El hotel Llao Llao de Bariloche es la sede de un encuentro que realiza la crema y nata, el círculo rojo, los ricos o como se le prefiera decir a un sector importante del poder económico argentino. Los empresarios, la mayoría varones, escuchan a los que consideran actores importantes de la política. Uno de ellos fue el expresidente Mauricio Macri, que amenizó el almuerzo de los mandamases con una charla. Allí dijo dijo estar "trabajando" para que JxC vuelva al gobierno y aseguró que la Argentina tiene la oportunidad de terminar con el populismo que "inventó Evita y Perón". Pero el expresidente no fue la figura central de las exposiciones, anoche cerraba Horacio Rodríguez Larreta, y tal vez por eso les dispensó una crítica al sostener que durante su gobierno los poderosos lo felicitaban por las transformaciones que encaraban, pero "eran colaboradores del cambio con freno de mano".
Macri llegó risueño, vestido con su uniforme al estilo PRO: jeans azul, camisa celeste y el chaleco de pluma del que suelen decir que no sólo del frío lo protege. Lo acompañaba el dueño del grupo IRSA, Eduardo Elsztain y organizador del llamado Foro Llao Llao. Entre los que lo esperaban estaban Guibert Englebienne (Globant), Carlos Miguens (San Miguel), Agustín Otero Monsegur (San Miguel), Federico Braun (La Anónima), Verónica Andreani y Andy Freire (SoftBank). Estos ocuparon la mesa donde almorzó Macri.
En las otras mesas estaba el patrón de Mercado Libre, Marcos Galperin, Martín Migoya (Globant), Roberto Murchison (Grupo Murchison) y Alberto Arizu (Luigi Bosca), entre otros que completaban una nómina de 70 invitados exclusivos al foro.
El expresidente no fue el primero en hablar y sabía que no era el principal orador. Lo antecedió Carlos Melconian que durante el gobierno de Cambiemos manejó el Banco Nación. Ayer habló del plan económico que debía desarrollar un futuro gobierno que no identificó como el de JxC. Luego llegó Macri pero a la hora de la merienda estaba destinada a escuchar a Javier Milei, el diputado ultraderchista que Macri quiere a su lado pero que Juntos por el Cambio lo rechazó el miércoles pasado. Pero lo que más disgustó al exmandatario fue que la cena la amenizaba Rodríguez Larreta. Para hoy los poderosos esperan al ministro de Economía Martín Guzmán y, seguramente, querrán que les explique qué es eso de la renta inesperada.
Macri no habló de un posible "segundo tiempo", pero se jactó de estar "cómodo al hacer lo que estoy haciendo, que es fortalecer Juntos por el Cambio y darle una coherencia, una unidad". Luego, ya en modo sofista, aseguró que "estamos trabajando el para qué queremos volver”. El expresidente habló en el medio del salón, con la gran mesa de la comida enfrente suyo. Los platos con postres y las fuentes de donde habían extraído la comida, ocupaban la platea preferencial. Las mesas de los comensales, redondas todas, se distribuían a los costados desde donde los ricos escuchaban el stand up del expresidente.
Micrófono en mano y un atril a su costado donde estaba la carpeta con los apuntes de su discurso, Macri se jactó de sus viajes al extranjero: “Siempre voy por el mundo", afirmó para luego decir que lo hace para contar que "la Argentina es el primer lugar donde se inventó el populismo, con Evita y Perón", dijo y presagió: "Ahora, tal vez, sea el primero donde nos saquemos de encima el populismo".
A pesar de las críticas internas que recibió, Macri no dudó en reivindicar su amistad con el expresidente norteamericano Donald Trump, con quien hace poco compartió unas cervezas y, como lo hace su amigo consideró que el actual presidente de ese país, Joe Biden, es un “populista” porque paga “a millones de personas para no ir a trabajar y por eso ahora no consiguen mano de obra”.
Nadie sabe si estaba en los apuntes que había garabateado durante el viaje a Bariloche, pero hubo una frase de Macri que no cayó muy bien entre los comensales. El expresidente rememoró sus días en la Casa Rosada y los encuentros que mantenía con líderes empresarios, financieros, dueños de medios, dirigentes políticos y también jueces (aunque no dijo si era en la Rosada o el Olivos, en una oficina o una cancha de paddle. Suelto de cuerpo Macri señaló: “Ellos eran los que me venían a visitar para felicitarme por las transformaciones que intentaba llevar adelante.
Pero cuando llegaban a la puerta, giraban y decían: ‘Pero la mía está,
¿no?’. Eran colaboradores del cambio con freno de mano puesto”, dijo, pequeño silencio, sin aplausos y recién algunas sonrisas un tanto nerviosas.
Como en los años previos a su gobierno y luego durante su paso por la Rosada, Macri dio que sigue hablando con inversores que le explican que el país, antes de poder conseguir financiamiento, debe "ordenar su economía, que pueden tener moneda y estabilidad”. Según trascendió, para el expresidente el ordenamiento no es otra cosa que un feroz ajuste que incluye lo laboral, previsional y, por supuesto, una reforma monetaria. En ese sentido, Macri reiteró aquello de que debía hacer lo que hizo en su gobierno "pero más rápido".
Cuando terminó, Macri se acercó a charlar con algunos de los comensales. Algunos juran que "vieron a otro Macri", pero otros en cambio dijeron que "dijo lo mismo que siempre dice".