina, Miguel Acevedo, de entre 1 y 2 por ciento, luego de haber caído 4,6 en 2016. Es decir, cuando ya haya pasado la mitad del mandato de Mauricio Macri la industria seguirá con niveles de producción inferiores a los que existían en 2015. Esa es la estimación en términos agregados, pero con casos particulares de industriales al borde del ataque de nervios por no encontrar respuestas a los problemas de coyuntura en las políticas oficiales y por vislumbrar un panorama a mediano plazo que pone en riesgo la continuidad de eslabones productivos enteros. El sector textil atraviesa una crisis que rememora los peores años de los ‘90. Entre enero y abril derrapó un 19,2 por ciento contra igual cuatrimestre del año pasado, con una caída estrepitosa del 31,1 por ciento para hilados de algodón y una baja del 15,3 para tejidos. En todo 2016 el sector había retrocedido 4,3 por ciento, lo que implica que bajo el gobierno de Cambiemos los textiles ya cedieron casi una cuarta parte de su producción. Para el conjunto de la industria, van quince meses consecutivos con resultados interanuales negativos, según los registros del Indec. En el mismo período, las ganancias del sistema financiero alcanzaron record históricos y los agronegocios disfrutan de la quita de retenciones y la devaluación.
Uno de los problemas más evidentes del modelo económico agroexportador y de valorización financiera, en detrimento de la industria, es su repercusión en el empleo. En agricultura, ganadería, caza y silvicultura se desempeñan de manera formal 330 mil personas. En intermediación financiera, 223 mil. Pero en la industria son 1 millón 218 mil, casi dos veces y media más que aquellas actividades sumadas. Solo el comercio mayorista, minorista y las reparaciones superan a la industria, con 1 millón 234 mil. La construcción aporta 402 mil empleos registrados, siempre según los datos del Indec para el promedio de 2016. El año pasado, sobre 24 rubros fabriles relevados por el instituto oficial, 22 anotaron caídas en la ocupación respecto de 2015 y solo 2 terminaron con alzas (maquinarias y equipos eléctricos y reparación e instalación de maquinarias). Es algo inédito desde la crisis de 2001. La pérdida total de empleos registrados industriales fue de 26.960 el año pasado. En general este sector intenta evitar los despidos por los costos que entraña la capacitación de operarios, pero el temor que manifiestan empresarios y sindicatos manufactureros es que ese dique de contención pueda verse aún más desbordado este año si se mantiene la caída abrupta en las ventas que se registró entre enero y abril. El Indec publicará los datos del mercado laboral y la desocupación del primer trimestre el próximo miércoles 14. Allí se verá si la percepción que manifiestan los industriales se comprueba en las estadísticas. Los bloques más comprometidos hasta el momento son los siguientes:
n Textil: emplea a 102 mil personas de manera formal y, como se indicó más arriba, la actividad viene de caer 4,3 por ciento en 2016 y retrocede otro 19,2 por ciento en el primer cuatrimestre. Las fibras sintéticas artificiales, que el Indec ahora computa dentro del bloque de químicos, contrajo su actividad 11,3 por ciento en 2016 y un grave 24,9 por ciento en el primer cuatrimestre.
n Lácteo: la crisis de SanCor está haciendo estragos en el sector. La producción cayó 13,7 por ciento el año pasado y baja 11,7 en lo que va de este, una pérdida también de un cuarto de la actividad respecto del nivel de 2015. SanCor es una cooperativa con casi 80 años de existencia, que ha pasado por graves crisis en la Argentina, pero ahora vive su mayor proceso de desguace. El empleo en todo el rubro de la alimentación -el Indec no desagrega a los lácteos-, terminó con un promedio de 354 mil empleos en 2016, 4 mil menos que el año anterior.
n Tabaco: la actividad declinó 8,4 por ciento en 2016 y acumula una baja del 10,9 entre enero y abril de este año, producto esencialmente de una fuerte caída de la demanda por la decisión del Gobierno de aumentar la carga impositiva del sector para financiar gastos en salud. La ocupación descendió a 6445 puestos registrados, 314 menos que en 2015.
n Editoriales e imprentas: la producción encadena una caída del 6,7 por ciento el año pasado y del 6,6 en lo que va del actual. El aumento de las importaciones es una de las razones centrales. Trabajan en este rubro 42.886 personas, 2282 menos que en 2015.
El mapa de los problemas industriales se completa con el alza de las importaciones, sobre todo de bienes finales, en un contexto de debilidad de la demanda y éxodo de consumidores a Chile y Paraguay, y el incremento de los costos, en especial las tarifas de los servicios públicos. Es un combo demoledor para cada vez más pymes y también para empresas grandes con décadas de trayectoria. A ese listado se sumaron esta semana la química Carboclor de Campana, que cerró dos plantas tras 60 años de operaciones, y la embotelladora de Pepsi en Trelew, también con las persianas bajas después de 40 años.
Las expectativas que transmiten los funcionarios de Producción y de Hacienda a los industriales están centradas en proyectos de infraestructura y en actividades asociadas al sector rural. Vaca Muerta puede ser un polo de trabajo para numerosas actividades fabriles, lo mismo que el desarrollo y mantenimiento de la estructura ferroviaria y las obras de saneamiento y energía. Ese es el speech que escuchan los empresarios de ministros y secretarios, apoyados en el proyecto de ley de Compre Argentino que acaban de enviar al Congreso. También les dicen que el paulatino ordenamiento de las variables macroeconómicas mejorará el escenario financiero y el clima de negocios, aunque por ahora los déficit gemelos y la explosión de la deuda ponen en cuestión esa posibilidad. La gran industria se siente apelada por el proyecto porque tendría espacio para participar, más allá de que al mismo tiempo pide restricciones para la competencia extranjera, en especial de China. Pero acompaña a Cambiemos como en los 90 lo hizo con el menemismo. Además, espera las reformas estructurales en los campos laboral e impositivo para bajar costos en ambos planos. El resto de los sectores manufactureros atraviesa la experiencia con preocupación o angustia, mientras las opciones que les ofrece el Gobierno para paliar la situación son volcarse a la especulación financiera o saltar de la producción a la importación, como ocurrió con los electrónicos tras la eliminación de aranceles a las compras externas.
De todos modos, entre los industriales hay quienes sostienen que existen diferencias entre el proceso actual y los 90. “En aquella época te decían directamente que te dedicaras a otra cosa. Ahora hay un diálogo tenso y muchas veces infructuoso, pero el mensaje no es que tenemos que desaparecer. Tampoco vemos que haya una actitud proactiva. Es como dijo Miguel Braun (secretario de Comercio), el gobierno marca la cancha y después cada uno que haga lo que pueda en el mercado”, analiza un dirigente fabril. Los rubros que dependen de la demanda interna saben lo que eso significa y por eso son los más pesimistas, en tanto que las pymes directamente están reclamando que se apruebe una ley de emergencia industrial. La caída de la participación del salario en la economía, la apertura importadora, el alza de los costos y el reinado del mundo financiero genera una dinámica que amenaza la supervivencia de muchas de ellas. La industria está otra vez en manos de un gobierno neoliberal. Las experiencias anteriores no dan espacio al optimismo, y la realidad de casi un año y medio de gestión de Cambiemos, tampoco.