“Algo hay que hacer con los recuerdos. Tenía demasiados acumulados en la cabeza”. Según Ignacio Sánchez Mestre, ese fue el disparador de su última obra, La savia. Allí en el centro de la escena había una hermosa mujer mayor (Mirta Busnelli) rodeada de plantas que cada tanto regaba. Había también algunas lucecitas de colores, que se prendían y se apagaban, tal como suele hacerlo la memoria. La savia acaba de bajar de cartel en el Teatro Nacional Cervantes y está por comenzar su gira por el interior del país y la provincia de Buenos Aires: es un buen momento para hablar con él de esta y otras obras, para recordar algunas historias, tal como hacía la protagonista de la obra. 

Por eso Sánchez Mestre piensa un poco más y corrige: en verdad el origen de La savia fue anterior. Una situación vivida a fines del año pasado: “Cerca de diciembre recibí un WhatsApp de mi mamá dirigido a mi, mi hermana y mi papá. Ellos están separados hace más de veinte años, asi que era bastante extraño. Nos decía que quería vernos en las fiestas. Viajé a San Juan, de dónde yo soy, y nos reunimos. Y ahí mi vieja dijo que había pensado que era importante que nos viéramos todos por lo menos una vez al año, porque por más que cada uno estuviera haciendo la suya, éramos una familia. Mi papá que es re durito se emocionó, mi hermana no sabia qué hacer, la escena era medio graciosa para mi. Bueno, obviamente mi mamá había empezado a flashear con las constelaciones familiares, pero más allá de eso me gustó esa situación emotiva y disfuncional y la escribí.”

Claro que al leerla y darse cuenta que era su propia madre hablando le dio “cosa” por lo que en vez de ponerle su nombre le puso Elsa y comenzó a darle curso también a la ficción: rodearla de otros estímulos, como dos chicos jóvenes que la visitan en su casa y la enfrentan a dilemas del presente. Y también a meter muchas más historias de su madre, otros recuerdos, que no sabía cómo habían permanecido tanto tiempo, intactos, adentro de su cabeza. Por eso relata entre risas “Cuando la vio mi mamá en estreno me decía ¿cómo sabías esto? ¿y esto otro cómo sabias? Se había olvidado que me lo había contado.” 

Ignacio Sánchez Mestre debe ser uno de los actores y directores más jóvenes de la cantera local que llega con un estreno al Teatro Cervantes. Claro que no se trata de su primera obra. Antes estuvieron Demo (2012), Lunes abierto (2014) y Despierto con los talentosos Juan Barberini, Iair Said y Violeta Urtizberea, que sigue en cartel actualmente. En cada una de estas obras su voz se fue perfilando como una música nueva, una dramaturgia donde lo fantástico, lo poético y fuertes marcas generacionales, configuraban una sensibilidad que hasta el momento no había aparecido en el teatro de Buenos Aires. 

Su camino es particular. Es oriundo de San Juan, de donde se fue a los dieciocho años para estudiar publicidad en Córdoba. Al terminar sus estudios hizo un viaje a México de seis meses donde misteriosamente se definieron muchas cosas. Decidió dejar la publicidad, dejar Córdoba, dejar San Juan y venirse a Buenos Aires para estudiar únicamente teatro. Una vez instalado en la capital, durante un tiempo asistió paralelamente a los talleres de Augusto Fernández, Gabriela Izcovich y Nora Moseinco, con quien finalmente se quedó. Moseinco es una formadora de actores de donde “salieron” buena parte de los que están renovando el off. “Nora es muy intuitiva”, dice Ignacio. “Te va diciendo cosas para trabajar que ya forman parte de vos, pero te van quedando en la cabeza. Ir descubriendo lo que cada uno tiene hace que salgan actores muy particulares. Fue la que me dijo que quizás yo tenía que escribir. Yo hablaba mucho en las improvisaciones y ella me decía: ‘estas cosas que estás diciendo son textos que ya deberían estar en un papel’. Ahí empecé a investigar y llegué a lo de Ariel Farace. Que fue también medio maestro mío en dramaturgia. Me formé en sus talleres. Intenté entrar en la Emad dos veces, pero nunca lo logré y creo que al final fue mejor”. 

Su primera obra, Demo, se estrenó justo cuando dejaba los veintis, así que en la frontera del cambio de década Sánchez Mestre decidió dejar de ser alumno. Protagonizada por Inés Efrón y David Szechtman, en esa pieza se mostraba por primera vez una sensibilidad nueva: una veinteañera recién abandonada por su novio y un adolescente gordito compartían cuarto y música, en escenas breves engarzadas con una lógica sorprendente. Pero fue con Lunes abierto y Despierto que su dramaturgia se consolidó como una poética madura y con peso propio. “En Lunes abierto apareció algo de las vidas pasadas. A veces uno conecta mucho con alguien y no sabe bien por qué y ahí ocurría que Leo, el personaje de Martín Piroyanski, estaba conectado con el personaje de Ema Rivera desde antes. Fue la primera vez que aparecía lo fantástico. Leo quería dejarse crecer el pelo porque él en un sueño se había visto con el pelo largo. Y en una escena se veía ese crecimiento hasta que el pelo le llegaba hasta el piso. Me entusiasmé con las lógicas de los sueños. Y lo exploté con Despierto.” 

La obra, que se puede ver en el Teatro Beckett, tiene como protagonista a Jota, un chico que vive solo con un Oso. Sí, una especie de Grizzly dulce y melancólico que lo acompaña e intenta aprender el lenguaje de los humanos. En medio de esa convivencia de masculinos de distintas especies llega Mora, una exploradora mexicana, formando un trío completamente exótico, pero no por eso menos emotivo. “Quise que la lógica de los sueños invada toda la ficción, que no nos preguntemos tanto por qué pasan las cosas”. 

Pero la lógica de los sueños no es cualquier lógica, es –como decía Freud– condensación y desplazamiento. Por eso es que en las obras de Ignacio Sánchez Mestre lo que se ve es casi real pero siempre un poco desplazado, corrido. Y ese corrimiento, ese flu aniñado y poético, es lo más hermoso de ver: el amanecer llega porque el Oso debe despertar a su nueva vida, o los chicos que se le aparecen a Elsa son gigantes porque sus hijos crecieron mucho. Lo pensado, lo impensado, lo imaginado y lo soñado por sus personajes aparece en sus obras de teatro. Historias hechas, antes que de acontecimientos, de sentimientos, recuerdos y todo lo que este director y dramaturgo tiene mezclado en la cabeza y que, por suerte para nosotros, puede verse en un escenario.

Despierto se presenta los viernes en el teatro Beckett, Guardia vieja 3556. A las 23.