El mito de la unidad es el fantasma que recorre el peronismo. Por estos días circuló un videito del Perón exiliado del 71 en el que se refiere a lo que ocurre cuando un compañero habla en contra de otro compañero. “Por lo general defiende un interés, no un ideal. El que defiende un ideal no puede tener controversias con otro que defiende el mismo ideal”, adoctrina Perón, que concluye: “el movimiento tiene enemigos de afuera y enemigos de adentro, quien no lucha contra el enemigo y por la causa del pueblo es un traidor”. Si bien es difícil hacer una distinción ideológica entre Cristina Kirchner y Florencio Randazzo –quienes, entre otras cosas, compartieron ocho años de gestión– también sería extremo hablar de traición. No se ven diferencias de intereses, pero sí de lectura de la realidad y de estrategias para adecuarse a ella de la mejor manera.
Fue demasiado larga, tirando a eterna, la situación de “pre-definición”. Un largo año y medio en el que la ex presidenta se negó a avanzar en precisiones sobre su posible candidatura y en el que Randazzo se sumió en un llamativo silencio, no sólo sobre su futuro sino respecto a todo. El reciente anuncio de Cristina Kirchner sobre su disposición a presentarse si eso servía para conseguir más votos contra el macrismo rompió el letargo.
En el sector de Randazzo dicen que su ecuación no cambió y siguen adelante con sus planes para las primarias abiertas, intención que buscaron quedara demostrada en el acto de presentación de avales que el jefe de campaña, Alberto Fernández, encabezó esta semana. Es de manual endurecer las posiciones antes de sentarse a negociar aunque en el caso de Randazzo habría que tener en cuenta el antecedente de 2015, cuando dijo que sería candidato a presidente o nada. Casi nadie le creyó, pero lo cumplió. En su entorno sostienen que se repite lo mismo: Randazzo está convencido de la necesidad de las PASO y no hay vuelta atrás.
En el kirchnerismo esa intransigencia provoca enojos. Para empezar porque el peronismo sería la única fuerza importante en dirimir sus candidatos en las primarias de agosto y con un riesgo doble. Uno, la posibilidad de repetir una interna feroz como fue la de la provincia de Buenos Aires en 2015 en la que todos salen perdiendo. Segundo, que si es la única elección de interés de ese domingo es probable que muchos electores de otros partidos participen sólo para votar en contra de la ex presidenta. “Si eso es así, significa que vamos a perder en la general”, razonaba un ladero de Randazzo, que agregaba: “el análisis nuestro es al revés, el peronismo perdió en 2015 porque no hizo bien su primaria. Cambiemos fue a internas y ganó Macri, a Scioli lo eligió Cristina y perdimos”.
¿Entonces quiere decir que no hay ninguna posibilidad de negociación? Sí, hay. Quedó demostrado en la voluntad de los randazzistas de acudir esta semana a la reunión del PJ bonaerense. Lo que pasa es que necesitaría grandes dosis de voluntad de parte del kirchnerismo para alcanzar un acuerdo. En principio, sostienen cerca del ex ministro, Cristina Kirchner no debería postularse. Después está el tema de quién maneja la “lapicera”. Esto es, los nombres de quienes integrarán la lista de candidatos. El randazzismo tampoco acepta que sea CFK quien lo haga, aún si declina de presentarse y le cede el lugar al ex ministro. En verdad, Randazzo no tiene problemas con la mayoría de intendentes y legisladores kirchneristas que pertenecen al justicialismo. En cambio, no quiere saber nada con compartir una boleta con algunos referentes de las fuerzas aliadas que componen el Frente para la Victoria y con ciertos representantes de La Cámpora. Por eso lo de alta dosis de voluntad. Tiene lógica que en el kirchnerismo se resistan a aceptar que quien marcha atrás en las encuestas y cuenta con menos apoyos políticos y territoriales sea el que imponga las condiciones de la negociación y se adjudique el poder de veto. Como en todo acuerdo, ambos tendrán que ceder algo.
Otro efecto de la aparición de Cristina Kirchner fue la inmediata reactivación de las causas judiciales en su contra. Nuevas o viejas no importa, nunca parece suficiente. El clímax fue el bochornoso pase en mano que hizo el presidente de la Cámara Federal, Martín Irurzun, al juez Claudio Bonadio para que avance con la ya dos veces desestimada denuncia de Alberto Nisman contra la ex presidenta por el Memorándum con Irán. A medida que los tiempos electorales se estrechan, la presión es mayor. Lo aclaró Mauricio Macri: “Los jueces tienen que saber que queremos saber la verdad o vamos a buscar otros jueces que nos representen”. Lo dijo el jueves en la Bolsa de Comercio en un encuentro organizado por el Colegio de Abogados entrevistado por dos de los principales columnistas de Clarín y La Nación.
