Devorador y triturador de estilos y vanguardias, Antonio Berni nos entrega un nuevo capítulo de su prolífica y exuberante producción: Berni erótico, en galería Vasari, reúne una serie de doce dibujos inéditos del gran artista rosarino, que, encontrados recientemente, constituyen un acontecimiento histórico.
Por primera vez se exhibe esta serie que acerca al espectador a escenas sexuales en interiores y en sitios apartados en ámbitos naturales. Los pequeños dibujos híper trabajados refuerzan la sensación de espectador-voyeur: hay que acercarse para verlos. Las imágenes condensan deseo, atracción, entrega y pasión.
Mientras que la mayoría de los dibujos eróticos y pornográficos de Berni que se conocieron hace seis años tenían la impronta de un boceto, los que exhiben ahora en Vasari constituyen, señala Marcelo Pacheco, erudito investigador de la producción del artista, “obras en sí mismas que muestran la calidad excepcional del Berni dibujante”.
En el texto curatorial, Pacheco destaca el “uso variado e inteligente de la noción de cuerpo sin ropa” en esta serie: “Desnudarse pero manteniendo parte del calzoncillo o las medias puestas o esparcido el corpiño y las calzas o la tanga en el primer plano de la imagen, es un recurso que acentúa lo furtivo, prohibido, escondido del acto sexual y hace más visible la desnudez tanto del cuerpo de la mujer como del hombre; las deformaciones en las anatomías evidentes y animales subrayan el grado frenético de la escena (…)”.
“No existen oposiciones entre erotismo y pornografía o intermedios como obscenidad –señala Pacheco—. Se trata de un continuo que se tensa sobre una misma superficie como medio para tener una mayor visibilidad del cuerpo, sus placeres y fluidos. Entre los años 60 y 70 y hasta los 90, autores como Michel Foucault y Linda Williams leyeron la pornografía como espacio discursivo dedicado a ampliar el conocimiento del cuerpo femenino y sus secretos y de las relaciones entre géneros que se mantienen minoritarios, así como las verdades de la representación de los contactos sexuales”.
Radar le consultó al especialista si Berni pensó alguna vez en mostrar estas obras en público. “Yo no creo que haya pensado en mostrarlas: él sabía que iba a ser motivo de escándalo y cierre de la muestra –responde—. Es lo mismo que la pornografía de Picasso: en vida no las expuso, sólo circulaba el material entre amigos y coleccionistas muy selectos que le compraban ese tipo de material, pero ambos tienen una imaginación que funciona en un registro pornográfico con mucha facilidad, con mucha riqueza. Por eso la debilidad que tienen por cierto material pornográfico como las estampas chinas y japonesas o la pornografía de los pueblos originarios. Se inspiran en este tipo de material, que había sido además motivo de coleccionismo de un segmento especializado en el tema: por ejemplo del arte japonés pornográfico o el arte del Lejano Oriente pornográfico había sido muy frecuente, sobre todo en la estampa japonesa. Y de pornografía precolombina, desde los años treinta, hay coleccionistas y particulares, como Oliverio Girondo, que se dedican a coleccionarla”.
El contexto era adverso. Después de que Oscar Bony inauguró su muestra con fotos eróticas en la galería Arte Múltiple, en 1976, la policía irrumpió en su casa y se llevó gran parte del material. Tras esta violenta situación, Bony abandonó el país.
Sin ir más lejos recordemos el revuelo que se produjo ya en 2018, a un siglo de la muerte de Egon Schiele, cuando el museo Leopold de Viena – que posee la mayor colección del artista— organizó un homenaje con exposiciones y una campaña de prensa. El Estado austríaco y la oficina de turismo de Viena quisieron anunciar la exposición con gigantografías en paredes de grandes edificios y en el transporte público de Londres, Berlín y otras ciudades. Pero Transport for London rechazó las imágenes originales: plantearon que las obras de arte debían tener los genitales tapados. Desde la oficina de turismo aceptaron con el siguiente lema: “Lo siento, 100 años pero demasiado atrevido para hoy” junto al hashtag #ToArtItsFreedom (“Para el arte esto es libertad”), que proviene de la frase que se encuentra en el frontón de la vieja sede de la Secesión en la Friedrichstrasse de Viena: “A cada tiempo, su arte. A cada arte, su libertad”.
En su tercera acepción, pornografía significa Tratado acerca de la prostitución. En 1932 el historiador Rodolfo Puiggrós y Berni publicaron, bajo el seudónimo de Facundo, un artículo sobre los burdeles de la ciudad portuaria.
Subrepticiamente, Berni, en su rol de reportero gráfico de la investigación conjunta, tomó fotografías clandestinas en blanco y negro de trabajadoras sexuales y sus clientes en los espacios comunes del burdel. Sacadas con la cámara abajo de la mesa u oculta en otros sitios, muchas imágenes están fuera de foco.
“Los mejores quilombos de Rosario estaban en la calle Pichincha; había de dos pesos, de tres pesos y de cinco pesos. Lo corriente es que fueran grandes patios que habían sido techados con vidrio, de modo que, de día, eran muy luminosos. El patio era como un gran bar o un café, con sus mesas y sillas; uno se sentaba ahí y enseguida venían las mujeres a proponer ir a la habitación; venían muy ligeramente vestidas, porque no podían estar desnudas: el reglamento no lo permitía”, escribió Berni sobre los recorridos que hizo para ese ensayo fotográfico.
Berni dio a luz a Ramona, costurera devenida prostituta, cuatro décadas después, ya cuando vivía en París. “Ramona debe jugar un rol social y hacer públicamente lo que a escondidas practicaban muchas princesas, niñas del gran mundo y del submundo – dice Berni sobre su creación—. Debe llenar el vacío dejado por estas en el ámbito del erotismo. Lo hace como esclava, mimetizando con sus gestos y su físico, lo estrógeno buscado en el mercado de las promiscuas”.
Pero Ramona trasciende la historia personal. “Con ella – señala Pacheco en el texto del catálogo de Antonio Berni: Juanito y Ramona (en Malba, en 2014)— el artista sondea diferentes aspectos de las presiones sociales e históricas que recaen sobre la mujer”. Y agrega: “El artista la representa acompañada de su poderoso círculo de influyentes amigos de todos los sectores de la sociedad: un general, un marinero, un criminal, un embajador y un obispo, entre otros, como una estrella del circuito del café concert y en sus viajes a España”.
Las tintas que se exhiben en galería Vasari tiene la potencia de una escena cinematográfica: realizadas con proeza singular acercan a fragmentos de historias en las que es posible imaginar la biografía de los personajes y el contexto social. Con economía de recursos artísticos, hombres y mujeres se lanzan al goce –en habitaciones o entre unas malezas como guarida— ignorando nuestra mirada.
Berni erótico. En Galería Vasari, Esmeralda 1357, de lunes a viernes de 11 a 19, hasta el 3 de junio