Las víctimas de abusos sexuales perderán el miedo. Lo anuncia un personaje de El castillo de Barbazul, de Javier Cercas, la tercera entrega de las novelas que transcurren en Terra Alta protagonizada por Melchor Marín, expolicía devenido bibliotecario que tiene que resolver uno de los casos más complejos de su vida. Su hija Cosette --una adolescente que se rebela cuando descubre que su padre le ha mentido sobre cómo murió su madre-- es violada por un grupo de hombres encabezados por Rafael Mattson, un multimillonario que abusa de jóvenes menores de edad, un depredador sexual amparado por un blindaje político, policial y judicial que garantiza su impunidad.
Cercas presentó El castillo de Barbazul (Tusquets) en la 46ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. La saga había empezado con Terra Alta (2019), con la que ganó el premio Planeta. Terra Alta es el lugar adonde es destinado el protagonista, el policía Melchor Marín, hijo de una prostituta asesinada, expresidiario y lector de novelas, después de su actuación heroica durante los atentados yihadistas en Cambrils en agosto de 2017. Y continuó con Independencia (2021), que tiene como resorte narrativo la extorsión que sufre la alcaldesa de Barcelona por un video sexual. “Las violaciones grupales son tan antiguas como el mundo”, dice Cercas, autor de Soldados de Salamina, Las leyes de la frontera, El impostor y El monarca de las sombras, entre otras novelas, en la entrevista con Página/12.
-Quizá el tema de fondo de “El castillo de Barbazul” es el abuso sexual que sufre Cosette, un tema que se toca por primera vez de manera central en la saga de Terra Alta, ¿no?
-Ese tema está desde el principio en estas novelas; en la segunda (Independencia) había “una manada” y un caso de extorsión sexual. Melchor Marín es un tipo que ha vivido en carne propia la violencia contra su hermana, su madre, su mujer, ahora su hija. El proyecto de estas novelas es especial; son tres novelas distintas y un solo libro verdadero; se pueden leer aisladamente, pero también como una sola novela. Pero tienes razón que en este libro ese tema es el centro absoluto. La violencia contra las mujeres es una variante del abuso de poder. Este asunto no es de ahora, esto ocurre desde que el mundo es mundo. Hay una mitad de la humanidad que tiene a la otra sometida, postergada, sojuzgada, porque es un hecho, no una opinión. Aristóteles, pilar de la civilización occidental, escribió: “en la política las mujeres son inferiores a los hombres”. Eso lo escribía porque toda su época lo pensaba; es algo que se ha aceptado hasta hace cuatro días. En España los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas no hace ni veinte años que se contabilizan; empezó en 2003, 2004. ¿Eso quiere decir que antes no existían? Por supuesto que existían, pero se llamaban “crímenes pasionales”, que casi suena bonito y romántico, ¿verdad? Un informe de la policía española decía hace un mes que en España cada hora se cometen dos agresiones sexuales; en países como México se matan 10 mujeres al día. Yo ya tengo sesenta años y cuando era un niño de este tema no se hablaba, no se mencionaba, pero claro que existía. Las violaciones grupales son tan antiguas como el mundo.
-Cosette decide ser policía, aunque ahora el padre trabaje como bibliotecario. Al terminar de leer la novela emerge una pregunta muy interesante: ¿qué heredan los hijos de los padres?
-El asunto de la herencia siempre está en mis libros, creo que es fundamental. Está muy bien visto lo que dices, esto no me lo había dicho nadie. La novela arranca con un rechazo de Cosette, que se rebela como nos rebelamos todos para ser quienes somos, se rebela por una mentira, un ocultamiento. Al final acaba haciendo lo que su padre hace o hacía, porque sigue siendo un policía. Pero esto me hace pensar que este era el tema de El monarca de las sombras; yo quería rebelarme contra mi madre, contra la herencia, y al final acabé haciendo lo que mi madre quería, que era escribir el libro sobre el héroe de la familia. Desde mi primer libro está la cuestión "qué hacemos con la herencia". No estamos solos, somos también nuestros antepasados. ¿Qué hacemos con la herencia que nos dejan? Esa es la pelea, llegar a ser quien uno es consiste seguramente en ser conscientes de esa herencia. Si tú conoces tu herencia y la entiendes puedes gobernarla. Si no la conoces y no la entiendes es esa herencia la que te gobierna a ti y repites una y otra vez los mismos errores. Cosette entiende a su padre y se convierte en lo que él era.
