Un test de detección y una vacuna contra la leishmaniasis, una enfermedad infecciosa que se volvió endémica, son objeto de investigación y desarrollo desde la Universidad de Salta (UNSA) y el CONICET con la finalidad de llegar a poblaciones marginadas y actuar frente a esta patología característica de las zonas tropicales.

El proyecto para prevenir y detectar la enfermedad lleva diez años y está a cargo de Diego Marco, investigador del Instituto de Patología Experimental (IPE) de la UNSA y el organismo nacional dedicado a la promoción de la Ciencia y la Tecnología.

Al momento del ingreso de Marco al IPE, existían dos grandes líneas de estudio en la región: el chagas congénito y la leishmaniasis, una enfermedad que se transmite a través de la picadura de mosquitos flebótomos infectados.

“Desde un primer momento noté que existía la necesidad de desarrollar nuevos métodos para incrementar la eficacia del diagnóstico de la leishmaniasis, que es propia de zonas tropicales y afecta a un sector de la población con bajos recursos como los trabajadores rurales, que suelen depender de los sistemas de salud estatales”, explicó Marco, quien definió un plan estratégico orientado a la detección, seguimiento, tratamiento y desarrollo de posibles vacunas.

Dentro de esta patología existen diferentes formas clínicas. Hacia finales de los años 90, la tradicional en el país era la tegumentaria (o cutánea), entendida como una enfermedad laboral que afectaba a trabajadores de azucareras, campos y desmontes, y cuya transmisión llegaba por la picadura de insectos. A pesar de que esa manifestación de la enfermedad sigue siendo la más frecuente, en 2006 se reportó en Misiones el primer caso autóctono de leishmaniasis visceral, una variedad que, de no ser tratada a tiempo, puede ser mortal.

A su vez, los perros no solo también pueden sufrir esta enfermedad, sino que actúan como “reservorios” del parásito, que luego es tomado por el vector y puede ser contagiado a los seres humanos. De ese modo, la infección del animal implica un mayor riesgo porque significa la presencia en la zona de flebótomos portadores que pueden infectar a la población.

El investigador y su equipo se abocaron al desarrollo de tres métodos de diagnóstico: microbiológicos, moleculares y serológicos. La variación en los costos, como sucede con los moleculares, hace que el acceso en zonas rurales, donde hay más casos, sea dificultoso. Es por eso que actualmente se trabaja en una red de diagnóstico para que los métodos le lleguen a quienes más lo necesitan.

Marco se encuentra abocado a lo que probablemente sea su mayor desafío profesional: crear una vacuna aplicable para humanos, algo que no existe a nivel mundial.

“Hay inóculos para perros que son eficaces y evitan que la enfermedad evolucione, pero al ser tan costosos no se aplican en el país. Con mi equipo estamos en la etapa experimental de antígenos, con resultados muy alentadores, para desarrollar vacunas que se apliquen en leishmaniasis canina, y si son efectivas, utilizarlas luego en humanos. Lograrlo sería algo innovador en materia científica”.

Convencido de la importancia de impulsar estrategias sanitarias concretas, el investigador puso énfasis en la necesidad de avanzar en planes de castraciones masivas para estimular “una tenencia responsable de mascotas”, ya que, según explicó, “no es lo mismo vacunar 20 mil perros que 100 mil”, y subrayó que trabajar en la detección temprana en zonas alejadas de los centros urbanos “es el gran desafío”.

El investigador de la UNSA tiene una formación muy amplia y sólida. Egresado de la Universidad Nacional de Tucumán como Bioquímico, emigró en 2001 a Japón con una beca que le permitió obtener el título de Doctor en Ciencias Médicas en la Universidad de Kochi. En 2010, fue uno de los tantos científicos repatriados para trabajar nuevamente en el país.

“Mi intención fue siempre volver a la Argentina”, relató al Suplemento Universidad Marco, también profesor de Microbiología, se aboca hoy tiempo completo a la investigación.