Desde París
Entre lágrimas, rencores y esperanzas se jugó el destino del Partido Socialista francés y, por añadidura, de la misma izquierda francesa: a mediados de la semana, el Consejo Nacional del PS adoptó por un 62% de los votos el acuerdo con el movimiento de Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon para formar, junto al Partido Comunista y los ecologistas, la “Nueva Unión popular ecológica y social” (Nupes). Esta estructura une a todas las izquierdas menos al NPA (Nuevo Partido Anticapitalista) bajo el impulso de Mélenchon con el objetivo de proponer una alternativa a la presidencia de Emmanuel Macron durante las elecciones legislativas de junio próximo.
El pacto conlleva tres dimensiones: se trata, para la izquierda, de un hecho histórico, para Jean-Luc Mélenchon de la consagración de una estrategia de largo aliento y para el Partido Socialista de una apuesta cuyo sentido está por definirse: la unión con la izquierda radical de Francia Insumisa puede ser el último clavo sobre el ataúd del socialismo francés o el estrecho camino de un renacimiento después de los años en que el PS prefirió ser un aliado del liberalismo globalizado en vez de ser el “partido de la transformación social” y la solidaridad soñado por su fundador, Jean Jaurés, a principios del Siglo XX .
Emmanuel Macron, un invento del socialismo
Tal vez no haya prueba más cruel de la inconsistencia y los derroteros del PS que las dos victorias presidenciales de Emmanuel Macron, 2017 y 2022. El actual presidente no es un invento de la derecha sino del socialismo. Las narrativas de la izquierda barren hacia fuera porque les conviene decir que el responsable es su adversario. No. El jefe del Estado es un genuino producto de las traiciones socialistas. Macron fue ministro de Economía del último presidente socialista de Francia, François Hollande. Surgió en ese medio y luego ascendió en 2017 al poder con el respaldo de muchos votantes socialistas y mediante una alianza integrada por dirigentes del PS.
La Nueva Unión popular ecológica y social tiene un impacto considerable en una configuración política donde la oposición tradicional representada por los dos partidos institucionales de derecha y de izquierda, el PS y Los Republicanos, había desaparecido para ser reemplazada por la extrema derecha de Marine Le Pen. Ello explica en gran parte la ausencia, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2017 y 2022, de los dos partidos que protagonizaron la alternancia en los últimos 50 años.
Con Marine Le Pen como candidata, la ultraderecha ocupó el lugar de socialistas y republicanos. La desunión caricaturesca de la izquierda en las pasadas elecciones presidenciales de abril de 2022 aportó un ingrediente de legitimidad suplementaria a una extrema derecha que prosperó en el vacío dejado por el ocaso de los partidos tradicionales.
Mélenchon ganó su lugar al frente de la Nueva Unión
Sin embargo, Mélenchon nunca abandonó su marcha por la izquierda. Empujó la locomotorita desde un ala más radical de la izquierda y, en 2022, apostó por una nueva candidatura presidencial que lo dejó a muy pocos metros de pasar a la segunda vuelta, 21,95% frente al 23,15% de Marine Le Pen. Ese más del 20% de los votos puso a Francia Insumisa como el eje en torno al cual se iba a articular la izquierda futura. Europa Ecología Los Verdes (EELV) y el Partido Comunista fueron los primeros en adherir a la Nueva Unión popular ecológica y social mientras que el PS tardó unos días más en aceptar lo inevitable: o la unión, o la desaparición.
Su resultado en las últimas elecciones presidenciales, 1,7%, convirtió al partido en una suerte de cenáculo confidencial. En el discurso que pronunció ante el Consejo Nacional el Primer Secretario del PS, Olivier Faure, reconoció el desierto electoral en el que cayó el PS: “los votantes nos abandonaron porque piensan que ya no tenemos nada que decir, ni nada más para transformar”.
La “aventura común” con las demás izquierdas no está exenta de extrañezas. No hay, por ejemplo, nada más alejado de la filosofía socialista que el concepto de “izquierda de ruptura” propuesto por Mélenchon. Además, Francia Insumisa está movida por una oposición a los criterios de la Unión Europea y los socialistas (con los ecologistas) son fervientes adeptos del modelo actual. Sin embargo, entre la nada y una posibilidad el PS se resignó a lo posible y, en lo que atañe a Europa, aceptó lo que plantea el pacto, o sea,” no respetar ciertas reglas” fijadas por la Unión Europea.
