“En la primera charla del curso de ingreso a la facultad en 2006 me dijeron que ‘la arquitectura es una carrera para una persona que no es ni tan macho para ser ingeniero, ni tan gay para ser diseñador gráfico’”. Victoria Funes, quien relata ese recuerdo, tenía entonces apenas 18 años y durante todo su camino como estudiante quedo marcada por semejante afirmación. Es que así como existen docentes recordados por su capacidad y su sensibilidad a la hora de explicar y enseñar, también están quienes dejan huellas por sus visiones estigmatizantes, anquilosadas o guiadas por estereotipos. Funes pudo superar esas miradas y volcar su propio aprendizaje en acciones. Hoy es la referente principal de Arquelarre, un colectivo popular y feminista que nació en la Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) hacia fines del 2018. La ahora arquitecta también actúa como coordinadora del Programa Arquibarrio, dependiente de la Secretaría de Extensión, Vinculación y Transferencia de esa casa de altos estudios. En diálogo con el Suplemento Universidad, trazó un recorrido por las diferentes acciones impulsadas desde el colectivo, en particular en fechas sensibles como el 8 de marzo, 3 de junio o el 25 de noviembre, y reflexionó sobre la posibilidad concreta que tiene la mujer de ocupar cargos jerárquicos y la necesidad de terminar para siempre con discursos machistas, incluso pregonados en ambientes académicos.
—¿Cómo nace Arquelarre y qué objetivos persigue?
—El colectivo surgió a partir de un encuentro del que participamos docentes, estudiantes y graduadas que se denominó “mujeres en ronda”. En ese 3 espacio hicimos una catarsis profunda sobre las dificultades que tenemos las arquitectas, o quienes cursan la carrera, por el solo hecho de ser mujeres. Analizar que nos sentimos particularmente observadas al llegar a una obra, que nuestra voz no tiene peso o naturalizar discursos esbozados por docentes de la propia facultad nos llevó a ver cómo abordar esos problemas. Así nació el colectivo Arquelarre. En cuanto a las metas que nos fijamos, coincidimos en que nos interesa participar en todas las marchas que integran la agenda feminista argentina a través de intervenciones en espacios públicos, así como en la búsqueda por desarmar el ideal para el que se construye hoy en día. Desde la academia reflexionamos todo el tiempo sobre las dificultades históricas que tuvieron las mujeres para acceder a algunos territorios. Hay como un ideal para el que construimos que es ese del varón blanco, burgués, heterosexual, atlético, y toda persona que no encaje en esos parametros queda excluida de la arquitectura. Es una noción que intentamos desarmar.
— ¿Cuáles son las intervenciones más destacadas?
—La primera vez que salimos a una marcha, fue el 8 de marzo de 2019. Lo hicimos con 32 estacas que eran unas varillas de hierro relacionadas con nuestra carrera y que tenían en la punta una madera con nombres de pila de mujeres que habían sido víctimas de femicidios o travesticidios. Cuando terminó la movilización, las llevamos a la Plaza Canadá y los meses que siguieron fuimos haciendo una actualización. Lamentablemente, la pila de estacas se hizo cada vez más abultada y cuando terminó el año alcanzamos las 243. Creemos que un objeto físico visibiliza mejor la realidad los simples números. La Arquitectura o el Diseño Gráfico pueden actuar como una herramienta de denuncia a partir de algo bello también, como los pañuelos violetas que diseñamos para el 2020. Por otra parte, el colectivo participó de un trabajo colaborativo con mujeres del barrio Los Pumitas (ubicado en la zona norte de la ciudad de Rosario), en el que instalamos bancos con frases relacionadas a la violencia de género y números telefónicos para que quien necesite asistencia sepa cómo actuar.
—El pasado 8M Arquelarre llamó a movilizarse para “romper con los techos de cristal”. ¿Qué sentido le dan a esa expresión?
—Cuando hablamos de un techo de cristal hacemos referencia a un concepto que está relacionado con las desigualdades de género, especialmente en los ámbitos laborales. Hay muchas barreras que son invisibles e impiden el acceso de las mujeres a los puestos más altos, como la dirección de una empresa. Están ahí y no son fáciles de derribar. Durante mucho tiempo nos han dicho que las mujeres no servimos para tomar decisiones. Otras veces, por la capacidad reproductiva que se tiene a lo largo de la vida y la necesidad de cumplir con tareas domésticas vamos quedando relegadas, o la remuneración no es la adecuada. Lo que planteamos es poner el foco en por qué hay más cargos jerárquicos vinculados a los varones y, nuevamente, no a cualquier varón, sino al burgués, de ciertos modales y demás. Es importante aclarar eso ya que no se trata de estar en contra de los hombres, sino de pregonar una mayor igualdad.
“Analizar que nos sentimos particularmente observadas al llegar a una obra, que nuestra voz no tiene peso o naturalizar discursos esbozados por docentes de la propia facultad nos llevó a ver cómo abordar esos problemas. Así nació el colectivo Arquelarre”.
—¿Qué tipo de discursos estigmatizantes recordás durante tu paso por la universidad, y qué avances hbo en los últimos años desde lo discursivo?
—En las materias más técnicas, al hablar de la distribución de las cocinas, hay docentes que se dirigían a las mujeres y decían “acá ustedes son las especialistas” y, después de esa presentación, nos preguntaban, por ejemplo, qué altura tiene una mesada. Una vez, cuando trabajábamos sobre cómo determinar cuando las medianeras son muy antiguas, un profesor explicó que ‘es como sucede con las mujeres, cando uno las ve con todo el revoque caído y los ladrillos viejos, así se puede calcular su edad’. Son frases bien machistas. Afortunadamente, hoy es mucho más difícil que se dé una situación así, al menos, antes de decir las cosas lo piensan dos veces porque la condena social es mayor. Eso es en parte gracias a esa tarea discursiva que se lleva adelante a diario, a pesar de que aún falta mucho.
—¿Qué proyectos tiene en mente el colectivo?
—Una propuesta que tenemos en mente, además de avanzar con las intervenciones en espacios públicos, parte de la base de que todos los lugares que habitamos deben ser accesibles e incluir a las personas de manera integral, sin distinguir por edad, género o sector social. Por eso, apuntamos a hacer diseños de espacios interiores con una mirada más feminista, que aspira a lograr esa igualdad desde lo arquitectónico. Queremos que las y los estudiantes de la carrera tengan una mirada con perspectiva de género, y para eso la facultad lleva adelante campañas y cursos con los cuerpos docentes para avanzar hacia cierta forma de´reeducación’. Es un trabajo en el que Arquelarre aporta su grano de arena, pero requiere de un acompañamiento por parte de otras instituciones, y en eso considero que la UNR es pionera en poner la problemática en la agenda.