Desde Londres
Theresa May y Jeremy Corbyn se juegan su futuro político en las elecciones del jueves. May convocó a elecciones anticipadas a mediados de abril con la certeza de que los 20 puntos de ventaja que tenía en los sondeos le garantizarían una aplastante victoria electoral y un fuerte mandato personal con una mayoría de 100 diputados en el parlamento para las negociaciones del Brexit que comienzan el 19 de junio.
La primer ministro sigue siendo la favorita pero los dos meses de campaña han erosionado su imagen al punto que algunos sondeos le dan una magra ventaja de apenas 3 puntos y le vaticinan una contundente derrota en la capital Londres. Los sondeos que mejor la posicionan le dan, en el mejor de los casos, una mayoría de 50 diputados, resultado que hoy sería considerado un éxito. Pero están las otras encuestas, las que meten miedo entre los conservadores, que predicen una mayoría menor a los 17 escaños que tenía al convocar a elecciones, con dos escenarios catástrofe: que directamente pierda la mayoría en la cámara o que, aún peor, sea derrotada por los laboristas, fin de su carrera política.
El caso del laborismo es el opuesto. A mediados de abril todos predecían que el partido de Jeremy Corbyn sería pulverizado y perdería unos 50 escaños o más de los 232 que tiene hoy. La campaña y su ambiciosa y convincente plataforma electoral revirtieron este punto de partida. El laborismo presentó propuestas concretas (nacionalización de trenes, servicios energéticos y agua, fuerte inversión en salud, educación y vivienda, eliminación de las matrículas universitarias) con un documento adicional que explicaba cómo serían financiadas (impuesto al 5% más rico y a las transacciones financieras, combate a las guaridas fiscales y la evasión).
En sus apariciones públicas y televisivas Corbyn ha proyectado una humanidad y calidez ausentes por completo en la figura arrogante, tensa y robótica de May. El líder laborista logra salir bien parado hasta de sus errores como cuando reconoció con gracia que no había estado a la altura esperable cuando no recordó el costo fiscal del plan de guarderías que impulsaba su partido a nivel nacional en una entrevista con BBC woman´s hour. Theresa May declinó comparecer ante el mismo programa y se ausentó del debate de los siete líderes partidarios el miércoles por la noche. El resultado ha sido un cambio de la tendencia que achicó la diferencia entre ambos partidos de 20 puntos a 9, luego a 6 y esta semana a 3.
El jueves una encuesta publicada por el vespertino London Evening Standard marcó una de las cumbres de este ascenso. El vespertino predecía una victoria aplastante para Corbyn en la capital, Londres, y añadía una evaluación inédita. Por primera vez en una encuesta, un sector del electorado - en este caso el capitalino - consideraba que Corbyn iba a ser mejor primer ministro que May: una ventaja de 37 a 34 (hace un mes la conservadora lo aventajaba 38 a 32).
En un escenario ultra-optimista Corbyn podría formar un gobierno de minoría, pero al líder laborista le bastaría con aumentar el número de diputados y votos obtenidos en las últimas elecciones para reivindicar su estrategia y marcar el rumbo de navegación futura del laborismo. Si las urnas no confirman el optimismo de los sondeos y, tal como se predecía en abril, Corbyn pierde escaños, volverán los cuestionamientos a su liderazgo y el giro a la izquierda que impuso a su partido.
Consciente de que la elección no es el paseo que se predijo en abril, Theresa May y los conservadores han incrementado los ataques en los últimos días con un movimiento doble: la demonización de Corbyn y el Brexit. A Corbyn lo atacan por su política exterior y de seguridad, lo acusan de Pro-IRA (Ejército Republicano Irlandés) y Pro-Hamas, de anti-armas nucleares, de pro-sindicatos, pro-inmigrantes y gastar en promesas electorales lo que no tiene. En el terreno del Brexit, la primer ministro apela a ese 51,9% que votó a favor de la separación del Reino Unido de la Unión Europea y se presenta como la única capaz de llevar adelante ese mandato. “Quiero que nos libremos de las cadenas de la Unión Europea, que seamos otra vez una gran nación comercial, con nuevos trabajos y oportunidades para todos. Solo podemos lograr un Brexit exitoso si creemos en el Brexit. La otra persona que puede ganar las elecciones simplemente no da la talla para llevar esto adelante”, dijo May el jueves.
Cada estrategia tiene sus riesgos. Inclinándose mucho por los que votaron Brexit, May se olvida del 48,4% que votó a favor de permanecer en la Unión Europea. A diferencia de los liberal-demócratas que quieren un nuevo referendo, Corbyn aceptó el resultado, pero se presenta como el adalid de un “soft Brexit” que cuide el vínculo económico con la Unión Europea y acepte su agenda social. En el lanzamiento de su plataforma para un “Brexit” consensuado, Corbyn criticó el “Hard Brexit” conservador y puso el acento en los europeos que viven en el Reino Unido. “Es una vergüenza que los Torys no hayan hecho nada sobre este tema. Son tres millones de personas que quedaron en el limbo. Es inmoral. Y por mis discusiones con dirigentes europeos está claro que sería la mejor manera de garantizar los derechos de los británicos en Europa”, indicó Corbyn.
Los últimos días de campaña serán claves, en especial si alguno de los dos candidatos tiene algún resbalón en la recta final. Las oportunidades aparecen a cada esquina. El viernes Corbyn atacó a May por su débil reacción a la decisión de Trump de retirarse del acuerdo de cambio climático. “Cuando se le dio una posibilidad de presentar un frente común con nuestros aliados internacionales, May eligió el silencio y la sumisión a Trump. Es una negligencia en su deber frente al país y el planeta. Este no es el tipo de liderazgo que necesitamos para la negociación con la Unión Europea”, indicó Corbyn.
El resultado dependerá de muchos factores difíciles de ponderar. Uno de los más complicados o imposibles de medir es el impacto del peculiar sistema electoral británico sobre el resultado final. La elección es indirecta, es decir, los británicos no eligen a May o Corbyn como en una elección presidencial, sino al diputado que los va a representar en la circunscripción electoral en que viven. Son 650 distritos: el partido que obtenga más escaños podrá formar gobierno eligiendo a su líder como primer ministro. El cálculo es que hay unos 150 escaños que podrían cambiar manos: la proporción en que lo hacen decidirá el resultado. Pero además, en cada distrito, juega la realidad local: el cierre de un hospital o una escuela en la zona puede resultar más determinante que el Brexit o la política energética nacional.
El gran enigma son los jóvenes. El nivel de abstención de este grupo ha sido muy elevado en los últimos años (solo el 43% votó en las elecciones de 2015), pero hay señales de que eso cambió con el referendo por el Brexit el año pasado (64%) y con la elección de Corbyn como líder del laborismo hace dos años que generó un fuerte movimiento juvenil. Esta elección tiene más de dos millones de nuevos votantes. Músicos muy populares e influyentes entre los jóvenes como Akala y JME apoyaron a Corbyn. (foto, recital y protesta del grupo Captain SKA, cuyo tema “Mentirosa, mentirosa”, referido a May, fue censurado por la BBC). Los encuestadores no tienen la menor duda que la elección la decidirá, sobre todo, este grupo etario. “Todo va a depender de que el día de las elecciones vayan a votar o no”, señaló al “Evening Standard” Anthony Wells de la encuestadora YouGov.