El diagnóstico macrista es que el modelo de crecimiento asentado en el consumo interno está agotado. Por eso, el gobierno propone reorientar la economía hacia la inversión y las exportaciones. El saldo de 2016 fue decepcionante: la inversión se derrumbó (5,5 por ciento) y las exportaciones no reaccionaron en sintonía con los pronósticos oficiales. Por su parte, el consumo privado descendió 1,4 por ciento, según datos del Indec. La caída del consumo se mantuvo en el primer cuatrimestre de 2017. El Instituto de Trabajo y Economía (ITE) de la Fundación Germán Abdala estimó un retroceso interanual del 1,9 por ciento en abril.
El kichnerismo no sólo hizo creer a la población que podía “comprar celulares, plasmas, autos, motos” (González Fraga dixit) sino que también los convenció de su derecho a la alimentación. Por ejemplo, el consumo de carne por habitante en la Argentina era de 113,5 kilos anuales en 2015. Esa cifra ascendía a 124,5 kilos, un 17 por ciento más que el valor promedio de la etapa 1991-2000, computando la ingesta de carne ovina y pescado. El macrismo vino a terminar con la insensatez de querer comer más y mejor. El “sinceramiento” de la economía permitió que el consumo de carnes cayera 4,5 por ciento en 2015.
El descenso en volumen (y calidad) de consumo de productos alimenticios de primera necesidad fue generalizado. Por ejemplo, la demanda de manzanas y peras cayó 15 por ciento, la manteca 13, los limones 11, el yogur 9,8 y la leche fluida 9,2 por ciento. El incremento de obesidad y desnutrición, en contraposición con lo ocurrido en la década anterior, será la consecuencia más visible de ese deterioro en la alimentación.
En los gobiernos kirchneristas, “la prevalencia del retraso en el crecimiento se redujo un 45 por ciento (de 20,6 a 11,3) y la prevalencia de bajo peso disminuyó un 38 por ciento” señala un informe elaborado por la Fundación Soberanía Sanitaria y la Universidad Nacional de Avellaneda. Esos avances permitieron “el aumento de un centímetro en la estatura de los niños y niñas de 3 años”. Esas conclusiones fueron extraídas de un relevamiento realizado, entre 2005 y 2013, en 6500 centros de salud de todo el país. La base de datos utilizada agrupa 13 millones de registros provenientes de controles de salud de más de 1,4 millones de chicos menores de 5 años. El actual retroceso del consumo doméstico está centrado en bienes y servicios que integran una típica canasta popular. La contracara de ese fenómeno es el incremento de la venta de productos destinados a la población de mayores ingresos (automóviles y motos de alta gama, camionetas 4 x 4, viajes al exterior).
El último informe de la consultora Ecolatina destaca el fuerte crecimiento interanual en las ventas de bienes dolarizados. En el primer trimestre de 2017, el patentamiento de automóviles importados trepó 73 por ciento, la cantidad de personas que tomaron un avión para viajar al exterior creció 12 por ciento, el crédito con tarjeta en dólares 40 por ciento y la compra minorista de dólares alcanzó niveles récord para el primer trimestre del año (3403 millones de dólares). El titular de la CTA, Hugo Yasky, resumió el escenario actual diciendo que baja el consumo de leche y aumenta el de champagne importado.
En uno de los cacerolazos realizados contra el gobierno anterior, un veinteañero vociferaba ante una cámara de televisión: “yo me quiero ir de vacaciones todos los años a Punta del Este y esta negra de m… (por CFK) no me deja”. Los tiempos cambiaron y quizás ahora pueda disfrutar de sus vacaciones en las playas uruguayas.
@diegorubinzal