El futuro, dimensión del presente
-¿Encontraste el final de la novela al darte cuenta de esta comprensión de Cosette hacia su padre?
-No racionalizo cuando escribo, yo escribo desde las tripas lo que la novela me va pidiendo a cada momento, escucho a la novela, aunque pueda sonar muy místico. Escribir una novela es crear un juego cuyas reglas el escritor descubre a medida que escribe y el lector a medida que lee. Esas reglas te llevan por determinado sitio, si son sólidas y fuertes. Por eso para mí lo más fácil de la novela es el final: Cosette sólo podía ser policía porque ha entendido por qué su padre era policía, lo ha entendido a través de una experiencia brutal, pero lo ha entendido. Lo que hay en Cosette es adoración, rebelión y reconciliación, un camino bastante común hacia los padres: te rebelas contra ellos y al final los entiendes.
-¿El ciclo “Terra Alta” está cerrado o ahora va a seguir con Cosette como personaje?
-Esa es una pregunta malvada (risas). Yo concebí cuatro novelas, cada una de las cuales se pueden leer independientemente. Me consta que hay gente que ha leído esta novela sin haber leído las dos anteriores. No pasa nada, pero es verdad que forma parte de un ciclo mayor. Yo creí que esto se cerraba con un final abierto, pero ahora mismo no sé (risas). Esa es la verdad.
-Las novelas de Terra Alta se proyectan cada vez más hacia el futuro: “El castillo de Barbazul” transcurre en 2035, dato que se explicita cuando se recuerda que uno de los personajes, Carrasco, nació en 1978 y cumplió 57 años. ¿Por qué te interesa trabajar con el futuro?
-Es un detalle muy escondido. Esta es una singularidad no buscada de estas novelas. Las novelas transcurren en un futuro inmediato, pero sin ovnis ni seres verdes con antenas. El futuro inmediato de las novelas es muy semejante al presente. Tendemos a pensar que el futuro tiene que ser muy diferente, ¿por qué lo va a ser? Trece años no es nada. Los seres humanos somos los mismos desde Homero hasta hoy. Si cambian, cambian las cosas superficiales, anecdóticas. Y tampoco cambian tanto. En las novelas anteriores a este ciclo el pasado era una dimensión del presente sin la cual el presente estaba mutilado. El pasado tenía mucho peso. El futuro también es una dimensión del presente sin la cual el presente también está mutilado. Lo que imaginamos del futuro dice mucho también de cómo vivimos el presente. Lo peculiar de estas novelas que transcurren en el futuro no fue buscado, sino que fue obligado por un hecho histórico del cual no me podía apartar: Melchor Marín llega a la Terra Alta porque es el policía anónimo que abatió a cuatro terroristas en el atentado yihadista de Cambrils en 2017. En un momento determinado me di cuenta de que era el policía que había abatido a los terroristas porque los escritores trabajamos con la oscuridad y con la basura, con lo que la gente no sabe y no quiere. Esto me fue obligando a situar las novelas cada vez más en el futuro. No fue algo pensado de antemano. No soy muy racional escribiendo porque acepto lo que viene de las tripas.
Un acto de coraje
-Cosette le comunica al padre que lo va a denunciar a Mattson y es un acto de coraje porque no todas las mujeres se animan a denunciar a un empresario poderoso. Cuando comprende a su padre y sabe quién es ella, hacer la denuncia es el primer paso para acabar con la impunidad, ¿no?
