“¿Qué pasaría en el mundo si Donald Trump llegara a ganar las elecciones presidenciales de los Estados Unidos?”. Palabras más, palabras menos, esa fue la pregunta-disparador que puso en marcha Humanz, el quinto álbum de estudio de Gorillaz. Corría el otoño boreal de 2015 y, no sólo desde la perspectiva de Damon Albarn, semejante escenario se recortaba sobre el horizonte como una posibilidad remota, levemente bizarra. Fue el punto de partida para que el cantante y compositor se pusiera manos a la obra junto al otro socio fundador del cuarteto de dibujos animados curtidos en la música, el historietista Jamie Hewlett. “La llegada de Trump al poder fue una de las fuentes de energía sobre las que meditamos, pero en ese momento era algo así como: ‘Ah, qué ridiculez, eso no va a pasar nunca’”, explicó Albarn en una entrevista publicada por la revista Billboard.

A medida que cada uno de los invitados llegaba al estudio de grabación, la consigna se repetía. “Quiero que este disco encarne el dolor, la alegría y la urgencia. Estamos usando fantasías oscuras para imaginar algo que puede pasar en el futuro cercano”, les decía Albarn a modo de preámbulo unificador a figuras tan diversas como Mavis Staples, Kelela, Grace Jones, Benjamin Clementine, Danny Brown o Pusha T. Finalmente, la realidad superó la ficción. Y cuando el álbum estuvo listo para la salir a la calle, el nuevo presidente del gran país del norte ya ocupaba su sillón en el Salón Oval de la Casa Blanca. Las referencias directas al personaje real fueron editadas en las letras del álbum. En su gacetilla de prensa se lo describe como una reacción frente a “un evento apocalíptico: la elección de Donald J. Drumpf”. El maquillaje final no alcanza a borrar el perfil del magnate devenido político.

Más allá de lo acertado de aquella intuición formulada entre signos de interrogación, el imaginario futurista es una de las constantes que marcan la historia de Gorillaz desde la hora de su fundación. La idea de una banda virtual, en la que unos personajes de comic (el cantante y tecladista 2-D, el bajista Murdoc Niccals, la guitarrista Noodle y el baterista y percusionista Russel Hobbs) le robaran el protagonismo a los músicos de carne y hueso, allá por 1998 sonaba a ciencia ficción aplicada al universo rockero, a situacionismo llevado al terreno del arte pop. Hoy sabemos que en Japón hay hologramas que se suben a un escenario y llenan estadios. Después de un debut a puros hits de hip hop trip hopero o viceversa, Albarn y Hewlett se inspiraron en los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 para facturar Demon Days (2005) y diseñaron un paisaje postindustrial para sentar las bases de Plastic Beach (2010). 

La obra de Gorillaz está atravesada por un clima de distopía melancólica, si es que algo así puede existir. Una mirada que le canta a las últimas almas vivientes de este planeta sin perder cierto tono irónico, tan británico por cierto. Y, en ese sentido, Humanz lleva las cosas todavía un poco más lejos. “Estaba la posibilidad de que Donald Trump ganara las elecciones, pero también quería hacer un disco fiestero”, le contó Albarn a The New York Times. “Siempre quise hacer un disco fiestero, desde que era chico. Entonces lo que hice fue juxtaponer eso con la fantasía oscura de lo que podía llegar a pasar en Norteamérica. La idea era hacer un disco que fuera realmente oscuro y fiestero a la vez”. El resultado se desplaza entre los beats electrónicos y la cadencia del dub, entre el pulso dance y el cuelgue introspectivo, más cerca de los bordes que del centro de la pista de baile.