Una opción a la izquierda
La introducción de una alternativa al poder actual que no sea la de la ultraderecha es ya, en sí, todo un logro. La pobreza de la oferta política era tal que esta iniciativa viene a llenar una amplia expectativa y a cumplir, a la vez, con los anhelos de la militancia de izquierda que, desde hace años, sondeo tras sondeo, exige una unión. ”No somos irreconciliables, estamos demostrando que somos conciliables”, resaltó Faure.
Esa conciliación con los ecologistas y los comunistas fue menos ardua que con los socialistas. Europa, con los verdes, y la energía nuclear, con los comunistas, fueron los dos principales temas de desacuerdo que se superaron con algunos retoques de la plataforma, concesiones y enfriamiento de los ángulos inconciliables.
Al socialismo, profundamente dividido, le hicieron falta más días y un voto final que recompone la figura roja-verde-rosa (la izquierda plural) que gobernó Francia entre 1997 y 2002. Fue la última vez en que las izquierdas lo hicieron aunadas. Antes, habían protagonizado éxitos con una dinámica semejante: el Frente popular en 1936, el programa común de 1972 que condujo luego a la unión de la izquierda en 1981 y a la victoria, en mayo de 1981, del socialista François Mitterrand. En este Siglo XXI, muchos socialistas consideraron el pacto contraproducente y humillante como si el PS todavía fuera el partido dominante de hace unas décadas y no ese terreno baldío en que se convirtió.
No todos aceptaron el pacto
La aceptación del pacto con Mélenchon ya abrió un frente disidente dentro de los escombros del viejo PS. Varias figuras han propuesto el mantenimiento de candidaturas disidentes para las legislativas de junio. El ex Primer Ministro Socialista, Bernard Cazeneuve, abandonó el partido mientras que uno de los jefes de gobierno de la presidencia de François Hollande, Jean-Marc Ayrault, dijo que el acuerdo era una “chapucería”.
François Hollande, el emperador socialista que marcó el ocaso final del PS, “rechazó” el acuerdo mientras que la presidenta de Occitania, Carole Delga, votó en contra y decidió optar por sus propios candidatos para las legislativas del mes que viene. La ex Primera Secretaria del PS y autora de la ley sobre las 35 horas semanales de trabajo, Martine Aubry, ha respaldado el pacto pese a sus declaradas “profundas reservas”.
Hay mar revuelto y caos dentro del PS. Una fractura histórica vino a clarificar las ambigüedades de una formación que nada tiene que ver con los valores que profesa y que, desde ahora, ya no tiene el porvenir entre sus manos. Francia Insumisa dirige la orquesta: comunistas, ecologistas y socialistas ejecutan la melodía que dibuja la batuta de Jean-Luc Mélenchon.
Por primera vez desde 1997 (un cuarto de Siglo…), las izquierdas irán juntas a una consulta legislativa. Quince años después de haber dejado el Partido Socialista (2008) con la idea principal de que era necesario “inventar otra izquierda”, Mélenchon ve su proyecto realizado. Es, además, la primera vez que un sector disidente del socialismo situado más a la izquierda que el PS devora al partido y se convierte, desde una propuesta más radical, en el centro de gravedad de la reconfiguración.
Mélechon mantuvo la antorcha
La historia de Mélenchon fue una trayectoria tan polémica como límpida. Una flecha girando hacia el mismo blanco. En 2008, cuando dejó el PS, Mélenchon fundó el Partido de Izquierda. En 2009 integró el Frente de Izquierda junto a los comunistas y otros partidos y con él fue electo dos veces diputado europeo (2009 y 2014) y participó en la elección presidencial de 2012, donde terminó cuarto con 11,10% de los votos.
En 2016, Mélenchon, inspirado en los movimientos sociales y políticos de América Latina (Argentina, Ecuador, México) fundó Francia Insumisa (LFI). Esa izquierda radical, de ruptura, le permitió participar una vez más en una elección presidencial en 2017. Quedó en cuarto lugar con 19,58% y luego, en junio de ese año, fue electo diputado. Volvió a la apuesta presidencial en 2022, donde consiguió casi el doble de votos que en 2012, 21,95%, y ganó un tercer puesto detrás de Macron y Le Pen.
Desde el militante trotskista de la década de los 70, cuando era conocido con el seudónimo de Santerre, pasando por las tres candidaturas presidenciales y, hoy, centro de rearticulación de las izquierdas, han transcurrido años y catástrofes sin que Mélenchon renegara de errores o fracasos.
Falta mucho para saber qué ocurrirá en junio, pero ya hay un zócalo progresista. Incluso quienes no soportan a Mélenchon empiezan a soñar con que, gracias a esta Nueva Unión popular ecológica y social, desaparecerá la exclusividad de la extrema derecha como fuerza principal de oposición y en su lugar se abrirá, al fin, una perspectiva social y política decente.