"Tenemos la obligación de debatir y discutir, no la boleta única: cómo hacemos para devolverle a la gente la esperanza y los anhelos. Porque esta es mi mayor preocupación y también mi mayor sensación de amargura: la confianza que nos depositaron. Los anhelos, las esperanzas... y la verdad que creo que no le estamos haciendo honor a tanta confianza, tanto amor y tanta esperanza que depositaron”. Así cerró la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner su discurso en Resistencia, el viernes. Una cadena nacional de canales de cable, espontánea y transversal, cubrió la exposición que duró onda una hora y media. El uso de la primera persona del plural encuadra sus planteos, habla “desde adentro”. El resto distingue responsabilidades y hasta culpas: recaen en el presidente Alberto Fernández (jamás designado con nombre y apellido) y su equipo, en particular el gabinete económico.
Con punto de partida en la insatisfacción democrática, un fenómeno global que padecemos con color local en estas pampas, Cristina desplegó su elocuencia, con toques irónicos y hasta elegantes. El tono escogido, clásico en la oradora, se distingue de los rústicos intercambios diarios entre tirios y troyanos, incluso en la interna del Frente de Todos (FdT). El contenido de la pieza sostiene, en sus palabras, “el debate”.
Las alusiones a tópicos del periodismo hegemónico dan en el blanco: el uso de palabras-ícono (“metáforas congeladas”, diría Jorge Luis Borges) para disimular la ausencia de saberes y hasta de contenido. Por ejemplo, “la caja” y “el poder” simplismos que evaden abordar en serio temas complejos. O a la obsesión por encasillar todo en la psiquis de los protagonistas, tan nelsoncastrista, pongalé.
Cristina enmarca, historiza. Disecciona diferencias entre el off the record y lo enunciado “on the record”. Cuenta “infidencias” de Palacio que dejan malparado a Alberto Fernández, elogia al diputado Máximo Kirchner. Resitúa al ministro de Desarrollo Productivo bonaerense, Andrés Larroque, el más punzante o agresivo (usted elija o mezcle o recalcule) ariete contra el ministro Martín Guzmán, su equipo y al propio presidente. AF quería en 2021 al “Cuervo” Larroque como ministro de Desarrollo Social, confidencia Cristina.
Queda para las tertulias de café, las mesas de arena o las charlas de quincho interpretar si fueron críticas o neutras las alusiones a los ministros de Desarrollo Social Juan Zabaleta (cuyo segundo nombre de pila modificó, por errata o por picardía) y al ministro del Interior Eduardo “Wado” de Pedro.
Como anticipo de los párrafos que vienen, una síntesis ejecutiva. Cristina elevó el nivel del debate, su narrativa golea a la de cualquier dirigente político nacional. Dejó abierta la puerta para que la controversia interna se acentúe en las próximas semanas. No insinuó ruptura, destacó que asumirá en estos días cuando AF se vaya de gira por Europa.
La divulgación del Índice de Precios al Consumidor el jueves que viene, las audiencias públicas por reajustes de tarifas, pueden servir de caldo de cultivo. El clima imperante sugiere que la cobertura informativa en radios y tevé de la aparición de CFK calentará desde mañana el clima previo a esos dos trances difíciles. El periplo europeo del presidente, todo lo indica, quedará en segundo plano para la opinión pública.
En torno de Cristina y en la Casa Rosada se adelanta o supone que, tras el regreso del primer mandatario, serán más frecuentes actos como el de Chaco. Exposiciones cuidadas, con asistencia numerosa en auditorios provinciales. Militantes y adherentes en la calle, recuperando el formato de las presentaciones y “los patios” de la Casa de Gobierno. La liturgia, la escenografía, el papel del público son parte del mensaje.
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Desde el vamos: La expresidenta se autorretrata como racional (“neuronal” en su verbo) y generosa. Enfatiza que las primeras indicaciones y los señalamientos subsiguientes a la política económica arrancaron desde la asunción presidencial, acaso antes. De movida advirtió a su compañero de fórmula que advendría una fuerte puja distributiva. En 2020 explicitó alertas y propuestas. Le propuso un candidato a Secretario de Comercio Interior, joven y muy capacitado, al ministro de Desarrollo Productivo Matías Kulfas. Kulfas, punza CFK, “había escrito un libro contra nosotros, imaginate. Miren si yo voy a andar enojándome por tal o cual cosa… o sea. Había escrito un libro contra nosotros pero, bueno, el Presidente confiaba en él, vaya” (sic, anche el “vaya”). El ministro rechazó al candidato porque confiaba en los buenos modales. Este cronista comparte más las objeciones al dialoguismo cándido del Gobierno (tan ineficaz como reiterado) que la tipificación del libro. Son puntos de vista. De cualquier modo, la discrepancia iniciática con Cristina recobra vigencia.
