La huella de Victorio Paulón en el movimiento obrero es una de las más profundas y ricas de nuestra historia. Es una huella repleta de semillas de presente y de futuro. Desde que protagonizó el Villazo, la huelga metalúrgica que paralizó la ciudad industrial de Villa Constitución entre marzo y mayo de 1975, hasta su desempeño en nuestra CTA como secretario de Derechos Humanos, toda su vida de militante y dirigente sindical fue la continuidad de una gran clase de un maestro hacia todos los compañeros y todas las compañeras que aprendimos caminando a su lado. No sólo a través de sus reflexiones, de esas palabras y análisis que lo convirtieron en referente de distintas juventudes sino también de sus acciones, de la integridad de las decisiones que fueron jalonando momentos nodales del sindicalismo argentino.
Su presencia en gestas históricas del sindicalismo combativo en la década del '70 lo convirtieron, ya en el comienzo del revanchismo represivo de las clases dominantes, en preso político en el mismo año 75. De aquella generación revolucionaria que luchó por una sociedad sin oprimidos ni excluidos a la resistencia en la solidaridad de las cárceles y el exilio, Victorio siempre ubicó en la construcción de la conciencia política de la clase trabajadora organizada todos sus esfuerzos y su capacidad intelectual. Y en esa convicción nunca bajó los brazos. Su militancia en el movimiento de derechos humanos lo mostró como una pieza clave en la investigación, juicio y condena no sólo de los militares asesinos sino fundamentalmente de la complicidad empresarial con la dictadura genocida.
Tras la resistencia a la dictadura cívico militar fue clave su acción en la resistencia al neoliberalismo de los años 90. En ese marco, fue uno de los fundadores de nuestra central y fue precisamente él quien, en el Séptimo Congreso Nacional de Delegados en la Ciudad de Mar del Plata, mocionó el cambio de nombre de “Congreso” a “Central”. Ya sea como secretario general de la Comisión Interna de la UOM Villa Constitución entre 2000 y 2008, ya sea en las diferentes responsabilidades que asumió en la conducción nacional de la CTA, nunca dudó en que los sindicatos, más allá de las justas reivindicaciones en el plano gremial, no podían permanecer neutrales en la batalla política por transformar esta sociedad.
Y así vivió cada minuto de su militancia.
Victorio, además de un compañero y amigo entrañable en sus charlas, en sus abrazos inmensos, en su discusión sincera, seguirá siendo un inspirador de un modelo sindical que persigue la tarea de devolver al movimiento obrero la condición de protagonista en la disputa con el poder real de las clases dominantes. Esa bandera la levantan hoy nuevas generaciones de militantes gremiales que continuarán sembrado su legado.
* Hugo Yasky es secretario general de la CTA de los Trabajadores.