Sin duda el kirchnerismo fue el inventor de la coalición Frente de Todos. La composición de ese Frente conformó a sus bases y supo ver en la elección de Alberto Fernández una maniobra clave de la jefa Cristina Kirchner. Como todo el mundo sabe al poco tiempo surgió la decepción con el Presidente. Fue públicamente cuestionado en todos los frentes estratégicos de su gobernabilidad y esto de manera explícita y pública por parte del kirchnerismo. Las razones ideológicas que fundamentan esas críticas pueden ser justas o no, pero en cualquier caso, ideológicamente el kirchnerismo tiene la suficiente legitimidad para realizarlas.
Pero aquí, como lo he sostenido en otras ocasiones, surge una parte del dilema, a saber, ideología y política no son dos campos que se recubren. Las críticas pueden ser muy justas pero no coincidir con el momento histórico político de sus planteos y especialmente si son consideradas desde sus efectos reales en los antagonismos con el poderoso neoliberalismo.
De ningún modo se puede equiparar la ruptura o la aparente ruptura del Frente de Todos con las disputas internas por el poder en el campo de la derecha, las que siempre están supervisadas y monitorizadas por las corporaciones.
El conflicto que a veces toma la forma de un cuasi antagonismo entre el Kirchnerismo y Fernández es en cambio pura historia responsable y su desenlace no podrá ser atribuido a controladores externos.
El argumento trascendental del Kirchnerismo es que el Presidente y el ministro Guzmán son responsables de los fracasos electorales, de la destrucción del legado histórico, del ascenso de las derechas e incluso, como he llegado a escuchar, del fracaso en las elecciones del 2023. No tiene sentido discutir ya la base de esta tendencia irreversible que es sostenida con fervor y certeza total por muchos militantes.
Pero si sería interesante que a nivel de las militancias de todos los sectores que constituyen al kirchnerismo hubiera un debate sobre el 2023. ¿El 2023 se da por perdido y este hecho no es tan grave para el movimiento que constituye la reserva emancipatoria de la Argentina? ¿O la derrota del '23 puede suponer el colapso de distintos proyectos que el kirchnerismo ha logrado efectivizar durante el gobierno de Alberto?
Luego, ¿la posible sustitución del Presidente tiene otra posibilidad de ser afrontada si no lo hace la propia Vicepresidenta? . Y por último, ¿se puede llevar a cabo esa sustitución sin reconocer los logros que ha habido bajo el gobierno de Fernández? ¿Se puede hacer ésto bajo un modo que no se presente como una arbitrariedad o peor aún, un fracaso por haber elegido al presidente equivocado?
El kirchnerismo es el dueño del sentido histórico, el heredero auténtico del peronismo transformador, por tanto los dilemas que se presentan, aunque ahora parezcan constituir un problema serio en la gobernabilidad del Presidente, en poco tiempo emergerán con toda su fuerza como una nueva interpelación en la próxima encrucijada histórica del kirchnerismo.