Retratos del futuro 6 puntos
Argentina, 2021
Dirección y guion: Virna Molina.
Duración: 88 minutos.
Estreno en Centro Cultural San Martin (Sarmiento 1551).
“Toda imagen de futuro es un espejismo”. La frase que prologa Retratos del futuro, primera película en solitario de Virna Molina (sus films Raymundo, Sinfonía para Ana y Corazón de fábrica, entre otros, fueron codirigidos junto a su socio creativo y pareja Ernesto Ardito) resume de manera poética una de sus directivas reflexivas: el futuro es eso que suponemos o imaginamos, nunca lo que será. Las imágenes de las demoliciones que tuvieron lugar para llevar del papel a la realidad la “avenida más ancha del mundo” en los años 30 pueden dar la impresión de un futuro apocalíptico, pero la verdad es otra: se trata de un ejemplo de progreso del pasado. Sin embargo, el ensayo documental de Molina no es un tratado sobre urbanismo futurista, y en un sus múltiples capas y niveles tienen cabida las condiciones laborales de ayer y hoy, las dictaduras del pasado e individualismos del presente, el miedo a enfermar y morir y las paradojas de vivir en un mundo capitalista. “En la película, el universo se expande hasta volverse infinito”, afirma en off la voz de la directora, definiendo al mismo tiempo las virtudes y deméritos del proyecto.
Entre muchas otras cosas, Retratos del futuro es la historia de un documental trunco: aquel en el cual Molina estaba enfrascada, varios metros bajo tierra, durante los últimos años del macrismo. Un film sobre las luchas laborales de los trabajadores del subte que se vio súbitamente abortado por la llegada de la pandemia. Así, en rápida sucesión, se acumulan reportes audiovisuales de la rebelión chilena de fines de 2019 y los terribles incendios en Australia a comienzos de 2020, antesalas periodísticas de los inminentes aislamientos y protocolos. Algunos meses después del comienzo de la pandemia, Molina declara que en su barrio, Belgrano, las cacerolas piden por el fin de la situación de encierro. La queja se liga a una somera descripción de las clases sociales (“el darwinismo es el espíritu del capitalismo”, afirma otra placa) y a la aparente falta de empatía. Más tarde, la realizadora hará explícitas sus propias contradicciones, cuando afirma que ama la ciudad de Nueva York a sabiendas de que es la ciudad-símbolo de muchos de los males del mundo.
Las contradicciones en Retratos del futuro van de la mano de posiciones ideológicas enfáticas, mientras los temas y reflexiones se acumulan, no siempre con pertinencia y muchas veces con el aporte de un locutor que parece estar leyendo desde el futuro nuestro presente, a la manera de entradas en Wikipedia. Tal vez esa sea la mayor muestra de sinceridad del film: como si se tratara de un flujo de pensamiento reflejado por el montaje sin filtro alguno, el relato parece ser el resultado de una mente pensando el mundo (y el cine) desde un período de ostracismo forzado. Una mente febril acumulando atropelladamente conceptos y preguntándose por el mundo que se avecina, con algo de miedo pero sin dejar de lado la esperanza. Es entonces cuando lo personal intercepta lo colectivo y lo global: a la búsqueda en Internet de noticias e imágenes se le suman videos hogareños de sus hijas en distintas etapas de la vida, fotos familiares de los años 70 y fragmentos de otros films realizados tiempo atrás.