En un video reciente que colgó en su canal de You Tube, Yotam Silberstein puntea con su guitarra en una pantalla dividida con la legendaria Rosa Passos. Se divierten en “Lá vem a baiana”, de Dorival Caymmi, ambos sonríen y se saludan con gratitud. Yotam usa guitarra eléctrica y Rosa lo sigue con la suya, una acústica que lleva adelante la melodía. En otros videos, Yotam toca con el ya fallecido trompetista Roy Hargrove, con Romero Lubambo y Toninho Horta –donde volvió a despuntar su pasión por la música brasileña–, junto a su compadre israelí Gilad Hekselman, con su cuarteto la bellísima “Milonga gris”, de Carlos Negro Aguirre, y también solo, interpretando a Coleman Hawkins, Keith Jarrett, Charlie Parker y hasta a Bach. La huella cosmopolita suele ser el punto de partida de su música, en la línea de la última camada del jazz norteamericano –donde el versátil guitarrista se formó y donde reside–, y su amor por Argentina ocupa un rincón especial, algo que lo conecta directamente a sus raíces.
“Mi vínculo con Argentina empezó cuando la hermana de mi abuela se mudó a Salta y luego a Buenos Aires, después del Holocausto. De manera que siempre he tenido una relación entrañable con su cultura dado que gran parte de mi familia es argentina. Por eso establecí una conexión muy fuerte con la música, a la cual amo profundamente”, dice Yotam, nacido en Tel Aviv en 1983. Confiesa que el folklore es su gran inspiración, pero también el tango, principalmente Astor Piazzolla. No fue sino cuando conoció al Negro Aguirre, uno de los compositores y multiinstrumentistas más destacados de la música argentina, que el lazo con el país se fortaleció en la última década.
Fue en 2015 cuando se encontraron por primera vez, ocasión en la que el Negro Aguirre había ido a tocar a Nueva York. Días antes, el músico entrerriano recibió un correo de un guitarrista desconocido “que desea encontrarse contigo”. Pero antes de eso, en un festival de jazz en Buenos Aires, Yotam Silberstein había tocado con Aca Seca Trío y ellos le acercaron una lista de nombres entre las que estaba el Negro. “En Nueva York nos vimos un rato el día previo al concierto e hicimos sonar algunas músicas. Fue un vínculo que fluyó desde el vamos, tanto humana como musicalmente, como si tocáramos desde hace muchos años”, rememora el Negro Aguirre.
Y apunta: “Yotam es un músico de una solvencia enorme en su instrumento, pero además con un interés genuino por las músicas de muchas regiones del mundo. Escucha con enorme atención las expresiones de cada lugar que va conociendo y, en muchos casos, las estudia a fondo y luego las termina tocando como si viviera allí. Cuando improvisa hace sonar melodías bellas que dan ganas que no terminen nunca”.
Protagonista fundamental de la vanguardia musical de Nueva York y considerado por la crítica como un fenómeno de la guitarra jazzística en el siglo XXI, Yotam Silberstein acaba de aterrizar en Argentina. Lo esperan dos conciertos: el viernes 20 de mayo presentará junto al Negro Aguirre su disco conjunto En el jardín, y al día siguiente interpretará composiciones propias junto a otros amigos argentinos como Andrés Beeuwsaert, Hernán Jacinto, Fernando Silva y Mariano “Tiki” Cantero. Ambos serán en Bebop Club. “Además de interpretar músicas argentinas, habrá melodías brasileras y algo de candombe”, adelanta Yotam, en un castellano fluido.
Grabado en el sello Shagrada Medra, En el jardín reúne composiciones de Aguirre y Silberstein y tiene la atmósfera espiritual de ritmos latinos, paisaje litoraleño y cadencias camarísticas con esos toques de improvisación jazzística que suelen caracterizar la obra de Aguirre, una suerte de Egberto Gismonti ribereño. Bajo esas texturas y timbres, Yotam Silberstein aporta una cadencia anclada en un bebop multicultural, suave y etérea, nunca estridente. Pero no es un mero acompañante ni un virtuoso ejecutor de técnicas y estilos: sus seis discos solistas lo destacan como un autor ecléctico, donde conviven aires de Wes Montgomery, Django Reinhardt y Brad Mehldau tanto como el blues, la música israelí y los ritmos latinoamericanos. Sonar con su guitarra eléctrica en esa línea del jazz urbano, con referencias a Pat Metheny o Bill Frisell, en temas de lírica improvisación como “Matcha”, donde toca junto al magnánimo John Patitucci. O en esos fraseos brasileños que tan elegantemente interpreta, como en su composición “McDavid” junto a su quinteto, orillando en la samba con acompañamientos de la talla del pianista Glenn Zaleski y el baterista Daniel Dor.
Cultor de giras por Oriente Medio y Europa tanto por América, director de la orquesta del ejército durante su servicio militar en Israel, su nomadismo encuentra eco en distintas embajadas del jazz mundial y de otros géneros, como cuando trabajó con Iván Lins o con el rey del bolero mexicano, Armando Manzanero. Siendo un joven prodigio, a los veinte años actuó en el famoso Umbria Jazz Festival de Italia y luego tocó en boliches de Manhattan con James Moody, Paquito D´Rivera, Christian McBride, Marcus Miller y Avishai Cohen, entre otros. Con una beca estudió en la prestigiosa New School, fue finalista en el Thelonious Monk International Jazz Guitar Competition y, según el Jazz Times, “ha forjado su propio camino con habilidades y estilo propios, teniendo un impacto en la escena con sus líneas de bebop de precisión y la improvisación”.
“Soy un ciudadano del mundo, es una ventaja en los tiempos que vivimos y estoy conectado con músicos de todos los continentes. Me siento más compositor que intérprete, donde puedo expresarme a mí mismo, pero también disfruto de tocar música folklórica de distintas partes del mundo”, sintetiza el guitarrista, que también ha compuesto música para películas y recibió el premio Sundance Time Warner.
A la hora de nombrar sus escuchas fundamentales de Latinoamérica, nombra a Francis Hime y a los discos Inédito, de Tom Jobim, y Rojo, del Negro Aguirre. Entre sus últimos movimientos, acompañó a Herbie Hancock en un concierto y está por lanzar un nuevo disco con música que compuso en la pandemia. “Es música que salió de mi corazón, y tiene mucha influencia de Argentina, Brasil, Israel, flamenco y Arabia, ¡todo!. Soy un alumno perpetuo de la música, aprendo de grabaciones y de mis pares. Siempre en movimiento, deseoso de vivir experiencias espirituales y no de tocar simplemente como guitarrista de jazz”.