“Cuando una persona deja de frecuentar los lugares o las personas que solía visitar, empieza a desaparecer, se pierde su rostro y se desvanece su presencia... En la cultura zapoteca, a esto le llamamos kanitlow”, anota Luvia Lazo, fotógrafa autodidacta de Oaxaca, México, sobre la palabra que da título a su elogiada, conmovedora serie: una colección de retratos tomados a gente de su comunidad de Teotitlán del Valle, cuyas caras permanecen ocultas… Una forma de hablar, a decir de la artista, “de lo que se esfuma poco a poco, de quienes solían estar y nos han dejado, porque lo único constante es el tiempo que inexorablemente corre”. Una manera, además, de transitar su propio duelo tras morir su bisabuelo Domingo, que la crió junto a su bisabuela.
“Lazo navegó esta pérdida dolorosa como lo hace la mayoría: de forma intuitiva, inexperta, a tientas en la oscuridad. Se encontró sucumbiendo al impulso desesperado e irresistible de reconstruir a los difuntos a través de sus recuerdos y, más tarde, de sus fotografías. Así nació Kanitlow”, explica un artículo reciente de la revista New Yorker sobre la génesis del concepto que nuclea las imágenes: cuerpos de cierta edad que no revelan sus rostros, ya sea porque los tapan ramos de flores o utensilios, ya sea porque simplemente dan la espalda a la cámara.
Algunos, por cierto, salen con atuendos tradicionales, que brindan una capa más de sentido al trabajo de Lazo: la herencia de su cultura. “Así como la vida se transforma con el correr del tiempo, también lo hacen las tradiciones. En lo personal, aunque hablo el idioma zapoteco y me siento parte de nuestro pueblo, no puedo decir que practique todos nuestros rituales”, reconoce Luvia. Aunque se considera atea, empero, sintió consuelo en ciertos ritos funerarios de su comunidad. Al morir Domingo, por caso, partió una moneda de plata y la puso sobre su ataúd junto a trozos de maíz, tortillas y un frasco de agua “que le permitieran completar su viaje de nueve días por el limbo”; también estuvo atenta a que no se apagara la vela que asegura que el alma encuentra el camino hacia la otra vida.