Aunque la relación de Nano Stern con la Argentina se remonta a varios años atrás, a partir de una obra que refresca el legado de la nueva canción chilena, el músico santiaguino regresó al país tras haberse involucrado en la campaña presidencial de Gabriel Boric. Sin embargo, cuando lo invitaron a ser parte de la artística del “Concierto de la hermandad chileno - argentina”, celebrado a comienzos de abril en el CCK (a propósito de la primera visita oficial del primer mandatario más joven del mundo), no lo hicieron por el rol que jugó en la llegada del candidato de Convergencia Social al Palacio de la Moneda, sino por la carrera que fue allanando en este lado de la Cordillera. Lo que lo sorprendió y le generó mucha alegría.

Ahora que ayudó a consumar la utopía chilena, el trovador de 37 años retoma su obra, cuya producción actual se vio impactada por el estallido social de 2019 y también por la cuarentena en su país. Así que se encuentra en este momento en la Argentina con nuevo disco, Aún creo en la belleza (2022), que presentará en Buenos Aires este domingo, en Café Berlín (hará una función a las 20 y otra a las 22 hs). En tanto que su libro Décimas del estallido (2020) recibirá el lunes en la ciudad de Avellaneda la distinción de “Libro de interés legislativo”. Luego habrá una charla alusiva. “Poder venir después de tanto tiempo es una muy buena señal”, dice Stern desde la ciudad de Córdoba, puntapié de su gira. “Tengo mucho para contar y mucho para cantar”, señala.

-¿Por qué decidiste adaptarla para contar lo que estaba pasando en ese momento en Chile?

-Contar una crónica en verso no es algo que se me ocurrió a mí, sino que continua con la tradición de la décima. Tiene siglos de historia, a partir de la llegada de los jesuitas a Latinoamérica. Venía ejercitando hace tiempo esta práctica ancestral. El día mismo del estallido social, el 18 de octubre, escribí el verso que abre el libro. No solté la pluma, o el celular en este caso, y no paré de escribir. Junté una tecnología muy antigua, como el verso y la estrofa de la décima, con una contemporánea, como son las redes sociales, y se potenciaron mutuamente. Entra lo oral en lo digital, y eso permite que haya inmediatez. Hacia fines de 2019, se me acercó una editorial para llevar eso a un libro. No había expectativa de contar la historia, sino más bien de contar en tiempo real lo que estábamos viviendo.

-Tu militancia trasciende propiamente el arte. Para muestra está la canción “Te regalo mis ojos”, inspirada en Gustavo Gatica, estudiante que perdió sus ojos a causa de disparos hechos por la policía durante el Estallido. Las ganancias del tema por los derechos de autor se las cediste a él. ¿Cómo vivís ese proceso de empujar lo abstracto hacia lo tangible?

-Creo que ambas cosas conversan y se retroalimenta constantemente. Para mí es una una extensión absolutamente natural del trabajo artístico. Vivimos en sociedad, rodeados de afectos y de problemáticas. En las luchas, la canción y especialmente la palabra son herramientas poderosas. Eso quedó demostrado en el pasado, por lo que no podemos sino tomar esa posta y seguir trabajando en las cosas que importan.

-¿Qué lugar ocupa en tu obra Aún creo en la belleza?

-En lo práctico, fue un disco difícil de ejecutar porque se hizo en medio de la pandemia y el estallido social. Debió haberse hecho en 2019, y quedó latente por una circunstancia colectiva y otra interior. Cantarle a la belleza es una cuestión increíblemente abstracta, así como difícil de definir. Sin embargo, es fundamental en nuestras vidas. Sobre todo en estos tiempos, donde la contigencia es tan intensa. Por otro lado, vivimos en el mundo de las industrias, y la música es una extensión de aquello, en la que se tiende a lo comercial y lo desechable para seguir vendiendo. Hay una cosa contracultural en pararse ahí y seguir el instinto, y ver cómo en esa arremetida algunos códigos propios de estos tiempos están muy lejos de este disco. De cómo suena, de cómo lo planteamos y de cómo lo estamos presentando.

-En medio del libro y del disco, participaste en la campaña presidencial de Boric. ¿Cómo te acercaste a él?

-Nos conocimos en 2010, cuando fue la gran revuelta estudiantil en Chile. Me sumé a ella porque los problemas que estábamos atravesando eran los mismos. Pese a que dejé los estudios formales de chico, viví con esa generación ese drama y cultivamos una amistad. Nos unió una época, un relato y el reconocimiento mutuo. Con esto me refiero a la complicidad entre arte y activismo político. En la última parte de la campaña, fue orgánico e imposible de negar mi cercanía y mi voluntad de participar, y la voluntad de ellos de que estuviera metido. Elegí tener un rol de producción. No en la primera línea del escenario, sino articulando. El ego del artista quedó relegado a un segundo plano, y sentí entonces la dimensión colectiva el trabajo político.

-Hay muchas expecativas sobre lo que hará su flamante presidente.

-Hace dos meses comenzó un tránsito complejo que implica asumir el liderazgo político de un país que está en la suma de muchas crisis distintas, tras cuatro años del gobierno de Piñera, que hicieron mucho daño al tejido social en Chile. A lo que hay que sumar un proceso constituyente, una guerra y una pandemia. Pero Gabriel ha sido muy claro en su mensaje. Siempre cita al Pepe Mujica, quien le dijo que lo fundamental es saber la dirección en la que se avanza y entender que la velocidad del tranco va a depender del contexto y de las circunstancias que te rodeen.

-¿Te ofrecieron algún cargo político en la actual gestión?

-No existe la más mínima consideración de aceptar un cargo en el gobierno. Quiero preservar mi absoluta independencia. El rol del artista es ser crítico. Esto es algo que conversé con el presidente. Colaboré desde un lugar de honestidad, y realmente creo que son los líderes que se necesitan. Ahora me dedico a lo mío, a crear, a escribir, a pensar, a seguir haciendo activismo a través del arte, que es algo que vengo haciendo mucho antes de este proceso puntual y que espero seguir haciéndolo hasta que sea viejo, y ya no me de el cuero.

-Tomando en cuenta que por la nueva canción chilena pasaron al menos cuatro generaciones de músicos, ¿no creés que el nombre se queda corto en esta época?

-Creo que la respuesta a tu pregunta la dio Víctor Jara cuando dijo “canto que ha sido valiente siempre será canción nueva”. Todos los cantos, toda la músicas, el mundo del hip hop, el mundo del trap, el mundo del folklore, al que estuvo vinculado siempre la nueva canción chilena, son todos válidos, son todos contemporáneos. Cada uno tiene su aporte. Me alegra que se pueden cruzar esas barreras tan artificiales de los géneros, al colaborar unos con otros, para armar así una cofradía.