El pasado no es solo historia, es también memoria. Sabemos que la condición humana es el olvido, pero los recuerdos siempre nos esperan. Son las voces del pasado, de un pasado que no termina de pasar.
Los expresidentes son como los jarrones chinos, uno no sabe donde ponerlos, decía Felipe González. La foto duele, supura. En la imagen se observa como Mauricio Macri se bebe una “cervecita” de 44.000 millones de dólares. Fresquita. Tan fresquita, que los argentinos no paramos de orinar cubitos de hielo. Se la bebe entre sonrisas, junto al expresidente norteamericano, un pilar decisivo en el empréstito del FMI. Los “amiguetes” están disfrutando. Se les nota. Con la tranquilidad de saber que esta ronda la pagamos nosotros. Enseñan dientes, dientes que joden, que incomodan. Dientes de una deuda que muerde y hace sangre, que aprieta y no suelta. La vida se vive hacia adelante, pero se comprende hacia atrás, como creía Kierkegard.
No hay nada más peligroso que un par de expresidentes millonarios y ociosos. Huyen del aburrimiento existencial que padece la gente rica. El nuestro no para de viajar. De norte a sur. Del bridge al “brunch”. Antes se viajaba de otra manera, subidos a hombros de Salgari, de Verne, de Stevenson. Eran otros tiempos, cuando la ilustración se filtraba por los sumideros de la política.
Nos merecemos un descanso, pero no ganamos para sobresaltos. Ahora, Donald Trump quiere ir al Mundial. Lo acaba de filtrar el portal Pro Football Reference.com: "Me gustaría. Tengo muchos amigos en Oriente Próximo", declaró. Se desconoce si el deseo nace de algún tipo de ofrecimiento de Mauricio Macri como presidente de la Fundación FIFA. Uno se pregunta: ¿es necesario? Él es más de fútbol americano, de Pressing Catch, de invasiones al Capitolio: deportes de riesgo. Es posible que se encuentre incómodo en un Mundial con tanto racismo, con tanto odio, con tantas muertes, con tantos derechos cercenados. Debe saber que Qatar es una oligarquía cuasi feudal: un “sistema de gobierno en que el poder está en manos de unas pocas personas pertenecientes a una clase social privilegiada”. Un “trumpismo” de andar por casa. Este Mundial no necesita más suministros de miedos. Ya tenemos suficientes.
El rosario de escándalos del torneo no se detiene. La Fiscalía Nacional de Finanzas francesa ha vuelto a abrir una investigación sobre supuestos beneficios económicos del expresidente de la República, Nicolás Sarkozy, procedentes de sus relaciones con Qatar. El anterior máximo dirigente de la UEFA, Michel Platini, admitió que nueve días antes de la elección mantuvo una reunión en el Elíseo con el “premier” sugiriendo la conveniencia de promover el voto para la candidatura del Emirato. El nuevo procedimiento judicial puede acelerar la imputación de los dos exdirigentes.
Parece que este Mundial va de expresidentes. De expresidentes “libres”. La más peligrosa forma de libertad es la que está basada en la impunidad. Hay políticos que tienen insertada en la médula esa admirable habilidad humana para edificar desigualdades. El problema de la desigualdad es que los que mejor se ocupan de ella son los que más la están disfrutando. En este caso los tres de Qatar: Trump, Macri y Sarkozy. Que delantera para este Mundial.
(*) Ex jugador de Vélez, y campeón del Mundo Tokio 1979.