La Universidad Nacional de Salta (UNSa) cumple hoy 50 años, creada por la Ley N° 19.633, firmada en 1972 por el presidente de facto y dictador Agustín Lanusse. Su consolidación fue la respuesta a una lucha y exigencia estudiantil que se remonta varios años atrás, dado que si bien algunas carreras ya se dictaban en la provincia, dependían de la Universidad Nacional de Tucumán.
Salta/12 conversó con la historiadora y actual vicedecana de la Facultad de Humanidades, Gabriela Caretta, sobre la génesis de la Universidad Pública salteña, la importancia de la militancia estudiantil, y política; el papel del rector interventor Holver Martínez Borelli, y el período más oscuro que vivió esta casa de estudios, con el terorrismo de Estado antes y durante la última dictadura cívico-militar que se abatió sobre el país el 24 de marzo de 1976.
Los cimientos
El primer antecedente de estudios universitarios se remonta a 1948 cuando el Instituto de Humanidades, creado por el arzobispo Roberto Tavella, se incorporó por convenio a la universidad pública de Tucumán. Le siguieron, para los años 50, la Escuela Superior de Ciencias Naturales, el Instituto de Humanidades y la Escuela Superior de Ciencias Económicas.
A pesar de que había carreras que ya se dictaban en Salta y Tucumán, se insistía en la autonomía provincial. Y en 1959 se formó el Movimiento Pro Universidad del Noroeste Argentino, que reclamaba “una Universidad de tipo regional y de rigurosa practicidad”; esta iniciativa alcanzó el rango de ley en el Congreso Nacional, pero no se concretó.
El escritor Eduardo Ceballos relató en su libro "Universidad Nacional de Salta: 40 Aniversario. 1972 Mayo 2012. Mi sabiduría viene de esta tierra" que a dos años del golpe de Estado dado en 1966, que impuso como presidente de facto al dictador Juan Carlos Onganía, el Movimiento Pro Universidad se reestructuró y ya estaba mejor organizado que años anteriores. Esto llevó a que los estudiantes lograran llegar con su demanda a todos los estamentos de la sociedad, teniendo fuerte respaldo de los trabajadores.
Tras la caída de Onganía, lo sucedió el general Roberto Marcelo Levingston, quien gobernó por tres días, desde el 23 de marzo de 1971 al 26 de marzo, fecha en la que entregó el poder al general Alejandro Agustín Lanusse.
La historiadora salteña relató que las exigencias de que se cree una universidad pública en Salta tampoco cesarían con Lanusse. Y es así que en 1971 se formó una Comisión Especial en la capital salteña, designada por el Ministerio de Cultura y Educación de Nación, para que lleve adelante los estudios de viabilidad y factibilidad de la creación de la Universidad Nacional de Salta.
Caretta afirmó que el movimiento estudiantil seguía creciendo mientras se hacían estos estudios. Incluso el Centro Unificado de Humanidades resultó "un motor importante", pues el acompañamiento de la sociedad también aumentaba. En paralelo, Lanusse "estaba preocupado" por la unión que se gestaba entre el movimiento de estudiantes y los trabajadores en todo el país, recién había sucedio el Cordobazo (1969).
En ese sentido, el dictador mantuvo la política "de fracturar el poder estudiantil". La forma que encontró fue amplificar las sedes en las provincias. "Si bien era positivo por el anclaje territorial, estuvo en función del gobierno de facto que buscaba desmovilizar", explicó la historiadora. Entonces se conjugaron dos cosas: por un lado, el movimiento progresista por la Universidad y, por el otro, la política de ir contra el movimiento estudiantil.
La movilización estudiantil resistía a Lanusse, y fue así que manifestaron el reclamo en una visita que el presidente de facto realizó a Salta, el 14 de abril de 1972, para inaugurar el Dique Cabra Corral. Mientras el dictador estaba en la Casa de Gobierno, para ese momento ubicada en la calle Mitre 23, frente a la céntrica plaza 9 de Julio, más de 300 estudiantes y trabajadores expresaron su reclamo por la universidad.
Lanusse los invitó a ingresar al edificio para una audiencia, pero los estudiantes se negaron. "Si quería hablar con los estudiantes, debía hablar en la calle", le dijeron. Sólo unos minutos después, el general bajó y les aseguró que "la Universidad de Salta va a ser creada en 30 días".
Fue así que el 11 de mayo de 1972, se conoció la decisión de la creación de la Universidad Nacional de Salta. Las carreras que se dictaban bajo la dependencia de Tucumán se transfieron. Y para la transición de esas carreras se designó al ingeniero Roberto Germán Ovejero, como delegado organizador.
La UNSa inició sus actividades el 1 de enero de 1973 con los Departamentos de Exactas, Naturales, Tecnológicas, Económicas, Ciencias de la Educación y Humanidades en la Sede Central, y las Sedes Regionales de Orán, Tartagal y Metán-Rosario de la Frontera.
El legado de Holver Martínez Borelli
Roberto Germán Ovejero renunció como delegado organizador en abril de 1973. Y quien lo sucedería sería el abogado y poeta Holver Martínez Borelli. Así fue que entre mayo de 1973 y diciembre de 1974, Martínez Borelli conduciría la UNSa en calidad de “normalizador”, “interventor” y nuevamente “normalizador”.