Aunque Guzmán fue menos mentado personalmente, la calificación sobre su desempeño no dejó dudas.
Sí quedan latentes preguntas de la etapa. Si el kirchnerismo en general pide cambios de política o relevos de funcionarios. En el primer caso, si dispone de un programa alternativo. Y en el segundo, si impulsa candidatos a ocupar los potenciales cargos liberados. La secuencia continuará.
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Réplicas anticipadas y fallas: Los silencios de Cristina se interpretan tanto como sus palabras, lo que fomenta sus sarcasmos. En la Casa Rosada, sin ir más lejos, toda la semana que pasó fue víspera de la alocución en Resistencia. Alberto Fernández había comisionado al Ministro-Jefe Juan Manzur a retomar las reuniones de Gabinete. Se concretó una, más formal que sustanciosa. Quedó notoria, demasiado expuesta, la ausencia de integrantes del ala económica en la conferencia de prensa posterior al madrugón. Guzmán se inclina a replicar reproches al secretismo alternando solo con interlocutores VIP. Quiéralo o no, un modo de subrayarlos.
El presidente Alberto habló en sucesivos actos. En todos subrayó el crecimiento, “el sendero” que recorre la economía real, comprometiendo esfuerzos para que baje la inflación y mejore la distribución del ingreso.
La comunicación pública, como el fútbol y el VAR, fomenta lecturas diversas. Para quien firma esta columna, el Presidente ha perdido sintonía con la sociedad civil, no registra que su palabra no atrae y a menudo no se escucha. Queda descolocado en un hipotético certamen con Cristina: levanta demasiado la voz, “personaliza” en exceso los mensajes. Charla con el puñado de circunstantes más que con la virtual audiencia colectiva que oirá fragmentos, editados.
Como cuestión de fondo, suponiendo que lo anterior sea de forma: no registra que es insuficiente el despliegue de la economía, su sostenimiento sin cambios cualitativos, sin audaces políticas públicas de mediano plazo.
El oficialismo ni siquiera consigue “hacer agenda” con el bono adicional de 18.000 pesos que pronto se empezará a pagar. Una medida que lo describe bien. En positivo por su afán de mantener la carrera de los ingresos fijos contra la inflación. En lo negativo o precario, por tratarse de un parche concebido para salir del paso un mes o dos.
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El diseño de la fórmula: Cristina alegó haber designado a un candidato presidencial sin poder propio. Discurrió sobre hipotéticas figuras alternativas. El presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa. El Secretario General de la Confederación General del Trabajo, Héctor Daer. O hasta el líder del Movimiento Evita, Emilio Pérsico. Todos con poder construido previamente. Todos, glosamos, poco apreciados por Cristina aunque Massa da la impresión de haber conseguido treguas, waivers o tendido puentes en estos años.
Las caracterizaciones son interesantes aunque uno piensa que Alberto Fernández como candidato fomentó el triunfo electoral, previa reunificación del peronismo. Su perfil y su funcionamiento en campaña fueron funcionales en el plano interno y con el padrón ciudadano. En lo interno para reunificar al peronismo, comprendidos el citado Massa, los gobernadores, la dirigencia sindical, las organizaciones sociales. En el Agora exponiendo una nueva versión del peronismo, antagónica a la devastación macrista y asimismo reperfilada.
Cristina Fernández de Kirchner insinuó una ucronía, que deja paso a la discusión contrafactual. Por definición incomprobable, por esencia tentadora. Uno, quien les habla, piensa que ni Massa, ni Daer ni Pérsico hubieran conquistado adhesiones de personas no encuadradas, de peronistas desencantados, de jóvenes que votaban por primera vez.
Imposible dar por sellada la controversia sobre si “Cristina se equivocó al hacer fórmula con Alberto”. Vale deslizar que era arduo (y “corto”) el casting de candidatos para encarnar un peronismo remozado, re-unido, ganador en el cuarto oscuro: había contados protagonistas que pudieran calzarse el traje. Sobraban los dedos de la mano para contarlos. ¿Es opinión o dato? Se escuchan respuestas de lectores atentos.
