I.

Del dinosaurio a los cronopios, de las falsificaciones a los crímenes ejemplares pasamos por todo tipo de metamorfosis y estados transitorios. Las cucharas cambian de género, los ríos se ponen de pie, los invisibles se hacen visibles, los cristos andan por los barrios, las luciérnagas nos curan, la noche extiende su piel, los dolores duelen, las caperucitas siguen desobedeciendo y provocando otras consecuencias. En Rapa Nui hay un moai femenino, el travesti ancestral; la Biblia esconde otros génesis. De un gesto y de un suspiro, pero sobre todo del yugo de las letras brotan los padres, brotan las amigas sucias, brotan los conejos y las sirenas viejas. Somos lo que leemos, somos lo que escribimos.

II.

Abrimos las puertas del lenguaje y entramos en su eros, en su cotidianeidad, en su sabor, en su pregunta, en su irreverencia, en su hermosura. Otredades de miércoles y otredades de viernes. Presenciales y virtuales. Plurales y singulares: la dimensión colectiva.

III.

El juego que más le gusta a la minificción es echar mano a los discursos sociales, desnudar la rigidez de lo binario. Qué tanto género narrativo y género poético, qué tanto macho y hembra, qué tanto grandes géneros y géneros menores: trans-género, señoras y señores, trans-género. Cuento macho con pollerita de plumetí. Anécdota con bigote. Crónica bisexual. Enumeración no aritmética. Carta de tarot. Conjuro chicloso, narratividad interrupta, poeticidad narrativa y otras hierbas literarias, señoras y señores, ¡extra, extra!

IV.

Y llega un programa: Gestionar Futuro. Un organismo: Ministerio de Cultura de la Nación. Un sueño: participemos. Un acto: nos inscribimos. Un trabajo: hacemos el proyecto. Un título: Monstruos y Flores. Un Subtítulo: Antología Federal de Minificción. Otro trabajo que es la suma de todos los trabajos: adecuamos el proyecto al formulario. Y esperamos. Esperamos. Esperamos. Mientras tanto, cada escritor selecciona doce minificciones. Las revisa, las vuelve a revisar, se pone en diálogo con los compañeros, entre todos cuentan palabras, corren comas, sacan adverbios, colocan silencios, deconstruyen, sueñan, se empoderan. Salpican la literatura con gotitas de sangre juguetona y sarcástica. Escriben para temblar. Tiemblan para renacer.

V.

Llega Lauro Zavala: “La minificción es el antivirus de la literatura”.

VI.

Llega Noé Jitrik: “En la actualidad la literatura parece un tanto anémica, no estremece nada, el mercado le quitó la sangre.”

VII.

Han visto, comenzamos a decir. No estamos locos, no estamos locos. Sigamos esperando. Sigamos escribiendo. Sigamos revisando.

VIII.

Que la minificción es un escalpelo, decimos. Extirpa los estereotipos literarios, decimos. Que con su vuelo inmuniza los textos de tabúes y convenciones, aseveramos; que con sus elipsis previene a la escritura de caer en lugares comunes, insistimos.

IX.

Y por qué leerla, por qué leerla, nos preguntan.

Porque la minificción es un sinfín de riesgos y de rupturas, decimos. Nos fruncen el ceño. De hibridaciones y abismos, agregamos. ¿Y de dónde sale?, preguntan, preguntan, preguntan. De los géneros clásicos, confesamos, y se nos quedan mirando. De los diálogos socráticos, puntualizamos, y nos miran aún más raro. Y como si esto fuera poco, añadimos: es copartícipe, de todos los crímenes morfológicos, sintácticos y semánticos de la poesía. (Porque a veces nos vemos obligados a ser un poco rebuscados). Así el transgénero. Así. Y para los que preguntan ahí terminó todo, pero no terminó. Recién empieza.

X.

El lector…, decimos. ¿Qué pasa con el lector?, preguntan. ¿Acaso se puede considerar lector al que lee cronopios, dinosaurios y brevedades semejantes?

Pues, sí señor, decimos. Sí. Las subjetividades no son ni tan inocentes, ni tan falaces, ni tan necesitadas del rollo hípernarrativo. Las subjetividades semantizan, completan, simbolizan, estiran, metaforizan, crean lecturas. Las subjetividades no son sonsas, decimos.

XI.

Y llega el correo: Felicitaciones. Su proyecto editorial “Monstruos y Flores. Antología Federal de Minificción”, ha sido seleccionado. Y hay un sello: Gestionar Futuro. Y hay un logo: Ministerio de Cultura de la Nación. Y hay un grito: ganamos. Y hay un alborozo colectivo. Hay seis provincias metidas adentro de un libro. ¡Yabba-dabba-doooo!

XII.

Hay una invitación: todas las subjetividades, las lectoras consumadas, las subjetividades recién nacidas a la lectura, las que ni siquiera han nacido, las que se pausaron, las que tienen ganas de andar por otros caminos, están invitadas a participar de la presentación del libro “Monstruos y Flores. Antología Federal de Minificción” en el Espacio Cultural Universitario (ECU) el próximo miércoles 11 de mayo a las 19. Y la palabra fundante y la palabra final será: Gracias.

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