“Al Perú lo quiero, pero ya no se puede más”, se lamenta Pepe Alva. Luego de luchar desde las trincheras por sostenerse en la movida musical limeña, el cantautor se hartó, tomó su auto, y en 2020 se vino manejando hasta Buenos Aires, junto a su familia, para volver a empezar. En eso es todo un experto. Lo hizo a los 17 años, cuando se estableció en los Estados Unidos. Reincidió, tras regresar a Perú. Y lo volvió a hacer en esta ocasión en el país de sus ídolos, entre los que destacan Charly García y Fito Páez. Aunque fue Nito Mestre quien le abrió las puertas, al invitarlo a participar en un programa de televisión que conducía Juan Alberto Badía en la TV Pública.

A partir de ese entonces, regresó un par de veces más. Hasta que decidió probar suerte definitivamente en una escena competitiva. No tiene otra expectativa más que poder tocar en vivo. De hecho, lo hará este viernes en el barrio de Palermo, más específicamente en la sala Lucille, donde recorrerá una discografía que arrancó en 1995, con el álbum Alma Raymi, y que tiene en el single “Herencia”, lanzado en 2021, su hechura más reciente. Además de avisar que actuará con banda completa, tras dos años sin hacerlo, el artista nacido en 1971 presentará un segmento afroperuano y afroeléctrico en el que lo acompañarán Hubert Reyes (cajón) y Alfonso Arboleda (bajo).

-A manera de sincericidio, ¿qué lugar ocupás en la escena musical de tu país?

-No siento que sea de la alcurnia musical peruana, sino más bien de su clase media. Pero allá todos nos conocemos. No soy de una movida definitiva, aunque mi base es el folk rock.

-Así como la leyenda de Yma Sumac, pareciera todo un misterio la actualidad musical de tu país.

-En el caso del rock, están Libido y Pedro Suárez Vertiz, que se retiró de los escenarios a causa de una enfermedad. Y Eva Ayllón es nuestra principal referencia en lo que a música popular se refiere.

-Lo que sí impactó muy fuerte en todo el mundo fue el auge revisionista de la cumbia amazónica y la chicha. ¿Qué devolución tuvo allá?

-Es el universo más grande que hay. No tengo referencias porque no escucho esa música, pero Perú está conformado por salsa y cumbia. Lo otro representa un 10 por ciento.

-Comentaste que en un tramo de tu show fusionarás la música afroperuana con la electrónica. A Micky González, leyenda viviente del rock de tu país y pionero de ese híbrido, casi lo lapidan cuando lo hizo.

-Fue el primero que fusionó lo afroperuano, metiendo cajones en el reggaetón y en la electrónica. En el Perú, no sé quién está valorado al final de los días. Está muy difícil trabajar, por el tema de las modas. A diferencia de acá, donde los iconos siguen en actividad.

-En esta aventura, ¿sentís que tendrás más próximidad con la comunidad peruana de Buenos Aires o creés que podrás llegar al público argentino?

-En mis visitas anteriores, me vinieron a ver tanto público argentino como el peruano que vive aquí. No hago cumbia, salvo por la versión que hice de “Cuando pase el temblor”, de Soda Stereo. También tengo un cover de Néctar, grupo que fue popular en Argentina y cuyos integrantes murieron en un accidente acá. La gente que me sigue sabe que me inclino a la fusión de música afro y andina. Si bien soy muy amigo de artistas como Bareto, lo mío pasa por otro lugar.

-Argentina no es un mercado fácil para los artistas del resto de América latina. ¿Por qué decidiste venir igual?

-Este es el cuarto país en el que me establezco. Vine más por un tema de renovar energías. Aunque la música fue lo que me trajo, pero no para ser famoso. Quiero estar donde se encuentran mis ídolos y donde viven personas que se pusieron la camiseta por mí. La oferta de esta escena es una de las más grandes del mundo. Hay artistas que no son conocidos en Perú ni en otras partes de Ameríca latina, como Abel Pintos y La Beriso, y acá llenan estadios. Para que eso suceda en otros países, tendrías que ser Shakira o Maná. Ni la música country llena estadios en los Estados Unidos. Acá suceden récords mundiales. El Indio Solario mete más gente que Paul McCartney. Pero a mí sólo me basta con ser un artista local.