ENEMIGOS ÍNTIMOS

El regreso de Gorillaz después de un silencio discográfico de siete años no parece haber sido una movida planeada. Según cuenta Hewlett en Billboard, se encontró con Albarn después de un show, en medio de la gira de presentación de su trabajo solista Everyday Robots. “Fuimos a una fiesta y, en una charla de borrachos, me dijo: ‘¿Querés hacer algo más de Gorillaz?’. Y yo le contesté ‘Si, ¿vos querés?’. Y él dijo ‘Yeah’. ‘Bueno, hagámoslo’. Ese fue el final de la conversación”, recuerda el ilustrador. De hecho, lo primero que se escucha en Humanz, en “Intro: I Switched My Robot Off”, es la voz del actor Ben Mendelsohn que dice: Apagué mi robot/ Y ahora sé más/ pero retengo menos. Un guiño a la continuidad entre un proyecto y otro del inquieto hombre orquesta que, como si fuera poco, está dándole forma a un nuevo trabajo del supergrupo The Good the Bad and the Queen y a la adaptación teatral de Sundiata Keita, un poema épico del antiguo Imperio de Mali.

“No hay nadie como él. Fue más allá que todos los de su generación, que bandas como Oasis o Suede”, describió Hewlett a Albarn en Rolling Stone. “Si Blur experimentara de la manera que lo hace Gorillaz, los fans empezarían: ‘¿Por qué están haciendo hip hop? ¿Por qué hacen electrónica?’. Y eso es frustrante para Damon. No lo es para mí, porque puedo dibujar lo que se me canta. Pero para un compositor es buenísimo poder hacer lo que quiera”. La forma en la que aparecieron los primeros bocetos de canciones confirma las palabras de su socio creativo. “Empecé a acumular información en el iPad, que es como hago los discos en estos días”, cuenta Albarn en la misma nota. “Generalmente escribo con el Garage Band, con el que podés encontrar una secuencia de acordes que funcione y ponerle una voces encima. Y muchas veces no conseguís que las voces queden tan buenas nunca más”.

La paleta vocal es tan variada como de costumbre, aunque en esta ocasión Gorillaz reserva una cuota más generosa para las nuevas generaciones. Y eso tiene una explicación: los gustos de Missy, la hija de 17 años de Albarn, fan de Vince Staples, Danny Brown y D.R.A.M., referentes del hip hop actual que dejaron su huella en Humanz. “Algunas de las decisiones de este disco se deben a que todavía quiero impresionarla”, confesó el músico. La contrapartida de una lista de invitados que se podría tildar de inclusiva –va de Carly Simon a Popcaan, pasando por Posdnous de De La Soul– es la historia casi secreta de los que se quedaron afuera del trabajo. ¿Cuál es la clave de la selección final? “El tono de voz, la atmósfera que aporta cada individuo. Y que nunca sabemos si va a funcionar o no: nos encontramos y empezamos desde ahí. Nunca voy a decir con quiénes intentamos grabar y no funcionó, pero fueron muchos”, desliza. Uno de los intentos fallidos, según trascendió, fue protagonizado por Dionne Warwick.

En la constelación de colaboradores del álbum, el que atrae toda la atención es nada menos que Noel Gallagher, archirrival de Albarn en los tiempos en los que Oasis y Blur dividían las aguas del imperio britpop. Ahora cantan a dúo en “We Got the Power”: Tenemos el poder para amarnos/ no importa lo que pase. Después de haberse tirado con munición gruesa en los 90, ¿es el final de la grieta? “Noel no es estúpido. Y lo quiero por eso. En un punto lo pusieron contra nosotros y él sacó ventaja. Venía de una banda de clase trabajadora. Jugó con eso y lo usó de una forma muy exitosa”, analiza Albarn, de manera retrospectiva. “En el tema estamos Noel, yo y Graham Coxon. Fue el momento máximo de autocelebración del britpop en el disco. Fue la vuelta triunfal, con estos tipos cantando sobre el poder que tienen”, contó entre risas. “La presencia de Jehnny Beth era necesaria. Los niveles de testosterona se habían ido a la mierda”, agregó, en referencia a la inclusión de la vocalista de Savages.