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Escenarios y especulaciones: Cristina no anunció secesiones ni pidió renuncias (stricto sensu). Analistas varios vaticinan que va preparando candidaturas para 2023. No lo dijo en “on”, no está probado, son presunciones.
Las distintas vertientes del peronismo descuentan que habrá Primarias Abiertas (PASO). El gobernador chaqueño Jorge Capitanich y el presidente anunciaron su voluntad de participar. Wado de Pedro dio un paso adelante en su gira por Israel.
Gana espacio entre los encuestadores la hipótesis de un escenario electoral más parecido al de 2003 que a los de 2015 y 2019. Con ballotage, seguro, con menos polarización entre dos fuerzas. Se fundan en encuestas escasamente confiables cuando falta taaaaanto tiempo. Pero la dirigencia política propende a estimar factible el horizonte. Como enseñaba el compañero Durkheim, las percepciones compartidas socialmente gravitan como si fueran hechos.
Elementos argumentados a favor de la teoría. Ausentismo electoral creciente en 2019. Baja de la sumatoria entre Juntos por el Cambio (JpC) y FdT en dicho comicio, referencia relativa porque el medio término favorece a terceras fuerzas. Crecimiento del “partido” de Javier Milei. Potenciales divisiones entre cambiemitas o entre peronistas, derivables en un par de listas. Son puntos de vista expandidos que este cronista no valida ni descarta, de momento.
Ese horizonte daría margen a pretendientes que saliendo segundos con el 25 o 30 por ciento podrían prevalecer en la segunda vuelta porque nadie treparía hasta el 40 por ciento en la primera. Operaciones y roscas incipientes trajinan con ese futuro entre ceja y ceja.
La prensa dominante cifra altas (o medianas, bueno) esperanzas en la emergencia del apodémoslo, neo peronismo racional. Una confluencia entre el gobernador cordobés Juan Schiaretti, el exgobernador salteño Juan Manuel Urtubey, el exsenador Miguel Pichetto, el exdiputado Emilio Monzó, entre otros. Periodistas de postín o de batalla presuponen que ese conjunto de perdedores o piantavotos a nivel nacional dará un batacazo, repavimentará la abandonada avenida del medio. Schiaretti, se deja constancia, es fuerte en su reducto… el único en esa lista.
Hasta el cierre de esta nota se trata de cálculos, hipótesis de trabajo que parten de la base de una gobernabilidad sostenida, crisis económica no resuelta. Y solidez de Milei para contener al electorado de derechas, restando adhesiones a JpC.
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Insatisfacción, incertidumbre, derechas al acecho: Cristina tomó el uso de la palabra (y tituló su ponencia) aludiendo a la insatisfacción con la democracia. Tendencia de larga data que se agrava con la pandemia y la guerra en Ucrania. El desencanto con sucesivas gestiones, la apatía, la tensión causada por no llegar a fin de mes forman un continuo que puede fomentar violencias ciudadanas o virajes a derechas tan brutales como astutas.
El exvicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, participó en la Feria del Libro de Buenos Aires. Con versación y vuelo intelectual infrecuentes habló de esta contingencia histórica, signada por la pandemia y la guerra en Ucrania. En un reportaje emitido en el programa Gente de a pie (Radio nacional, AM 870) describió: “El mundo se ha modificado en lo objetivo y en la subjetividad colectiva. Vivimos un tiempo liminal, suspendido, sin horizontes. Un escenario de incertidumbre estratégica y corrosión de la esperanza colectiva”.
Los distintos progresismos de nuestra región, se preocupa García Linera, deben empujar potentes “transformaciones de segunda generación”. De lo contrario “tienden a convertirse en partidos de un orden insatisfactorio provocando que las banderas del cambio sean tomadas por las derechas para imponer el yugo y el garrote a los más humildes”. “Un progresismo moderado, de transformaciones podría haber funcionado si no hubiéramos tenido pandemia y sin crisis mundial acompañadas por un declive de las reformas de primera generación”.
La gente, enseña el estadista-académico, demanda cambios y certidumbres que le cambien la vida. Gobernabilidad y ampliación de derechos como hubo años atrás en nuestro país y el vecindario. La acechanza de las derechas no es pura manipulación o simulacro: la benefician la desigualdad, la falta de respuestas a las necesidades populares.