-No hay ninguna duda de que es un acto de coraje. No solo las violaciones grupales sino las agresiones sexuales no son denunciadas. Para escribir esta novela tuve que documentarme y hablé con gente que se dedica a tratar a las mujeres que son víctimas de violaciones. Es un tema de una gran complejidad y yo he intentado explicarlo con la mayor precisión y el mayor respeto posible. Denunciar una violación es un acto de coraje, ya no por miedo a las consecuencias externas, sino porque muchas veces ni siquiera son conscientes que han sido víctimas de una agresión porque se sienten culpables y muchas no toman consciencia de lo que ha ocurrido. Hay vidas liquidadas; mujeres que nunca vuelven a tener una relación sexual ni una pareja. Lo que hace Cosette es un acto de coraje; ella se enfrenta a lo que ha ocurrido. Yo podría decir que “Melchor Marín soy yo”, pero sólo en lo malo; en lo bueno no. Melchor Marín es un personaje lleno de furia, de dolor, de oscuridad, de violencia, de deseos de venganza, de todas esas cosas que llevamos dentro y cuando nació este personaje yo las llevaba mucho más.
-Melchor Marín no está tan rabioso y furioso en esta tercera novela. Quizá se muestra más al padre que en las anteriores, ¿no?
-Estoy de acuerdo contigo y aquí la parte luminosa es mucho más visible. En la segunda novela se veía al padre, pero estaba un poco apartado. Una de las virtudes que tiene Melchor Marín es el coraje y esa es una de las cosas que Cosette hereda del padre. Winston Churchill decía que el coraje es el fundamento de todas las demás virtudes. Melchor Marín tiene coraje sin alharacas, sin exhibicionismo; los que hacen exhibicionismo del coraje no tienen coraje, y Cosette inequívocamente ha heredado el coraje porque para denunciar hace falta mucho valor. Me estás incitando a escribir la cuarta y hay mucha de la cuarta parte escrita, pero no sé si la acabaré de escribir o la publicaré.
-¿Por qué no la vas a terminar de escribir o publicar? ¿Estás en crisis con el proyecto de Terra Alta?
-No, no estoy en crisis. Al principio iban a ser cuatro novelas, después pensé que está bien que acabase con tres, pero a lo mejor son cuatro. No te quiero mentir porque ni siquiera yo mismo sé lo que va a ocurrir. Las novelas son como las guerras: se saben cómo se empiezan pero no se sabe cómo acaban. Cervantes no tenía ni la más remota idea que escribiría una segunda parte del Quijote, que es mejor que la primera, por cierto.
Supersticiones literarias
-A propósito de la oscuridad, ¿hay algún tema como escritor con el que no te metas literariamente porque sabés que no vas salir bien parado?
-Ya me he metido en todos los líos posibles (risas). Como persona me considero razonablemente cobarde, pero como escritor no puedo serlo. Un escritor cobarde es como un torero cobarde; se ha equivocado de oficio. Un escritor tiene que ir a fondo de lo desconocido para encontrar lo nuevo, como decía Baudelaire. Estas novelas, alguien me ha dicho, son una provocación porque parecen policíacas. En todas mis novelas hay un enigma y alguien que intenta descifrarlo. La principal superstición de nuestro tiempo es aquella que dice que la buena literatura no puede ser literatura popular, que la buena literatura solo puede ser secreta, minoritaria, de catacumbas. La mejor novela que conozco, el Quijote, tuvo un éxito fenomenal; Shakespeare era popular; Victor Hugo --tan importante para Melchor Marín por Los miserables-- tuvo un gran éxito. Lord Byron era tan famoso en su época como Paul McCartney. Lo mejor que le puede ocurrir a la literatura es que vuelva a ser relevante, que vuelva a decir cosas importantes a la gente. Quien considera que el género policial es un género menor simplemente no sabe qué es la literatura porque en la literatura no existen géneros mayores ni menores; existen formas mejores o peores de usar los géneros. Lo que me importa es escribir el mejor libro posible. No hay ningún tema que esté más allá de la literatura. Otra de las grandes supersticiones de nuestro tiempo es que la literatura no es útil. ¡Qué disparate! Esta idea de la inutilidad de la literatura era una provocación. Le estaban diciendo a los putos burgueses de su época que eran unos imbéciles, pero cómo Flaubert no va a considerar que la literatura no es útil. ¿Qué es la literatura? Placer y conocimiento. ¿Hay algo más útil que el placer y el conocimiento? La literatura es utilísima, siempre y cuando no se proponga ser útil. Si se propone ser útil se convierte en propaganda, pedagogía y deja de ser gran literatura. Decir que la literatura era inútil era una provocación y la modernidad se lo ha tomado inútilmente en serio.