¿Puede haber identidad sin cuerpo? El documento de identidad presupone un cuerpo, al igual que la identidad autopercibida y la identidad de sexo/género, en cambio la identidad virtual presupone un cuerpo pero desprendido del sujeto, un cuerpo en otro tiempo verbal y en otro espacio de religiosidad.

El tiempo verbal es el “futuro perfecto”, el tiempo del ¿qué habrá pasado? Ya no se trata del pasado como lo conocíamos, el pasado del ¿qué pasó? ni el condicional del ¿qué pasaría? Y el espacio de la religiosidad vuelve ritual-moral a los preceptos conocidos como el “no matarás” cuando es evidente que se mata por doquier, por un celular, por una guerra geopolítica, por un descuidado sistema de cobertura social. Lo que no te van a dejar pasar son los nuevos mandamientos, uno especial es el “no espoilearás”. Descubrir los nuevos mandamientos de este novedoso siglo XXI ubicará las coordenadas de nuestro presente que es nuestro futuro distópico, el presente siempre está a la vuelta de la esquina, siempre pasado, siempre futuro como sostenía Julio Cortázar, como arena entre los dedos, con una consistencia cúbica, opaca, de caja dentro de otra caja.

Y nuestra religiosidad implica nuevos salmos para venerar y nuevos mandamientos, porque a partir de ellos se centra la subjetividad, las nuevas adicciones, caracteropatías, múltiples hipocondrías psicosomáticas, finalmente la raíz de la delegación de la responsabilidad en otro que todo lo sabe, propio del dogma religioso.

La religión se volvió deseo de perdurar y miedo a la muerte, no se invoca un lugar después de la muerte ni una causa final tipo Dios sino que esta tierra que no existe convertida en planeta se vuelve el único sueño de inmortalidad y trascendencia. El ser humano empequeñecido por la multiplicidad de los miles de millones de congéneres espía lo que hacen los demás y el famoso no envidiarás se vuelve el “mandamiento del estalkeamiento”, mirarás secretamente el perfil del otro y supondrás qué desea, con quién lo desea, cómo lo consigue, y odiarás escondido tras el anonimato de las múltiples pantallas, descargarás toda tu admiración e ira contra quien ha podido lograr lo que no tan secretamente deseas.

Y lo que dicen que se viene es la fluidez identitaria. Ya basta de los exasperantes comienzos de la modernidad con el yo soy un sujeto que piensa, yo soy mí, y lo mío me pertenece porque es parte de mi identidad. Basta de esa pertenencia a ti mismo, ya se sabe que eso era la base de la propiedad privada, pero eso ya está logrado, el 1 por ciento de la población mundial tiene el 60 por ciento del dinero, el capital, la decisión, el knowhow. ¿Por qué hablarle a la mitad del planeta pobre de identidad, patrimonio, objetos con título de propiedad si apenas tendrán una comida diaria y la sagacidad de terminar el día sabiendo que mañana también es pura incertidumbre?

Pronto llegará la realidad inmersiva, podrás --como nos prometió Marc Zuckerberg-- ver en una pared de chapa o de adobe o de ladrillos mal terminados, la panorámica que más deseas, el castillo de tus sueños, la fantasía más natural y hermosa. Finalmente la identidad inmersiva trocará un cuerpo en un objeto de intercambio. ¿Con qué avatar saldrás hoy a la calle? Si tenés una catarata enfrente, lo más lógico es que salgas a volar y a tirarte por los barrancos de las caídas inigualables que rebotan y fragmentan la luz solar en miles de arco iris, y si estás en la catacumba del tesoro nacional, es que vayas con la cara tapada y bolsas para arrastrar lingotes.

La moral dependerá del personaje en el que tu identidad se fusione. Pero en el mismo día, podrás ser “matarife, rey de bastos, caradura o polizón” como dice el tango pero sin la exclusión, podrás ser cada uno de ellos a lo largo de un día que como a las plantas de marihuana nos tendrán encerrados en una habitación siempre con luz eléctrica para que no dejemos de cambiar y cambiar con nuestra nueva personalidad maniaca-depresiva. Nos elevaremos y caeremos como en eternas montañas rusas de nuestra personalidad, a la que finalmente nos enfrentaremos pues tocaremos todo el tiempo esos límites que hasta ahora queríamos mantener lejanos.

 

El mandamiento “no hay límites para tu deseo”, como dice el eslogan “sólo hazlo”, anímate a ponerte el look, la pantalla correspondiente y el juego de rol que ya te dirán como aprender a jugarlo. Será muy divertido, que no decaiga, habrá nuevas identidades para que el bajón no dure mucho, y los que no puedan salir del bajón serán los nuevos excluidos de este juego al que no importa la raza, el sexo, la edad. Son las ventajas de los nuevos juegos, pero si te mantienes al margen, es tu responsabilidad. La única responsabilidad finalmente será no entrar en el juego, quedarte al margen.