El nuevo incremento de ayuda militar estadounidense a Ucrania y la decisión de Alemania, bajo presión de Washington, de entregar material de guerra pesado al ejército ucraniano marcan un nuevo hito en la evolución de la guerra, abren un sombrío camino cada día más lejano para la negociación y subrayan el papel director que Washington está teniendo en el curso de la contienda.
Rusia ha respondido con una de sus contundentes "medidas asimétricas", con el corte del suministro de gas natural a Polonia y Bulgaria, dos de los aliados de Washington en la OTAN y muy dependientes de los hidrocarburos rusos, al tiempo que el presidente ruso, Vladímir Putin, ha amenazado con un ataque "relámpago", aunque no ha especificado contra quién, si se hace "inadmisible" la injerencia occidental en lo que califica como una "operación especial" de Moscú en Ucrania.
Rusia había reiterado desde hace días su advertencia de que Occidente debía detener su entrega de armamento a Ucrania y la respuesta de Estados Unidos y sus aliados ha sido contundente y desafiante. Las nuevas remesas de carros de combate que podría entregar Alemania y las partidas prometidas por Estados Unidos apuntan a que la intención en Bruselas y Washington no es ya obligar a Rusia a sentarse a la mesa de diálogo, sino hacer retroceder a los rusos y recuperar para Kiev las secesionistas regiones prorrusas del Donbass.
Como indicó el secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, tras visitar Kiev el domingo junto al secretario de Estado, Antony Blinken, se trata de "ver a Rusia debilitada" para impedir que vuelva a repetir agresiones como la que lleva a cabo contra Ucrania. Un portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, citado por la prensa de este país, apuntó en esa misma dirección y señaló que el objetivo de Washington es "reducir la capacidad de Rusia".
Según el secretario de Estado de Defensa, Ucrania podría ganar la guerra contra Rusia "con el equipamiento y la ayuda adecuados". En este cometido es clave la nueva aportación por parte de Estados Unidos, estimada en 653 millones de euros en efectivo, de los que unos 300 millones financiarán nuevas compras de armamento para Ucrania y el resto se destinará a quince países que, desde que comenzó la guerra el pasado 24 de febrero, han enviado armas a ese país para repeler la agresión rusa y han acogido refugiados ucranianos que huyen de la contienda.
Desde que empezó la guerra, la ayuda militar estadounidense a Ucrania ha alcanzado los 3.500 millones de euros si se le suma este nuevo paquete financiero. "Los estadounidenses están arrojando aceite a las llamas", dijo al respecto el embajador ruso en Washington, Anatoli Antonov, en declaraciones al canal de televisión Rossiya 24 TV.
La mano de Estados Unidos en la guerra se ha sentido en el cambio de la postura de Alemania sobre el envío de armamento pesado a Ucrania. La ministra de Defensa alemana, Christine Lambrecht, ha sido tajante: "Si Ucrania precisa de sistemas antiaéreos con urgencia, Alemania está lista para prestar su apoyo". Así, Alemania suministrará unos cincuenta carros de combate Gepard alemanes, dotados con cañones antiaéreos de 35 mm y radares, y entrenará a soldados ucranianos para el uso del armamento pesado que enviará Holanda, por ejemplo los Panzerhaubitze 2000, un vehículo blindado de artillería autopropulsada de 155 mm de calibre, fabricada por la propia industria de guerra germana. Se trata del armamento pesado que Estados Unidos quería que sus aliados europeos enviaran a Ucrania.
La decisión de Alemania se ha producido tras la reunión celebrada esta semana en la base estadounidense de Ramstein, en territorio alemán, a la que asistieron los ministros de Defensa de 40 países aliados, y en la que Washington dictó ese incremento de un apoyo sin tapujos a Ucrania, con ayuda armamentística pesada. Alemania da así un giro en su previa actitud ante la guerra, y deja a un lado sus recelos de apoyar decididamente y con armas a Ucrania. Hasta ahora, la estrategia de Alemania no descartaba la negociación, una posición paulatinamente en retroceso. Esta cautela venía determinada por los lazos económicos germano-rusos y por el temor a que un corte de los suministros de gas y petróleo procedentes de Rusia pudiera suponer un impacto irreparable para su economía. En Berlín se ve el fin del bombeo de gas a Polonia y Bulgaria decidido por Moscú como el preludio de lo que ocurrirá con Alemania, que depende en un 35 por ciento del gas ruso. No obstante, el ministro de Economía y Clima de Alemania, Robert Habeck, ha señalado que, de momento, el suministro de gas ruso a su país "es estable". La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha calificado como "chantaje" el paso dado por Moscú, que, no por esperado, ha sido menos contundente para todo el continente, donde el precio de ese combustible se ha disparado.
