En 2001, la actriz chilena Julieta Figueroa estaba inmersa en un proyecto de danza cuando José Luis Torres Leiva le pidió llevar un registro audiovisual de esa experiencia. Ella accedió sin saber que él era cineasta. “Al ver el resultado final quedé impresionada por cómo hizo esa edición de mi trabajo y por su opinión. Ahí empezamos una amistad muy profunda; en ese momento me fui a vivir a Alemania pero siempre seguimos conectados”, cuenta Figueroa a Página/12, durante su primera visita a Buenos Aires para presentar la retrospectiva dedicada a la obra del director, que podrá verse hasta el viernes 13 de mayo en la Sala Lugones del Teatro San Martín.
Esa amistad decantó en un largo camino de colaboraciones que incluyen largometrajes como El cielo, la tierra y la lluvia (2008), Verano (2011) o Vendrá la muerte y tendrá tus ojos (2019), y los cortometrajes Obreras saliendo de la fábrica (2005), Las palomitas blancas (2011) y El sueño de Ana (2017). En estas exploraciones y en las otras que se presentarán en la retrospectiva hay algo de la idiosincrasia chilena que Figueroa explica así: “Esto de vivir en un país largo y flaco, entre la cordillera y el mar, nos da una melancolía bien especial. Me parece que el trabajo con los paisajes y los silencios es algo muy chileno. Considero que el cine de José es tan particular, variado y distinto, que siempre invitaría a las personas a tomarse el tiempo de acercarse a su cine, porque sus películas proponen otro ritmo”.
- ¿Cuál dirías que es el sello distintivo en su cinematografía?
- Creo que la observación es lo más distintivo. Es tan buen documentalista que eso le permite invisibilizarse en sus trabajos, entonces las situaciones se convierten en algo tan real que uno olvida que se trata de una ficción. Me parece que el sello de autor está muy ligado a su faceta documental. Te entrega la libertad total: tú estás en la realidad y te olvidas de lo que existe afuera.
- ¿Cuáles son los principales desafíos como actriz a la hora de trabajar en un registro tan realista?
- Yo vengo del teatro y empecé a trabajar en cine con él, entonces conocí este mundo de su mano. Antes había hecho televisión pero es muy distinto. Entré a un formato que es diferente, porque en el escenario es todo grande. Al principio pensaba que debía tener muy claro quién era el personaje, de dónde venía, cuál era su historia, cómo come, cómo camina. Con Obreras empecé a ver de qué se trataba y cómo trabajaba él, pero en El cielo, la tierra y la lluvia comprendí que había que vivir las situaciones con tu propio impulso. Esto del subtexto que a veces nos obsesiona tanto a los actores, se transforma en un “vivir el momento” mucho más ligado a lo sensitivo que a lo intelectual.
La obra de Torres Leiva presenta pequeños relatos que hablan de temas universales, historias protagonizadas por personajes en apariencia simples; en sus producciones los escenarios naturales tienen una gran importancia, como así también los silencios, los recorridos de los personajes, sus trabajos, su mundo interior. Y los documentales abordan temáticas tan diversas como las catástrofes, la discapacidad o el método de trabajo del cineasta Ignacio Agüero. “Creo que la magia de José está en dejar que el espectador haga su viaje personal. Te entrega una inmensa libertad como observador para que puedas ir a tu mundo y armar tu propio relato. Eso me parece muy valioso; sus películas habilitan un gran espacio de reflexión y también abren el campo sensitivo: los colores, los sonidos, las miradas te llevan a lugares diferentes”, dice Figueroa.
- En estas películas hay muchas mujeres y cierta energía que tiene que ver con lo femenino. ¿Qué opinás sobre eso?
- Creo que José siempre ha hablado de lo femenino, más allá de si se trata de un hombre o una mujer. Yo encuentro su sensibilidad muy delicada y, al poner en escena estos personajes femeninos, también se convierte en una opinión. En Vendrá la muerte y tendrá tus ojos obviamente uno se pregunta por qué no está interpretada por una pareja heterosexual, y él ha dicho que es muy distinto el modo de relacionarse: cómo se acercan, cómo se miran, cómo se tocan. Creo que sus películas traspasan las cuestiones de género porque hablan de algo mucho más universal. Y en Verano, por ejemplo, hay múltiples miradas femeninas sobre las relaciones, la pareja, la maternidad.
- ¿Cómo ves el impulso del feminismo en tu país?
- Afortunadamente, en Chile el feminismo está con mucha fuerza, como en todo el mundo. Pero también existe cierta polarización, esta parte un poco ruda: si lo hace un hombre, ¿tiene menos valor? José trabaja lo femenino de una manera tan propia que a lo mejor podría ser un buen ejercicio visionar las películas sin mencionar al autor y preguntar después si fue realizada por un hombre o una mujer.
Consultada sobre el contexto actual en su país, Figueroa lo describe como “un momento muy especial, de transformación, aunque aún no se sabe realmente hacia qué lugar está dirigido”. La actriz comenta que luego del estallido social era muy claro hacia dónde iba, pero que ahora “se empezaron a quebrar tantos sistemas y tantas formas de poder que todo se ha tergiversado. El gobierno de Boric no lleva ni dos meses y está todo difícil”.
- ¿Qué repercusiones hubo en el campo cinematográfico?
- Después del estallido social apareció toda una línea de cine político que yo encuentro como algo muy positivo, emergió el cine de denuncia y los temas de la dictadura están mucho más presentes a raíz de la violación a los derechos humanos que hubo durante las movilizaciones. Todos los registros que existen, de teléfonos celulares o de cámaras profesionales, son audiovisuales. Las personas están empezando a crear sus propias películas: son denuncias y es importante porque en dictadura fue tan clandestino todo, tan oculto, que la información concreta de ese período no está tan presente. Además, el cine chileno es reconocido a nivel internacional, se han entregado un montón de premios a pesar de que el apoyo financiero es bien difícil.
Muchas veces los artistas desarrollan antenas especiales que les permiten elaborar obras en sintonía con su propio tiempo. Como ejemplo ilustrativo, Figueroa alude a Vendrá la muerte: “Esa película estuvo muy vinculada con todo lo que estaba pasando en Chile. Salió en 2019 y lo encuentro especial porque, en el fondo, te hablaba de la dignidad de morir, de cómo deseo morir y no cómo dicen que debo morir o luchar para no morir. Las sociedades imponen reglas y a veces ni siquiera nos damos cuenta de que las estamos acatando”.
- La retrospectiva se presentará hasta el viernes 13 de mayo en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530). La programación puede consultarse en la web del CTBA.