El último día del año 1967, una lista de casi 300 curas hizo llegar al obispo Helder Cámara (Brasil) su adhesión al Mensaje de los 18 Obispos del Tercer Mundo. Nacía así el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Entre los firmantes, por la diócesis de Morón, figuraba Eduardo Rodríguez, Chingolo, para los amigos.
Inquieto y amiguero, quizás a consecuencia de un accidente de montaña que lo tuvo un largo tiempo internado, decidió, tiempo después, trasladarse al sur, a Rio Negro, donde entre trucos y vinos entabló una enorme amistad con Juvenal Currulef y el Tano Galbiatti; allí trabajó en la cosecha, como uno más, como siempre quiso, ¡y consiguió!
Tiempo después, haciendo una breve escala en Moreno recaló en Quilmes donde desplegó en toda su capacidad su libertad, su pícaro sentido del humor, su sensibilidad para detectar dolores y alegrías, especialmente de los pobres y los barrios. Supo ver los signos de esperanza desde lo político a lo eclesial leyéndolos interminablemente desde el tango y la calle; recuperó la esperanza, casi perdida después de los 70, gracias a Cristina y el Papa Francisco.
Amante de los encuentros, a los que no faltaba, hasta que la salud se lo complicó, las visitas inesperadas, escribía tratando, ¡y tantas veces logrando!, hablar a la gente y en el lenguaje de la gente, y no desde lo institucional, a lo que tendía a escaparle. Amigo de los animales, empezó a cambiar los perros por los gatos cuando se sintió debilitado, porque estos no lo extrañarían, cuando se fuera. A un cura amigo le decía: _“nuestras biografías son muy cortas. La historia no empezó ni va a terminar con nosotros. Lo importante es empujar esa historia donde está el Reino de Dios, siempre en favor del pueblo y los pobres". _
En junio de 2014 escribía: «A medida que nos vamos acercando al momento en que nos vamos acabando, el momento en que las fuerzas flaquean, la memoria patina; se nos va escurriendo como agua entre las manos lo que fuimos, lo que pudimos; en esos mismos momentos de acabamiento comienzan momentos de nacimiento, de crecimiento, de desarrollo. Es el misterio de la decrepitud que como toda crisis es comienzo de otra cosa. Es el comienzo y crecimiento del tuteo con Dios. Ya pasó el respeto; el usted. Entramos en la confianza, la familiaridad. Entramos a conocer al verdadero Dios. Más que a conocer, diría, a vivir al verdadero Dios. Entramos en la sabiduría. Desde ahí leemos toda nuestra historia. Y poco a poco nos invade una gran paz. Ya pasó el tiempo en que nos creíamos siervos, militantes, misioneros, seres llamados a cumplir una tarea. Y pasamos a ser nada más ni nada menos que amigos. Y vamos llegando al momento en que seremos recibidos en ese más allá o más acá, simplemente con un abrazo. Será estúpido arrodillarse. No tiene sentido. Llegamos a un igual. A uno que nos dijo que ya no nos quiere llamar siervos sino amigos. Y los dos de pie, cantaremos unos tangos. "¡Que tarde que has llegado, no ves que ya es invierno!", me canta uno del Dios Trío; creo que es el Hijo. Y yo le contesto: es culpa de los K que por culpa de la inclusión (y ustedes Tres también tiene culpa de eso) todo el mundo tiene coche. Y por eso grandes atrasos. Y les canto al Trío Divino: "Si soy así, que voy a hacer, nací buen mozo y embalao para el querer; si soy así que voy a hacer, tengo una esponja donde el cuore hay que tener". Sintetizo mi vida. Amor que es el centro, nunca me faltó. Que fue algunas veces, descontrolado e irresponsable: acepto. Y entro porque me reciben; y porque me reciben, entro. Y sabiduría es todo esto. Hablarles a los que andan luchando en la historia desde el umbral de la terminal: con un oído en la eternidad y otro oído en la historia».
Desde que, por su salud, tuvo que dejar la parroquia, en sus escritos frecuentes parecía que se iba despidiendo; y, así, finalmente, el 19 de abril, se apagó un tipo querido y querible, “se fue silbando bajito”, lo despidió el obispo Carlos. Chingolo: Marginal. Humano. Cura. Todo eso.
* Cura en Opción por los Pobres.