El apoyo alemán a Ucrania con armamento pesado es una nueva victoria para Estados Unidos, que ha presionado desde el principio del conflicto para que Berlín corte todo contacto con Moscú. Ya el Gobierno del canciller Olaf Scholz anunció a los pocos días de comenzar la invasión un incremento en 100.000 millones de euros del presupuesto de defensa de su país, lo que supondrá un alivio en el presupuesto estadounidense para el sustento de la OTAN en Europa. También se suspendió la entrada en funcionamiento del gasoducto Nord Stream 2 desde Rusia a los puertos del norte de Alemania, y se retiró una normativa alemana que prohibía la trasferencia de armamento a países en guerra. Se ponía así fin a la larga y tradicional política pacifista alemana adoptada al concluir la Segunda Guerra Mundial.
Como justificación a este cambio en la estrategia alemana de seguridad y defensa, el canciller Scholz ha indicado que su única preocupación es "prevenir una escalada de las hostilidades que pudiera derivar en una Tercera Guerra Mundial". Lo preocupante es que esta misma advertencia también la realizó este lunes el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, para quien la guerra nuclear es "una posibilidad" en el actual escenario armado. "El peligro es serio, es real. No se puede subestimar", afirmó Lavrov. En una entrevista con el Canal 1 de la Televisión rusa, Lavrov comparó la actual situación con la Crisis de los Misiles de 1962 en Cuba, cuando el mundo estuvo al borde de un conflicto nuclear, aunque, destacó, en aquella época "había reglas que hoy ya no existen".
Para Lavrov, "la OTAN, en esencia, está implicada en una guerra subsidiaria con Rusia y está armando a un bando. Pero una guerra es una guerra". Y advirtió que ese armamento suministrado por Estados Unidos y sus aliados occidentales "será un blanco legítimo para las acciones militares rusas en el contexto de esta operación especial" en Ucrania, como denomina Moscú a su invasión del país vecino. De momento al menos uno de esos convoyes con armas occidentales ha sido ya atacado por las fuerzas rusas.
El presidente ruso, Vladímir Putin, añadió este miércoles más leña al fuego y dejó bien claro que Moscú ve como una injerencia en su estrategia sobre Ucrania la entrega de armas occidentales al gobierno ucraniano y advirtió sobre las consecuencias. "Si alguien, quiero subrayarlo, pretende interferir en los acontecimientos en marcha y crear amenazas estratégicas inadmisibles para Rusia, responderemos con ataques relámpago", dijo Putin en un encuentro con legisladores en San Petersburgo.
En medio del intercambio de amenazas y referencias al riesgo de un conflicto abierto internacional, la guerra sigue su curso y las posiciones rusas parecen afianzarse en el este de Ucrania, de ahí la llamada del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, a acelerar ese envío de armas pesadas occidentales. Los combates continúan en torno a la ciudad de Izyum, con dirección a Slovyansk y Kramatorsk, dos de los objetivos rusos para afianzar su presencia en el Donbás. La inteligencia británica informó en las últimas horas de la caída de la ciudad de Kreminna en manos del Ejército ruso, que avanza en la región de Zaporiyia y Mikolayv.
El temor en estos momentos es que la ofensiva rusa se extienda hacia el oeste, en concreto sobre la ciudad-puerto de Odessa, la urbe más importante del sur de Ucrania y cuyas defensas están siendo tanteadas de nuevo por los misiles rusos desde el fin de semana pasado.
La fecha del 9 de mayo, cuando se celebra en Rusia el Día de la Victoria que conmemora la derrota nazi en la Segunda Guerra Mundial, se cierne sobre los mandos ucranianos, pues son muchas las voces que apuntan a un inminente golpe de mano militar que otorgue a Putin un triunfo para presentarlo ante el pueblo ruso durante el desfile tradicional de la Plaza Roja en esa jornada.