De niño, la música de La pantera rosa fue el camino de entrada a un mundo desconocido hasta ese momento para mí: un universo de sonidos y colores nuevos. Fue el descubrimiento de la sonoridad de una gran orquesta de jazz, una Big Band, a través de una melodía muy popular. 

 Las meriendas en la casa de mi niñez siempre iban, por supuesto, acompañadas de un dibujo animado. La pantera rosa era uno de mis preferidos: el dibujo animado, pero también la música. Ese tema musical aparecía sólo al principio y al final de la emisión, que era cuando más duraba la música, y yo aprovechaba para disfrutarlo al máximo. Hay que tener en cuenta que aquellas épocas son lejanas al mundo digital de hoy: no existía un click para adelantar, retrasar y/o repetir la imagen las veces que uno quisiera. Tampoco se podía agarrar el celular y buscarla en el ciberespacio para tenerla al instante. Todo era en el momento real en que la televisión decidía. 

Obviamente que, por la extensión de la obra, sólo escuchábamos una parte. A mí me llamaba mucho la atención y me daba curiosidad conocer el tema completo. Por suerte, al tener a mi padre melómano y fanático de los discos, pude encontrarme con ese vinilo, un simple con toda esa música y con el mejor audio. Debo ser sincero y confesar que la iniciativa no era mía, sino de mi padre, quien se acercaba ya con los auriculares abiertos a la medida de mi cabeza y me decía: “Te gusta esa música, ¿no? ¿Querés escucharla completa?” Tanto con mis hermanos –compañeros de las aventuras musicales de nuestra niñez– como conmigo, mi padre siempre disfrutaba compartiendo la música que él también ama. Lo hace aún hoy. Tan era así entonces, que la tarea a cumplir antes de poder salir con los amigos del barrio no era tener que ordenar nuestra habitación, sino escuchar completa alguna pieza que él tenía ganas de ofrendarnos.

En la composición de la música de La pantera rosa hay una parte B, o estribillo, donde estalla la orquesta. En la tele de aquellas tardes de dibujos animados la música de La pantera rosa en general no llegaba a esa parte. Venían enseguida las propagandas que me rompían la ilusión de seguir disfrutando de la obra. Recuerdo haber tenido la misma sensación con “Fuga y misterio”, de Astor Piazzolla, en el programa Tiempo nuevo de Bernardo Neustadt. 

 Volviendo a la parte B, que sí podía escuchar en el vinilo que ponía mi viejo, los “brasses” (vientos metales) en perfecta armonía (en todos los sentidos de la definición de la palabra) estallan en los agudos, y la batería remata con toda su fuerza los tambores. Y abre los platillos para después volver al “walking” característico del jazz, tradicionalmente a cargo de la “sección rítmica” (contrabajo y batería), para reexponer nuevamente el tema principal: ese sigiloso y misterioso susurro cromático detectivesco, con las campanas del piano, ya tan popularmente conocido. Realmente una obra maestra desde la composición a la orquestación, ¡y la posibilidad divina de poder escuchar la obra entera más allá de la decisión del programador de la televisión!

 Recuerdo que fue una de las primeras músicas que aprendí cuando comencé a dar mis primeros pasos con la armónica. Este maravilloso instrumento, al ser cromático, permite el uso también de sostenidos y bemoles -las alteraciones- y es apto para melodías como la de La pantera rosa, plena de movimientos, pasajes y apoyaturas cromáticas que se convertían en todo un desafío. A esta complejidad se sumaba también la de memorizarla, ya que la iba sacando “de oreja” con la ayuda de mi padre, sin ninguna referencia escrita. Además hay varios guiños “bluseros” en la obra, que tan bien le quedan a un instrumento como la armónica y que daban como resultado un aprendizaje  fundamental para conocer el instrumento y el goce que sólo nos sabe dar la música.    

Otro detalle que creo importante es que me haya entrado por los ojos y no solamente por los oídos. Recuerdo la tapa del “simple”, más pequeña que la de un vinilo normal, totalmente rosada y con el dibujo de la pantera rosa en el frente y también por detrás. Lejos del mundo de las impresoras exprés de hoy y de la facilidades actuales, eso era casi como tener un libro de dibujos para niños de sólo dos páginas, pero con la mejor música sonando a en mis oídos y sumándose sentidos. 

Con esa tapa, que era mucho más vistosa y tal vez más infantil en comparación a las de otros discos que había en casa con foto de los músicos (algunas bastante aburridas) y principalmente con la maravillosa música y el tremendo arreglo del gran Henry Mancini, musicalicé gran parte de mi infancia feliz.


Franco Luciani Nacido en Rosario, Santa Fe, en 1981, es un instrumentista, compositor e intérprete de armónica. Ganó el premio Revelación en Cosquín en 2002, y ocho años después el Consagración. También el premio Clarín Espectáculos 2005, el Atahualpa al Mejor Solista Instrumental en 2010 y 2011, Gardel 2015 por su disco Gardelería, junto al pianista Federico Lechner, y diploma al mérito en los Konex 2015, como uno de los 5 mejores instrumentistas de la década. Forma parte de la galería de videos “Masters of the Harmonica” de la alemana Hohner, la marca más prestigiosa mundialmente especializada en su instrumento, y ha compartido escenarios, realizado giras y participado en grabaciones de un extenso abanico de reconocidos artistas nacionales e internacionales, tales como Mercedes Sosa, Fito Páez, Chango Spasiuk, Pedro Aznar, Tomatito, Divididos, León Gieco, Luis Salinas, Maria Graña, Teresa Parodi, Horacio Molina, Dúo Coplanacu, Juan Carlos Baglietto, Jairo, Gotan Project y Lila Downs, entre otros. Este viernes 9 presenta su disco Anda en el aire en La Trastienda Samsung, Balcarce 460. A las 21.