El calendario cinematográfico vuelve a poner su foco en Cosquín durante los primeros días de mayo. Ahí tendrá lugar, a partir de este jueves y hasta el próximo domingo 8, la 11° edición del Festival Internacional de Cine Independiente de esa ciudad, el Ficic. Se trata de un evento central dentro de la potente movida del cine en Córdoba, que a partir de una generación de jóvenes cineastas, críticos y espectadores ha colaborado en la renovación del panorama del cine argentino del siglo XXI. Cada año, el Ficic se propone llevar hasta el valle de Punilla, corazón cultural de la provincia, una programación dispuesta a desafiar los modelos del consumo de cine en la actualidad. Un objetivo que sus directores generales Carla Briasco y Eduardo Leyrado se impusieron ya desde la primera edición, realizada en 2011, pero que terminó de consolidarse con la llegada del programador y crítico Roger Koza a la dirección artística, apenas tres años después. Desde ahí, la programación del Ficic ofrece un recorrido por obras y autores que han ido cimentando la identidad del festival.
El núcleo de esa programación se reparte entre sus dos principales secciones competitivas, ambas de carácter internacional, en las que se agrupan los largos y los cortos elegidos por el equipo de programación que encabeza Koza y completan los críticos y cineastas Gretel Suárez, Ramiro Sonzini y Leandro Naranjo. La Competencia de Largometrajes esta vez está compuesta por siete títulos, entre cuyos directores se registra una inusual mayoría femenina. Tres de esas siete películas son producciones nacionales, mientras que una cuarta corresponde a una coproducción con Perú. La selección se completa con un film proveniente de Alemania, otro de República Dominicana y, por último, una coproducción alemana-iraní.
Entre los trabajos locales está Danubio, de la marplatense Agustina Pérez Rial, exquisito documental sobre el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata a fines de los años ‘60. A partir de fotografías y fragmentos audiovisuales de la época, pero también de documentos de inteligencia policial que dan cuenta de un clima social agobiante, la cineasta articula un relato donde lo cinematográfico y lo político no son hechos autónomos, sino reflejos enlazados de lo real. Danubio, ópera prima de Pérez Rial, recibió el premio a Mejor Dirección en el último Festival de Mar del Plata. Estrella roja también es la primera obra individual de la cordobesa Sofía Bordenave, cuya filmografía incluye un trabajo previo dirigido junto a Luz Rapoport. Y como Danubio, también se trata de un documental. El mismo aporta, desde la actualidad, distintas e infrecuentes miradas sobre la Revolución Rusa, hito que cumplió un siglo hace cinco años. Una escuela en Cerro Hueso, en cambio, es un relato de ficción en el que su directora, la santafecina Betania Cappato, aborda con ternura la historia de una niña autista y su familia, inspirada en una experiencia personal. A pesar del carácter ficcional de la película, Cappato no se priva de usar elementos propios del documental.
En No hay regreso a casa, la peruana Yaela Gottlieb indaga en sus raíces familiares a partir de un diálogo con su padre que los lleva de Israel a Rumania y de Lima a Buenos Aires. Una búsqueda que no le es ajena a la cineasta, quien ya buceó en su genealogía en un corto previo, Pasaporte alemán. Por su lado, el alemán Julian Radlmaier recurre a una radical combinación de humor y terror en Bloodsuckers – A Marxist Vampire Comedy. Ambientado en una extraña versión de la década de 1920, el film articula una metáfora del marxismo a partir del romance entre un refugiado soviético y una aristócrata alemana. En District Terminal, estrenada en la Berlinale de 2021, los iraníes Ehsan MIrhosseini y Bardia Yadegari ofrecen un relato distópico protagonizado por un poeta. A pesar de poner en escena una versión opresiva de la experiencia pandémica (aunque se rodó antes de la pandemia real), el film logra que una puñalada de esperanza se abra paso a través de su oscuro universo. La Competencia de Largometrajes cierra con Una película sobre parejas, dirigida por la que integran la dominicana Natalia Cabral y el español Oriol Estrada. Un dispositivo metacinematográfico en el que ambos interpretan versiones ficcionales de sí mismos, para exponer una reflexión lúcida y lúdica sobre el lugar que el cine y los cineastas latinoamericanos ocupan en el circuito internacional.
Igual de compacta resulta la Competencia de Cortos, integrada por once trabajos, cinco de los cuales pertenecen a directores argentinos. Entre ellos se destaca Mauro Andrizzi, quien fue parte de festivales como Venecia o Bafici con algunos de sus largos y que aquí presenta Disorder. La lista de títulos locales se completa con Rabinos rabiosos, de Martín Sappia; Fuego en el mar, del cordobés Sebastían Zanzottera; Un horizonte invisible, de Mario Bocchicchio, y Luto de Pablo Martin Weber. Entre las propuestas extranjeras están los españoles Así vendrá la noche, de Ángel Santos Touza, y Heurtebise, de Octavio Guerra y Elisa Torres. Otros dos cortos provienen de cinematografías europeas, como Caught in the Rain, de la dupla belga integrada por Elie Maissin y Mieriën Coppens, y la alemana Mikrophonie II, de Philippe Hartmann y PHØNIX16. Los últimos trabajos en competencia pertenecen a países asiáticos: Double Helix, del chino Qiu Sheng, y To Pick a Flower, de Shireen Seno, Filipinas.
Entre las secciones no competitivas tiene un lugar especial Filmoteca, que cuenta con curaduría de Fernando Martín Peña y que este año propone un recorrido por películas soviéticas dirigidas por mujeres en las décadas de 1960 y 1970. Se trata de Ascensión, de Larisa Shepitko, Oso de Oro en la Berlinale de 1977; En una noche de agosto (1969), de Irina Poplavskaya y Sergei Yutkevich; y Tres álamos en Pliuschija (1967), de Tatyana Lioznova. Esta última tiende puentes con Danubio, el documental programado en competencia, ya que se trata de la película ganadora del Festival de Mar del Plata de 1968 que se registra en aquella.
También resultan de gran interés los focos dedicados al cineasta boliviano Kiro Russo –cuyo último trabajo, El gran movimiento, oficiará de film de apertura— y al argentino Pablo Mazzolo. En la sección Nuestros Autores se verán cortos del argentino Gustavo Fontán y del rumano Radu Jude. Se exhibirán además películas de cineastas cordobeses como Paula, de Florencia Wehbe, y Todas las pistas fueron falsas, de Alejandro Cossa, y el cierre estará a cargo de Camuflaje, el documental más reciente de Jonathan Perel.
- Este año la programación del FICIC podrá verse de forma presencial, en las salas coscoínas, o virtual en la página del festival https://cosquinfilmfest.com