Camilo Caupolicán Escobar tenía 24 años y una hija. Era mensajero y fanático de River. El 10 de enero de 2019 estaba en la calle Neuquén al 1200, en el barrio de Caballito, había ido a comprar flores de marihuana. Una persona que había pactado una compra importante sacó una chapa, un arma 9 mm y se identificó como policía. Dijo que todos se tiraran al piso. Según cuenta su papá, Oscar Escobar, Camilo quiso escapar y recibió un disparo mortal en el pecho. Sin embargo, segundos antes pudo herir en la cara a su agresor, que dejó manchas de sangre y una pieza dental. En conferencia de prensa, la familia y sus abogados denunciarán ocultamientos e irregularidades en la investigación de la causa, que está estancada, por parte del juzgado y de la Policía de la Ciudad. "El caso duerme camino a la impunidad", dijo Escobar a Página/12.
Según los vecinos, en esa esquina siempre había un policía de consigna, pero esa noche casualmente no estaba. Ya con la presencia del SAME en el lugar, mientras ayudaba a Camilo, uno de los testigos del hecho señaló a los gritos que el agresor había vuelto a buscar su moto. Nadie lo escuchó. Nadie quiso prestar atención.
El papá de Camilo sostiene que "la fiscal Laura Belloqui actuó bien", pero aún así el caso está frenado hace dos años en el juzgado 50 de Carlos Bruniard, que se declaró incompetente pero no entrega el expediente. "No hizo nada con la excusa de que no consiguen los insumos para realizar las pruebas de ADN del presunto comprador de marihuana que asesinó a mi hijo". Tampoco hicieron nada para optimizar las imágenes de las cámaras de seguridad del barrio que aportaron los vecinos. Nada se sabe del asesino, quién es o si sigue en el país, incluso si continúa con ese accionar, si es efectivamente un policía y en ese caso si sigue en funciones. Sin embargo, el calibre de la bala coincide con el que utiliza la policía porteña.
Como suele suceder, los medios dijeron en ese momento que se trató de un arreglo narco que salió mal. Pero hay pruebas que demuestran lo contrario, hay testigos y sin embargo no pasa nada. Por eso, el padre de Camilo, su familia, sus amigos exigen justicia, el fin de la impunidad y el encubrimiento. Con tristeza en su mirada, pero con la entereza de esas familias que no bajan los brazos, Oscar pide: “No maten de nuevo a mi hijo”. En noviembre pasado durante una manifestación frente a Tribunales comentó que se había enterado que habían matado a un chico mapuche, refiriéndose al asesinato de Elías Garay en la Lof Quemquemtrew. El nombre Camilo lo eligió inspirado tanto en Cienfuegos como en Camilo Torres, pionero de la Teología de la Liberación. El nombre Caupolicán está inspirado en el guerrero mapuche inmortalizado, tanto en el poema épico La Araucana de Alonso de Ercilla, como en la pluma de Rubén Darío. Oscar recordó lo difícil que había sido que le reconozcan el segundo nombre de su hijo.
Denuncia pública
Escobar dará a conocer junto a sus abogados de la querella, Sofía Karina Marín y Mario Periconi de Matthaeis, un croquis del escenario del crimen, donde queda expuesto "el grave ocultamiento por parte del personal policial interviniente", y entregará un apéndice documental, para probar que el juzgado criminal y correccional 50 de Bruniard "ha cometido graves irregularidades procesales, que ameritan el pedido de juicio político del magistrado". Será el sábado 30 a las 9.30 en el bar Sonata, La Rioja 902.
La convocatoria cuenta con el apoyo del secretario de Derechos Humanos de la Nación, Horacio Pietragalla, autoridades de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, del Centro de Estudios Legales y Sociales (Cels) y de María del Carmen Verdú, referente de la Correpi. Camilo Caupolicán Escobar integra la lista de 800 casos de violencia policial en todo el país, con un alto porcentaje de ellos que corresponde a la Policía de la Ciudad. Pero detrás del "caso" siempre hay una historia de vida.