En ese mismo período, asumiría el gobierno de la provincia el desaparecido médico Miguel Ragone. Para noviembre de 1974, la presidenta Isabel Martínez de Perón ordenó la intervención de la provincia y Ragone fue obligado a apartarse. La situación no fue distinta para Martínez Borelli, quien siendo de unos de los fundadores del Partido Democrático Cristiano, apoyó la campaña a la gobernación del "médico del pueblo", que integraba las filas del Partido Justicialista.
Tanto Ragone como Martínez Borelli fueron considerados como actores importante para "el cuestionamiento a las élites históricas de la provincia".
Durante la gestión del rector interventor se destacó la firma de "contratos con una serie de intelectuales y profesores provenientes de distintas provincias para dar clases e investigar en la UNSa", recabó años atras el licenciado en Periodismo por la Universidad del Salvador, Guillermo Marino. Entre esos intelectuales se encontró Rodolfo Kush, que estuvo a cargo de la secretaria de Relaciones Latinoamericanas. También se brindaron talleres abiertos a la comunidad, como el de "Concientización y Educación popular”, que a cargo de Georgina Droz, que en julio de 1976 sería asesinada por la represión ilegal.
Caretta afirmó que el rectorado de Martínez Borelli fue significativo porque "es él quien le da una importancia a la Universidad tal como la vemos hoy", ya que se consiguió plasmar el proyecto fundacional de esta casa de estudios. Esas concepciones definían a la sede salteña como “regional y latinoamericana” con la “exigencia de desempeñar un papel protagónico en la política de cambio”, para ser “un instrumento más que contribuya a las reformas socio-económicas y culturales que son imprescindibles” en la región.
La historiadora sostuvo que Martínez Borelli realizó una gestión fuertemente vinculada a lo social, y manifestando un claro acompañamiento de Ragone, quien era partícipe de los actos universitarios. En ese sentido, el rector trabajó mucho en la extensión universitaria, que, para Caretta, hoy debe repensarse con el concepto de "bidireccionalidad", es decir, "que la Universidad construye saberes en diálogo con una sociedad que también construye sus saberes".
Destacó también el gran apoyo de Martínez Borelli a los estudiantes; señaló como ejemplo de ello la autorización al estudiantado para utilizar el "Aula 1" para el funcionamiento del "grupo universitario de trabajo". Lamentablemente, ese espacio sufrió un atentado con una bomba la noche del 12 de noviembre de 1974. El lugar hoy es un espacio de homenaje a los y las desaparecidas.
Finalmente, el 10 de diciembre de ese año, se intervino la UNSa, Martínez Borelli fue apartado (y perseguido), y quedó como rector interventor Francisco Villada. "Su intervención se dio con los mismos funadamentos que tuvo la intervención a la provincia", agregó Caretta.
La etapa más oscura
La intervención del gobierno de Ragone y del rectorado de Martínez Borelli, fueron en los momentos previos al inicio de la última dictadura argentina, el 24 de marzo de 1976. Ni bien se intervino la UNSa, 116 docentes firmaron una solicitada en el diario El Tribuno en la que pedían a Villada "la revisión de las cesantías producidas, que no se produzcan nuevas cesantías y que se renueven los contratos que vencen el 31 de diciembre”.
De ese número de docentes, en la actualidad continúan desaparecidos: Alberto Calou, Gemma Fernández Arcieri de Gamboa, Graciela Muscariello, Nora Saravia, Silvia Aramayo, Miguel Ángel Arra y Carlos García. También fueron desaparecidos los docentes Georgina Graciela Droz, Raúl Humberto Macacha y Silvia Blanc.
A este listado se suman los estudiantes Ana María Cavallero Cuéllar, Carlos Estanislao Figueroa, Ángel Esteban Rodríguez, Hilda Yolanda Cardozo, Roberto Oglietti, Gregorio Tufiño, Silvia Ruth Saez de Vuistaz, Carlos Alberto Rivero, Néstor Alberto Oliva, Roberto Raymundo Vega, Elpidio Juvencio Palavecino y Francisco Corbalán.
También fueron desaparecidos Pedro José Tufiño, que se desempeñaba como auxiliar de Contabilidad Presupuestaria y Jefe de División de Programación Presupuestaria de la UNSa, y Víctor Mario Brizzi, que se desempeñaba como trabajador de la Secretaría Académica. Y el director de la Sede Regional Tartagal, Jorge Alberto Bigi.
Caretta expresó que la dictadura en la UNSa "pegó duro". No sólo se lamentaba la desaparición de miembros de la comunidad universitaria, sino que hubo bibliografía quemada, docentes designados a dedo por su pertenencia ideológica, y una persecución sistemática. Incluso se cerró la carrera de antropología, impidiendo la apertura de nuevas camadas.
La historiadora ingresó a la Universidad como estudiante en 1983, momento en que se daban los últimos actos de la dictadura. En ese momento, cursar significaba saber que todavía había que cuidarse de personas que actuaban como informantes de las autoridades de facto. Aún así, sostuvo que en ese año se comenzó a recuperar el proyecto de Universidad y vivir la política de otra manera, ya que se vislumbraban los inicios de la etapa democrática del país. "Para nuestras generaciones fue maravilloso", sostuvo.
Ya en el contexto de democracia, la Universidad enfrentó varias veces las intenciones de privatización, sobrellevó el menemismo y resistió "todas las políticas neoliberales que intentan hacer de esa institución académica, esa una burbuja de cristal, separada de la sociedad". Por eso, Caretta, aseguró que la UNSa "sigue pensando en ser una espacio de transformación social y política. El hecho de venir a la Universidad, ya es transformadora en sí".