Círculo rojo a tope
Pero la verdad macrista es unidireccional. La corrupción sólo puede ser kirchnerista, por más que la realidad se empeñe en decir otra cosa. Y así como en los Panamá Papers esperaban encontrar a la ex presidenta y su entorno y aparecieron enchastrados Macri y sus familiares, en el caso Odebrecht claman por Julio de Vido pero por ahora sólo se sabe de Gustavo Arribas y la constructora Iecsa. Por eso el Gobierno se apresuró en ofrecer algún tipo de acuerdo ya sea con la empresa brasileña o con los fiscales que manejan la información, en una negociación de improbable legalidad. Todo vale si es para evitar que quien administre los datos sea la procuradora Alejandra Gils Carbó, el gran cerebro del mal aún en los casos en los que no tiene ninguna participación, como es éste.
En medio del fárrago de información sobre candidaturas y casos de corrupción, sorprendió la noticia de la renuncia de la canciller Susana Malcorra. La sorpresa no vino tanto por la salida de Malcorra en sí, sino porque hizo acordar de repente que había alguien al frente de las relaciones exteriores en la pobre administración de ex CEOs que encabeza Macri. Ex Telecom e IBM, Malcorra había llegado a la Cancillería luego de unos años en la burocracia internacional de las Naciones Unidas donde alcanzó el cargo de jefa de asesores de Ban Ki-moon. Desde el primer día quedó claro que su objetivo era usar el ministerio como trampolín para reemplazar a su ex jefe. Según contabilizó La Nación, gastó más de 1.300.000 pesos en viajes, además de la utilización part-time de trece diplomáticos aquí y en Estados Unidos, en pos de una ambición personal que nunca tomó vuelo y quedó definitivamente enterrada con la elección del portugués Antonio Guterres. En las antípodas de Malcorra, Guterres es un cuadro político de peso, que fue primer ministro de su país y presidió la Internacional Socialista. La preeminencia de los CEOs sobre la política es para consumo local nada más.
Frustrado su objetivo, Malcorra intentó un relanzamiento de su frágil gestión con algunos cambios de funcionarios pero estaba claro que faltaba entusiasmo para la tarea y los problemas de salud de su esposo que vive en Madrid le dieron la excusa. ¿Malcorra hubiera renunciado por “motivos personales” si hubiera sido electa como secretaria general de las Naciones Unidas, un cargo con un mandato de cinco años? Es de imaginar que no. Su reemplazo por Jorge Faurie, el ex encargado de Ceremonial de Carlos Menem e incondicional del influyente secretario de Asuntos Estratégicos, Fulvio Pompeo, debe interpretarse como un nuevo avance del jefe de Gabinete, Marcos Peña. Con ministros de perfil cada vez más bajo a su alrededor, Peña remozó su look y se lo nota afianzado en su papel de principal propalador del credo oficial. Más crecimiento, más empleo, obra pública y baja de inflación récord, fue el panorama que pintó durante su paso por la Cámara de Diputados.
“Tu próximo trabajo te está esperando”, prometía el folleto que se repartía en la Expo Empleo Joven que se montó en la Sociedad Rural. La papeleta venía ilustrada con imágenes de jóvenes sonrientes con relucientes casquitos obreros y sacándose selfies con la dupla Horacio Rodríguez Larreta y Diego Santilli. El evento incluía mesas sobre los millennials, los emprendedores, las new tech y la mar en coche, todo tan amarillo y PRO que justo tenían que aparecer decenas de miles de chicos y chicas desesperados buscando trabajo para arruinarles la fiesta y recordarles que detrás de las campañas de marketing hay una realidad que no puede maquillarse.
Para terminar con aquel video de Perón del 71, en otro tramo hablaba acerca de las similitudes entre el organismo fisiológico y el institucional dado que ambos crean sus propias respuestas para el caso de la aparición de un elemento externo como pueden ser los gérmenes en el caso de la biología. “De la misma manera se crean las autodefensas para la organización institucional”, comparaba Perón. Le queda a la oposición cumplir con esa tarea.