HOLOGRAMAS DE ARTE POP

Albarn creció en las calles del Oeste de Londres, rodeado de chicos paquistaníes y jamaiquinos, una escuela de vida que le dio un roce multicultural que considera parte esencial de su ADN. Cuando tenía 10 años, sus padres decidieron mudarse a Colchester, Essex, para criar a sus hijos durante un tiempo cerca del campo. Y lo vivió como una experiencia traumática: la del desarraigo. “Essex era un lugar de gente blanca, conservadora y miedosa. Y lo sigue siendo porque, oh sorpresa, votaron por el Brexit”, se lamenta el músico ante el New York Times. “Por eso cuando volví a Londres fui derecho al Oeste de la ciudad, donde sentí que estaba el lugar indicado para vivir. Y ahí sigo desde hace 30 años”. No fue un reencuentro sencillo, dice, “porque cuando volví yo estaba en una banda indie. Y la experiencia y la vida en esos años cruciales me habían alejado completamente”.

En los alrededores de la campiña inglesa, recuerda, “no había nada, excepto un club llamado Andrómeda, en el que pasaban música soul. No había nada, no había cultura negra en Colchester, entonces me costó un montón, realmente, más o menos hasta fines de los 90, encontrar el camino de vuelta a todo eso”. ¿Gorillaz se puede considerar entonces una especie de viaje personal en busca del tiempo perdido? ¿Un trip sin escalas hacia los fundamentos de su educación musical? “Definitivamente, creo que la banda fue el punto de partida de mi vuelta al lugar en el que todo empezó emocionalmente para mí”, tira en la entrevista con el diario neoyorkino. “Andromeda”, la canción incluida en Humanz, se puede escuchar entonces como un homenaje al club que mantuvo viva la llama de las raíces afroamericanas que iban a florecer en Gorillaz, el proyecto con el que Albarn tendió un puente entre los gloriosos 90 y el nuevo milenio.

De regreso a cuando esto era cool/ Porque no hay sustituto/ Quién sabe incluso, la verdad/ Llevala en tu corazón, canta en la letra en cuestión, uno de los puntos altos y a la vez pegadizos de un disco que viaja entre el soul y el rap, el dub y el trip hop, la electrónica y el pop. Un álbum conceptual a medias, integrado por canciones como “Ascension”, en la que Vince Staples incita al baile después de largar una línea apocalíptica: “Escuché que el mundo se termina pronto, supongo que ya te contaron”. La sombra de Trump se superponía a la del Brexit mientras Albarn alumbraba la materia prima de Humanz. La salida del Reino Unido de la Unión Europea es “el despertar de algo que pensé que nunca iba a volver”, protesta. “El disco es una respuesta emocional a todo eso. Realmente traté de mantenerlo ahí dentro. Los tópicos van y vienen. Pero si no estaba emocionalmente comprometido con lo que estaba haciendo, no podría tocarlo”, explica.

Confirmado el debut de Gorillaz en Argentina en el próximo BUE, la presentación oficial de Humanz será el 10 de junio en Kent, Inglaterra, en el marco del Demon Days, un festival con nombre propio y una programación que incluye bandas invitadas. “Si todo sale bien, dentro de 20 años quizás se pueda hacer un Glastonbury completamente holográfico”, bromea Albarn. Y lo cierto es que se trata de un chiste a medias, porque uno de sus grandes sueños es que los personajes de la banda puedan algún día protagonizar los shows sin la mediación de los músicos. Según Hewlett, la tecnología no está lejos de materializar el deseo de su compinche. “Creo que si hay un próximo disco de Gorillaz, vamos a poder lograr que los personajes animados suban al escenario y hasta salten sobre la audiencia y hagan crowd surfing”, arriesga el dibujante. Y remata: “Va a ser una hermosa manera de que tomen el control y ya no nos necesiten”.

Junto a Arcade Fire, Gorillaz encabezará la grilla de la nueva edición del Festival BUE, que se llevará a cabo entre el viernes 15 y el sábado 16 de diciembre en Tecnópolis.