Entre los homenajes y festejos por el centenario del nacimiento de Jack Kerouac, se anunció que en Lowell, su ciudad natal, en Massachusetts, se pondrá en exhibición un manuscrito: el rollo original del papel sobre el que escribió En el camino (1957), su más conocida novela, que junto al poema Aullido, de Allen Ginsberg, conforman la dupla-emblema de la Generación Beat: anhelo individual, movimiento contracultural y hasta “moda” de la posguerra en publicidad, vestimenta y cine, antecedente e inspiración para la siguiente generación juvenil, hippie y radicalizada –especialmente contra la guerra en Vietnam– de fines de los 60. El rollo, de unos 36-37 metros de largo por 22 de ancho, fue empleado de ese modo para no tener que “perder tiempo” en cambiar hoja por hoja –interrumpiéndose así el tipeo– durante el proceso –o flujo– de la escritura, ocurrida en este caso en un departamento en Manhattan.
Enormemente autobiográfica (el autor, durante siete años, recorrió el país, incluso haciendo dedo, hacia fines de la década del 40 y comienzos de la del 50), En el camino fue redactada en apenas tres semanas, con el estímulo de la benzedrina. Era la segunda novela que publicaba Kerouac, luego de The Town and the City, que no había obtenido repercusión o trascendencia hacia 1950, cuando apareció. Pero, como suele ocurrir, también el azar jugó sus cartas, con sus caprichosas e inesperadas combinatorias, brindando así anécdotas como la siguiente: un simpatizante y admirador del escritor, Gilbert Milstein, fue el encargado por el New York Times de hacer la reseña del libro, estando Orville Prescott, el principal crítico del diario, de viaje en Europa (en una inefable misión: intentar detener la boda de su hija). La novela, que fue escrita rápidamente, pero demoró seis años en conseguir ser publicada, tuvo un éxito instantáneo gracias a aquella nota. Al regresar, Prescott criticó e intentó demoler el libro, pero ya era tarde: la fama de En el camino estaba consolidada.
Intensas existencias, con drogas y espiritualidad, (auto) marginación y ambición estética; con rebeldías, y también algún sentimiento patriótico, son las características reales de Kerouac y los demás beats, como Ginsberg y Neal Cassady –en la novela, Carlo Marx y Dean–, además de William Burroughs, rebautizado “Bull Lee”. De él dice Sal/Jack: “Hubiera hecho falta toda la noche para hablar del viejo Bull Lee; de momento, diré que era un auténtico maestro, y debe añadirse que tenía todo el derecho del mundo a enseñar porque se pasaba la vida aprendiendo; y lo que aprendía era lo que él consideraba y llamaba ‘los hechos de la vida’, de los que se informaba no sólo por necesidad, también por afición”. Alcohol y bares, jazz y trabajos temporales (¡como peón en los campos de algodón!) e intensas relaciones -sinceras, peliagudas, aventureras y audaces- son los temas que fluyen en las parrafadas, verdaderas prosas poéticas, de Kerouac.
¿El destino? ¿la aventura? México, y más allá: “Miré el mapa: hasta la frontera de Laredo había más de mil seiscientos kilómetros en su mayor parte por Texas. Luego otros 1.230 kilómetros a través de México hasta la gran ciudad próxima al istmo y a las alturas de Oaxaca. No podía imaginarme un viaje así. Era el más fabuloso de todos. Ya no era en dirección Este-Oeste sino hacia el mágico Sur. Tuvimos una visión de todo el hemisferio occidental hundiéndose hasta la Tierra del Fuego y de nosotros volando y siguiendo la curvatura del planeta y penetrando en otros trópicos y otros mundos”.
Escritura apasionada, visceral, de rítmicas espontaneidades orales-musicales; pura improvisación jazzística, de brillos poéticos. El éxito de En el camino le habilitó a Kerouac la posibilidad de despacharse escribiendo una docena más de novelas, y sin embargo no puede dejar de destacarse la producción poética, o en última instancia la “indistinción” que es preferible hacer entre prosa y poesía, como plantea Esteban Moore, poeta y ensayista, y traductor de varios libros de Kerouac. Moore apunta que la crítica académica por años no incluyó poemas de Kerouac en las antologías, al considerarlo exclusivamente narrador, y cita las valoraciones que –a la inversa– han hecho sus amigos y colegas: para Ginsberg su influencia fue “mundial, y no solamente espiritual, a través de la cultura planetaria de los ‘beats’, sino a nivel poético”; Gary Snyder dijo respecto a su primera lectura de Mexico City Blues: “fui sorprendido inmediatamente por su serenidad, el modo en que el texto se traslada sin esfuerzo –aparentemente sin esfuerzo–, y al mismo tiempo la constante sorpresa elevándose desde las palabras, algo estaba sucediendo siempre con las palabras”. Michael McClure destacó “su musicalidad, la belleza simple de cómo él entiende lo divino en el mundo cotidiano”. Y Robert Creeley dijo: “Jack poseía un extraordinario oído, ese impecable oído que podía escuchar formas en los sonidos y los ritmos del lenguaje hablado”.
Kerouac explicaba una y otra vez sobre “lo beat”: “Nunca aludió a la delincuencia juvenil; nombraba personajes de una espiritualidad singular que, en lugar de andar en grupo, eran Bartlebies solitarios que contemplan el mundo desde el otro lado de la vidriera muerta de nuestra civilización”.
Derrotados y outsiders, humillados y ofendidos, contracara o “lado B” del sueño americano, este “existencialismo a la norteamericana”, además de justicieras reediciones y estudios literarios y culturales, tiene actualmente encrucijadas: desde la operación museística –que puede tanto activar como desactivar sentidos, o presentarlos como “cápsula de tiempo”, un eco casi perdido–, a la alta moda: coincidencia o no, este año del centenario, Kim Jones, diseñador de Dior, ha sido el creador de una colección otoño-invierno para Dior-Homme, inspirado en Kerouac y la Generación Beat. Al parecer, la prenda estrella es una remera blanca, con una foto del rollo de En el camino, y un retrato del autor. Su precio: 890 dólares.
¿Qué y cuánto perdurará de la Generación Beat? Su trascendencia está dada en su arte y sus mensajes. La rebeldía y el lanzarse a los caminos, el inconformismo y la espiritualidad individual, en sus libros y demás trabajos.