Hasta el minuto 90, el Manchester City tenía marcado su pasaje a la gran final de la Champions League. Ganaba 1 a 0 con un gol de Mahrez a los 33 minutos del segundo tiempo y había tenido tres oportunidades más de rematar el partido y la semifinal en medio del silencio imponente del estadio Santiago Bernabeu. Pero en el descuento volvíó a suceder la épica. Como sucedió ante París Saint Germain en octavos y frente al Chelsea en cuartos, Real Madrid sacó pecho y empató la serie con dos goles del brasileño Rodrygo en un minuto. Con el 2 a 1 fueron al alargue y a los 4 minutos, el zaguero portugués del City Rubén Días le cometió penal a Karim Benzemá y el delantero francés, con enorme jerarquía, anotó el 3 a 1 desde los once metros y puso al Madrid en una nueva final de Champions, en la que buscará consagrarse por 14º vez campeón de Europa.

Real Madrid y Liverpool jugarán el sábado 28 en el estadio de Saint Denis de París una definición extraordinaria. Futbolísticamente, el equipo de Jurgen Klopp ha llegado a esta instancia con una autoridad que no ha tenido el de Carlo Ancelotti que arribó sufriendo y luego de tres series de enorme consumo emocional. Pero precisamente es en ese terreno, más que en lo técnico, lo tactico o lo futbolístico, en el que el Madrid resulta imbatible. El escudo y la historia pesan, desde luego. Pero también hay grandes jugadores y un plantel dispuesto a dejar hasta el último gramo de energía en la cancha con tal de no perder. Se sienten invulnerables y se encargan de hacerlo saber a su rivales.

Pep Guardiola dejó la cancha demudado. Sin poder creer que otra vez la Champions que tanto ambiciona volver a ganar se le había ido de las manos. El City hizo casi todo bien con la pelota en los pies. Pero le sucedió lo mismo que en la ida en Manchester: con todo servido, no pudo definir el partido. Cuando se vislumbraba otra final inglesa, desde el fondo de la historia explotó la épica de Madrid y le dió forma a una clasificación infartante y a otro partido que costará mucho poder olvidar.