Hoy a las 20,30 en el Cine Público El Cairo se estrena Gonzalo, un documental intimista de 60 minutos con guion, dirección y montaje de Gonzalo Giuliano, filmado en Arequito y Rosario.
En 2007, Giuliano recibió un singular encargo de su padre, Alberto Giuliano: filmar la historia familiar. Fue así que regresó al pueblo natal desde Rosario con un equipo de filmación y sentó ante la cámara a la tía Elba (Elba Catalina Giuliano Zuin), la tía Edy (Edy María Giuliano Zuin), la tía María Rosa y el tío Miguel. "Me llamo Miguel Emilio José. Mi padre se llamaba Cristóbal Emilio Antonio Giuliano. Mi madre, Rosa Lisa Zuin", recita el único hermano varón del padre, sentado ante la caja fuerte del negocio y, tras derramar unas lágrimas por la pobreza materna, declara que va a revelar un secreto que no quería llevarse a la tumba. La foto familiar de los hijos e hijas del abuelo Cristóbal empieza a fisurarse a partir de una confesión cuyas implicancias calan hondo en el cuerpo, o en los cuerpos.
Gonzalo se ha formado como cineasta, como experto en mirar. Su padre nunca se ha quitado los anteojos oscuros. Gonzalo, tras su máquina de mirar, le pide que se los saque y lo filma, mientras dice que es la primera vez en cincuenta años que ve los ojos de su padre. La escena conmueve profundamente a pesar de, o gracias a, la parquedad con que se desarrolla. Hay otra escena, digna del final de Solaris, de Andrei Tarkovsky: Alberto, de pie en una arboleda, ante un río, habla del perdón. No se sabe si lo pide o lo otorga, o ambos. La patria chica del cineasta aparece representada como aquella casa natal en plena naturaleza que las aguas lunares le devuelven a Kelvin: un espacio más de la memoria que de la realidad.
En otro espacio, análogo al de la nave, Gonzalo muestra su piel. Falta pigmentación en algunas partes. Hay zonas que son como una hoja en blanco. La piel del cineasta parece una película emulsionada que en zonas random no acusó recibo de los rayos del sol. Un padre-cíclope, incapacitado de irradiar sobre él más que un 50% de mirada, se reflejó a la perfección en el espejo de ese hijo cuyo cuerpo es como una foto revelada a medias.
El hermano mayor expresa su incredulidad. Su traje y su diploma pueden haberlo protegido. La madre de ambos habla y come un dulce casero; su discurso acerca de la felicidad suena poco creíble. El procedimiento de entrevistar a cada familiar por separado permite advertir los mínimos detalles y gestos recurrentes de uno a otro: el color de los ojos de los Giuliano (un hermoso color indefinible, entre dorado, verde y gris); las referencias al sufrimiento, y un ruido extraño que perturba siempre como desde un fuera de campo, pero que viene de adentro: de las tripas, o de algún aparato mecánico. Gonzalo. (así, con punto final en el título) empezó a realizarse en 2007 y se terminó el año pasado. "Me llevó catorce años", calcula el novel director.
En un off the record que vale la pena citar, cuenta Gonzalo que cuando le mostró la película a su analista, él le dio el alta. Un saber sobre el propio síntoma desparrama su rompecabezas inconsciente en un film que dura una hora y que resulta muy trendy, tanto por su lenguaje que imita el formato casero y se adecúa al bajo presupuesto, como por las preguntas y decisiones que le dan forma.
Están las expresadas, autobiográficas, pero también las concernientes al cine mismo, y a lo audiovisual en general. ¿Hasta dónde mostrar, mostrarse, dar(se) a ver? ¿Es posible lograr un producto artístico a la vez que se produce un documento? Y la que nos dejan los entrevistados, resonando: ¿Tanto nos cuesta sentir nuestras propias emociones? Gonzalo. explora la microscopía de ese déficit, con una honestidad que emociona.
Realizado con la productora The Visible Man (Pamplona, España) y con música de la banda El chancho a rayas (dos sincronicidades harto significativas), el film cuenta con una eficaz banda sonora del genial Charlie Egg. Completan la ficha técnica: Ezequiel Degastaldi (productor general), Tomás Miravalles (cámara), Gian Franco Giacomini (primer asistente), Gustavo Galuppo (consultor de guión y proyecto), Norberto Ritta (dirección de fotografía), Tomás “Vuolá” Gómez (diseño gráfico), Danel Ciaurruiz (sonido) y grabación de voz en estudio en El Desvío Estudio, además de los/las entrevistados/as mencionados y de una larga lista de agradecimientos que abarcan Arequito y Rosario.