(El becuadro, en música, es un signo que indica que una nota, antes alterada por un sostenido o un bemol, recobra su sonido natural)

Quienes no lo conocen o bien lo hacen a través de sus canciones, todas profundas, señeras de linaje criollo, no se imaginarían a un Jorge Fandermole de ternura infinita y un sentido del humor finísimo: es como esos perros de caza adiestrados para las lides de campo donde detectan la presa gracias a su hocico enraizado de aromas salvajes. Tal vez lo sublimen en un horcón de raíces de sauce mirando al infinito, rodeado de animales salvajes y dorados que asoman su cabeza entre los remolinos para saludarlo, mientras un capibara chamán le ceba un mate y él derrama una sentencia. Es un excelente compañero de ruta y con un sentido del humor negro que compartimos para nuestro deleite de buenos sicópatas que nada pueden hacer para torcer este animal rabioso llamado mundo. 

Hablamos seguido de la escena del Capitán Kurt-alter ego de Marlon Brando en Apocalipsis Now-cuando saliendo del agua murmura "¡El horror, el horror!", y con esa frase condensa lo que pensamos del mundo, ese mal sueño llamado civilización. Por ello es que esta nota se titula Los Fantasmas del Becuadro porque existen gentes que se auto proclaman señores y señoritas Becuadros, esto es, recobradores del sonido natural de las cosas y los seres, lo invisible y lo visible, lo etéreo y la materia mediante su intermediación. Nada más errado y fantástico. Ya que, mortales simples como veo que son, se autoproclaman como guías en un camino de sombra. 

Elijo ser un descarriado, un buscador de metales en la playa de la nada, un no profeta, un jefe sin corona antes que un mojón de sabiduría en medio de este vacío ancestral que llevamos y que denominamos vida, el malestar de no comprender y aceptar que moriremos y que debemos andar con la frente alta y fallecer ante el pelotón con la tranquilidad del que no ha hecho de su vida sino un jardín, al menos una tierra a salvo de gusanos, que por otra parte nutren la tierra. Etcétera. Y temo irme por las ramas de mi árbol de Mono de Fuego en que quemo el árbol y luego no sé cómo bajar. 

Zona oeste, un atardecer lánguido, una casita rosa y una tarotista que se dispone a mostrarme las señales: yo me sonrío y ella encrespada se pone roja y me pide seriedad. Burlón como soy le pregunto si leyó a Marechal o a Arlt y me dice que no lee. Fin. Le pago, me mira con desprecio y me voy. 

Otra señorita en un pasillo que conduce a una triste cocinita me vaticina con sus naipes que estoy cerca de una victoria.

-¿Que triunfo? Central perdió con Tigre que es de Victoria- le recrimino.

-En todo, mi amigo, en todo ha de salir ganancioso- me traduce. 

Pago y me voy. 

Luego otra , medio punk, sobre una mesita de un departamentito con olor a caca de gato me habla de la Edad Media y su influencia en mi estado del alma.

-Vos buscás algo como el Santo Grial y no lo encontrás- afirma canchera.

-No me gusta el traje de los Cruzados porque parece la alternativa de River- le contesto.

No entiende y me pide que me retire. Lo hago. Para mi estudio del comportamiento tarotal llevo gastados mis buenos pesos. Los mismos con los que podría desayunar un pibe hambriento tres días seguidos. Me da pudor mi experimento. Pobre gente que quiere ayudarte a encauzar tu presente y futuro. 

Luego, en la casilla de al lado se encuentran los siguientes jugadores del becuadro, correctores del alma, guías y otros desvíos. 

A saber: se hacen llamar “facilitadores” y “enseñan” a vivir.

A saber: Sanación chamánica guaraní -incluye maestría-. Reiki Serafín con ángeles. Elevación vibracional. Sanación asegurada hasta tres vidas pasadas. Exclusivo aroma irdin -el olor que exudan los seres aéreos-. Expulsión de entidades de baja frecuencia. Sé tu propio maestro interior. Redescubre tu propia verdad y tu esencia. Conexión con tu ángel guardián. Apertura de registros akáshicos. Sanación akáshica angélica. Como ser un médium y mensajero del Guía. Soltar los patrones de escasez. La pareja a la luz de lo transgeneracional. Curso de terapeuta angelical. Soy esponja; debo aprender a no sufrir. Energías sutiles de la octava dimensión. A distancia o presencial. Cuencos tibetanos. Glúteos y armonización en casa. Registrso akáshicos de tu mascota. Conexión pleyadiana. Adivinación y preguntas con péndulos de amatista. 

En este universo absurdo y pegajoso solo falta agregar Cría de Conejos Videntes de tres orejas, confección de pasaportes a Venus, pespunte de remeras para leones machos, prodes vencidos que te aseguran la Eternidad y catadores de leches de iguanas. Da lo mismo todo. 

Respeto las curas humanas, yo mismo las he generado y recibido, pero el supermercado de la astralidad repugna de ofertas. Algunos deben poseer ese toque secreto que se trae en la sangre, quien lo duda, pero ante tanto carnaval, es difícil saber quién está disfrazado para pasarla bien o en la turba de ropajes aprovechar para toquetear alguna dama o alzarse con algún valor ajeno. De todos modos, en las generales de la ley, me da pena que tengan que salir al ruedo a registrarse con poderes, cuando lo único que han aprendido es la tabla del 8. Pero más pena me dan los incautos que los necesitan.

Mientras trota entre la foresta mirando su río marrón, Fander me mira y se sonríe levemente. Observa con piedad estos esfuerzos por engañar y que no se note, como las malas canciones que hablan de la honestidad pero en realidad la envenenan con palabras desafortunadas. Sabe que su puño alzado y fuerte es la poesía y que se puede hacer en esta tierra incendiada sino cantar. El, que ha visto el rayo verde y los enigmas de la noche y ha sabido adivinar el idioma de los espíritus. Como yo, solo cree en Marlon Brando, saliendo de su espera de siglos, confirmándonos que nada habremos de saber, solo la fe en ayudar a los demás con acertijos activando las maquinarias invisibles de la fortuna poética. Lo único que queda es admitir con dignidad el Horror que paradójicamente, rima exactamente con la palabra amor.

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